Muchos pensadores y analistas políticos, además de muchos demócratas españoles, sorprendidos ante la enorme capacidad de "soportar" traiciones ideológicas, contradiciones y vilezas que está demostrando la izquierda española, se preguntan: ¿Qué debe ocurrir para que esa izquierda, que se proclamó y se proclama defensora de la ética y los principios, llegue a rebelarse contra esos dirigentes actuales que la denigran y envilecen? ¿Sigue existiendo la izquierda española o ha desaparecido, suplantada por gente sin principios que milita en los partidos a cambio de privilegios?
Cuando todo un socialismo español es capaz de aplaudir, con unanimidad escalofriante, al que nos lleva, de manera imparable, hacia los seis millones de parados y al que ha convertido a España en el país donde se destruyen ocho de cada díez empleos destruidos en toda Europa, es que esa izquierda ha perdido la dignidad y se ha envilecido. Pero la izquierda española ha llegado mucho más lejos en su carrera hacia la indecencia y ha aplaudido también las reiteradas mentiras de Zapatero, su política suicida frente a la crisis, que empobrece a España a velocidad de vértigo, el asesinato de Montesquieu y el consiguiente control férreo de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial por los partidos políticos, la ocupación y amordazamiento de la sociedad civil, el engorde obsceno del Estado, atiborrado de enchufados, amiguismo, clientelismo, asesores inútiles y gente camuflada que cobra dinero público sin trabajar, la convivencia del poder con la corrupción, la transformación de la democracia española en una oligocracia de partidos, el endeudamiento injusto de las tres próximas generaciones de españoles, sólo porque él quiere seguir teniendo dinero, y hasta el insoportable escándalo de llenar las calles españolas de pobres que abarrotan ya los comedores de caridad.
Sin embargo, de todas las "fechorías" contrarias a la vieja moral de izquierdas perpetradas por Zapatero, quizás la más elocuente y significativa, aunque no la más importante, ha sido el abandono de la causa saharaui, dejando a esos antiguos españoles, que fueron apoyados durante décadas por el socialismo español, "tirados", a los pies de Marruecos, sumidos en la desesperación y convertidos en presas fáciles de cazadores de dramas como Al Queda, que ya se pasea como esperanza por los campamentos de Tinduf.
Algunos afirman con cinismo que mientras ZP tenga dinero y privilegios que repartir, la izquierda española no se rebelará y tragará con todo, como lo ha hecho hasta ahora con políticas que parecían inasumibles, como han sido las alianzas "contra natura" con los millonarios españoles, a los que el socialismo beneficia con su política, y con los nacionalistas extremos, contrarios a la Constitución y partidarios de la desigualdad, a los que el socialismo ha "regalado" un Estatuto Catalán que consagra el principio obsceno de que debe recibir más quien paga más impuestos, contrario a la solidaridad y a la autoproclamada "ética socialista".
Muchos ciudadanos con un pasado de izquierdas sí nos hemos rebelado y nos negamos a admitir que el otrora digno edificio ideológico de la izquierda española dependa hoy sólo del dinero y de las dádivas repartidas por el partido en el poder. Acusamos a ese socialismo cobarde que capitanea Zapatero de haber tirado por la borda un valioso capital de principios y valores que algunos creíamos auténtico, en el que figuran la igualdad, el sentido de nación, la solidaridad y, sobre todo, la etica, sin la cual la verdadera izquierda deja de existir.
A Zapatero se le llena la boca hablando de "política social", pero oculta que la principal política social, para la izquierda, siempre ha sido proporcionar a los ciudadanos un trabajo digno, justamente lo que el gobierno de Zapatero está destruyendo al incréble ritmo de más de 8.000 diarios. Sin un trabajo digno, la "política social" del gobierno es pura limosna.
Zapatero se está convirtiendo en un experto en divorcios inexplicables e indecentes para una izquierda que en el pasado fue etica: divorcio con los principios, con los saharauis, con los trabajadores, con los internautas, con los que sienten a España como nación y patria, con ese núcleo moral de España que son las víctimas del terrorismo, con las raices cristianas...
Cuando todo un socialismo español es capaz de aplaudir, con unanimidad escalofriante, al que nos lleva, de manera imparable, hacia los seis millones de parados y al que ha convertido a España en el país donde se destruyen ocho de cada díez empleos destruidos en toda Europa, es que esa izquierda ha perdido la dignidad y se ha envilecido. Pero la izquierda española ha llegado mucho más lejos en su carrera hacia la indecencia y ha aplaudido también las reiteradas mentiras de Zapatero, su política suicida frente a la crisis, que empobrece a España a velocidad de vértigo, el asesinato de Montesquieu y el consiguiente control férreo de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial por los partidos políticos, la ocupación y amordazamiento de la sociedad civil, el engorde obsceno del Estado, atiborrado de enchufados, amiguismo, clientelismo, asesores inútiles y gente camuflada que cobra dinero público sin trabajar, la convivencia del poder con la corrupción, la transformación de la democracia española en una oligocracia de partidos, el endeudamiento injusto de las tres próximas generaciones de españoles, sólo porque él quiere seguir teniendo dinero, y hasta el insoportable escándalo de llenar las calles españolas de pobres que abarrotan ya los comedores de caridad.
Sin embargo, de todas las "fechorías" contrarias a la vieja moral de izquierdas perpetradas por Zapatero, quizás la más elocuente y significativa, aunque no la más importante, ha sido el abandono de la causa saharaui, dejando a esos antiguos españoles, que fueron apoyados durante décadas por el socialismo español, "tirados", a los pies de Marruecos, sumidos en la desesperación y convertidos en presas fáciles de cazadores de dramas como Al Queda, que ya se pasea como esperanza por los campamentos de Tinduf.
Algunos afirman con cinismo que mientras ZP tenga dinero y privilegios que repartir, la izquierda española no se rebelará y tragará con todo, como lo ha hecho hasta ahora con políticas que parecían inasumibles, como han sido las alianzas "contra natura" con los millonarios españoles, a los que el socialismo beneficia con su política, y con los nacionalistas extremos, contrarios a la Constitución y partidarios de la desigualdad, a los que el socialismo ha "regalado" un Estatuto Catalán que consagra el principio obsceno de que debe recibir más quien paga más impuestos, contrario a la solidaridad y a la autoproclamada "ética socialista".
Muchos ciudadanos con un pasado de izquierdas sí nos hemos rebelado y nos negamos a admitir que el otrora digno edificio ideológico de la izquierda española dependa hoy sólo del dinero y de las dádivas repartidas por el partido en el poder. Acusamos a ese socialismo cobarde que capitanea Zapatero de haber tirado por la borda un valioso capital de principios y valores que algunos creíamos auténtico, en el que figuran la igualdad, el sentido de nación, la solidaridad y, sobre todo, la etica, sin la cual la verdadera izquierda deja de existir.
A Zapatero se le llena la boca hablando de "política social", pero oculta que la principal política social, para la izquierda, siempre ha sido proporcionar a los ciudadanos un trabajo digno, justamente lo que el gobierno de Zapatero está destruyendo al incréble ritmo de más de 8.000 diarios. Sin un trabajo digno, la "política social" del gobierno es pura limosna.
Zapatero se está convirtiendo en un experto en divorcios inexplicables e indecentes para una izquierda que en el pasado fue etica: divorcio con los principios, con los saharauis, con los trabajadores, con los internautas, con los que sienten a España como nación y patria, con ese núcleo moral de España que son las víctimas del terrorismo, con las raices cristianas...