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¿Existen en España la extrema derecha y la extrema izquierda?





Vivos en la política española
Los europeos se sorprenden ante la aparente inexistencia de una extrema izquierda y una extrema derecha en España, fenómeno que nos diferencia de los demás países europeos, donde sí existen, sobre todo una extrema derecha que, espoleada por las invasiones de inmigrantes y por la degradación de la democracia, crece como la espuma.

Sin embargo, en España, aunque no sean visibles, no sólo existen las extremas izquierda y derecha sino que gozan de una salud de hierro, más, incluso, que en el resto de Europa.

La diferencia es que los extremismos, en España, se encuentran incrustados y camuflados dentro de los partidos políticos del arco parlamentario, la izquierda en el PSOE, Izquierda Unida y algunos nacionalismos, y la derecha en el PP y en otros partidos nacionalistas.

Los extremismos políticos han preferido camuflarse en España por dos razones muy concretas: porque la sociedad española, tras la experiencia del Franquismo, aprendió a rechazarlos, y porque los actuales partidos políticos, sobre todo los nacionalistas, sin tradición democrática, sin apenas militancia y sin experiencia, fueron poco escrupulosos durante la Transición y acogieron en su seno a miles de radicales totalitarios, de un extremo y otro del espectro.

La no existencia visible en España de una extrema izquierda y de una extrema derecha organizadas es sólo un espejismo, sobre todo si se tiene en cuenta que se están dando en el panorama español condiciones muy favorables para que esos extremismos políticos florezcan: enriquecimiento rápido, capitalismo creciente, tradiciones rotas, caída de valores, cambios económicos y sociales contundentes, invasión de inmigrantes, deterioro del sistema político, etc.

Los extremismos de derecha e izquierda y el totalitarismo, como enseñan muchos autores, entre ellos Hannah Arent en "Los orígenes del totalitarismo" (Taurus 2004), no son ideologías sino actitudes de ruptura, rebeliones impulsadas por un ansia desbordada de poder y de dominio. Sus principales rasgos y características coinciden con mucho de lo que está ocurriendo hoy en los partidos políticos españoles y, con especial énfasis, en los de Cataluña y el País Vasco: cohesión interna y sumisión de los militantes en los partidos en torno a las élites, ruptura de los conceptos de solidaridad, altruísmo y generosidad, búsqueda desordenada del poder propio, aun a costa del ajeno, marginación y hasta persecución de los que se oponen al "régimen", exaltación de símbolos propios de identidad como la bandera y el idioma, manipulación de la historia, intervencionismo en alza, configuración paulatina de un pensamiento único, fortalecimiento rápido del poder ejecutivo, sobre todo en ámbitos vitales como la educación, la cultura y la economía, acoso al empresariado, auge de censura, alianzas de hierro con medios de comunicación cercanos, acoso a los medios hostiles, violencia y fanatismo crecientes en los grupos más próximos al pensamiento dominante... y decenas de rasgos más, todos ellos curiosamente presentes en la encarnizada política española.

Cuando se trata de extremismos políticos, existen pocas diferencias entre un extremo y otro del espectro, como quedó demostrado con Stalin y Hitler, que se admiraban mutuamente y hasta copiaban sus respectivos métodos de dominio y exterminio.

La presencia de numerosos tipos extremistas y totalitarios, tanto de izquierda como de derecha, en los partidos políticos democráticos españoles constituye un serio riesgo para esos partidos que los acogen y para la misma democracia, en la que no creen y a la que dinamitan desde dentro.

La existencia de esas escuadras de totalitarios, marxistas y fascistas, incrustados en los "aparatos" de partidos activos en España, incluso en el PSOE y el PP, explica muchas de las actitudes extremas y delirantes que está padeciendo la política española: fanatismo, hipertrofia del Estado, verticalismo y ausencia de democracia en la vida interna de los partidos, control férreo, desde los partidos, de los poderes básicos del Estado (ejecutivo, legislativo y judicial), anulación de la sociedad civil, alianzas incomprensibles de partidos teóricamente demócratas con nacionalismos extremos, que no creen en el Estado Español, y toda una bateria de rasgos y de métodos puestos en práctica por los partidos, que sorprenden al ciudadano y que nada tienen que ver con la democracia y sí con los más despreciables totalitarismos.

   
Lunes, 22 de Enero 2007
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