El mundo independentista se carga de frustración y comienza a hablar de "revolución", La temida palabra se pronunció ayer en las puertas del Parque de la Ciudadela, donde se concentraron miles de catalanes independentistas exigiendo la investidura de Puigdemont, convocados por la ANC y otras asociaciones. Dicen que los radicales violentos lograron enardecer a las masas y controlarlas durante unos momentos y que esos radicales eran cachorros de la CUP, pero lo cierto es que ayer se masticó el mismo odio furioso que era visible en los momentos cumbres del referendum, cuando la policía tuvo que arremeter contra los exaltados.
El gran problema es que el nacionalismo catalán es un monstruo inquieto y furioso que se alimenta de dos piensos: el victimismo y el conflicto. Si se mantiene tranquilo y en paz, se apaga y sólo crece, se enardece y se hace temible cuando mastica la tragedia y entra en contacto con la violencia.
La parte menos agresiva del "process", alentada también por la demencia egoísta y temeraria de un Puigdemont que sabe que su única salvación es ser presidente, anda también revolucionada y se dispone a emprender una "escalada" de acciones específicas contra el 'enemigo exterior', que no es otro que España. Una de las últimas iniciativas es el llamamiento a realizar boicot a productos españoles, instando a los ciudadanos a consumir productos exclusivamente fabricados y elaborados en Cataluña. También arrecia el boicot a las empresas que trasladaron su sede fuera de Cataluña después del verano pasado.
Proponen ahora no comprar fresas de Lepe, cuya primera campaña de recogida está comenzando, y esperar unas semanas para poder consumir las que se cultivan en la comarca del Maresme, más tardías. "Hay que hacer una campaña de no comprar el fresón de Huelva, así les devolvemos su 'a por ellos oé, oé' [se refiere a los cánticos que despedían a los policías desplazados a Cataluña con motivo del referéndum]. El fresón es muy perecedero y en cinco días está en la basura. Si tres millones de catalanes no los compran, se los van a comer con patatas", dice uno de los mensajes difundidos.
En otros muchos foros se estimula el boicot de manera más sutil. En uno de ellos se argumenta que consumiendo productos catalanes se vota a favor de la independencia y en otros se propaga una 'Guía del consumidor activo catalán', en la que se dan instrucciones para 'leer' las etiquetas de los productos con el objetivo de conocer dónde han sido fabricados y se impulsa el boicot estimulando el consumo de productos propios, que es una ruta más sutil para alcanzar la misma meta de marginar todo lo español.
Los llamamientos al boicot son cada día más intensos en los foros y piden castigo para las empresas del cava que han abandonado Cataluña, el cierra de cuentas en las entidades financieras que han trasladado su sede a otras autonomías, no consumir alimentos que antes eran catalanes y ahora son de otras tierras, no leer jamás la "cochina" prensa madrileña, ni ver canales que no sean la parcial e independentista TV3. Hasta piden que no se viaje fuera de Cataluña y que no compre lotería nacional, ni se participe en sorteos de los que el Estado español se lleva impuestos.
Es cierto que algunos prefieren denominar a la campaña "compra de productos de proximidad" y hablan del peligro de practicar el boicot abiertamente porque la otra parte (los españoles) podría hacer lo mismo y el daño mayor sería para Cataluña, pero los radicalizados y enfervorizados independentistas no cesan de avanzar hacia el suicidio afirmando que prefieren ser pobres antes que dominados por la cochina España.
Por las redes circulan listas de productos catalanes "que hay que comprar" y listas de los prohibidos, incluyendo pasta, cervezas, cosméticos, medicinas, jabones, cafés, leches y hasta un análisis de las marcas blancas y donde se producen.
Observando las entrañas del "process" se descubre el odio profundo que los políticos catalanes han sabido sembrar en el alma de Cataluña, un veneno que sera difícil de eliminar, y también la frivolidad y el fracaso brutal de los dos grandes partidos españoles, PP y PSOE, que han permitido ese festival del odio catalán y han pactado con sus promotores, permitiéndoles el asesinato de todo sentimiento de amor a la patria común, una locura mezquina y sucia por la que los González, Aznar, Zapatero y Rajoy, con todos sus colaboradores inmediatos, deberían pagar.
Francisco Rubiales
El gran problema es que el nacionalismo catalán es un monstruo inquieto y furioso que se alimenta de dos piensos: el victimismo y el conflicto. Si se mantiene tranquilo y en paz, se apaga y sólo crece, se enardece y se hace temible cuando mastica la tragedia y entra en contacto con la violencia.
La parte menos agresiva del "process", alentada también por la demencia egoísta y temeraria de un Puigdemont que sabe que su única salvación es ser presidente, anda también revolucionada y se dispone a emprender una "escalada" de acciones específicas contra el 'enemigo exterior', que no es otro que España. Una de las últimas iniciativas es el llamamiento a realizar boicot a productos españoles, instando a los ciudadanos a consumir productos exclusivamente fabricados y elaborados en Cataluña. También arrecia el boicot a las empresas que trasladaron su sede fuera de Cataluña después del verano pasado.
Proponen ahora no comprar fresas de Lepe, cuya primera campaña de recogida está comenzando, y esperar unas semanas para poder consumir las que se cultivan en la comarca del Maresme, más tardías. "Hay que hacer una campaña de no comprar el fresón de Huelva, así les devolvemos su 'a por ellos oé, oé' [se refiere a los cánticos que despedían a los policías desplazados a Cataluña con motivo del referéndum]. El fresón es muy perecedero y en cinco días está en la basura. Si tres millones de catalanes no los compran, se los van a comer con patatas", dice uno de los mensajes difundidos.
En otros muchos foros se estimula el boicot de manera más sutil. En uno de ellos se argumenta que consumiendo productos catalanes se vota a favor de la independencia y en otros se propaga una 'Guía del consumidor activo catalán', en la que se dan instrucciones para 'leer' las etiquetas de los productos con el objetivo de conocer dónde han sido fabricados y se impulsa el boicot estimulando el consumo de productos propios, que es una ruta más sutil para alcanzar la misma meta de marginar todo lo español.
Los llamamientos al boicot son cada día más intensos en los foros y piden castigo para las empresas del cava que han abandonado Cataluña, el cierra de cuentas en las entidades financieras que han trasladado su sede a otras autonomías, no consumir alimentos que antes eran catalanes y ahora son de otras tierras, no leer jamás la "cochina" prensa madrileña, ni ver canales que no sean la parcial e independentista TV3. Hasta piden que no se viaje fuera de Cataluña y que no compre lotería nacional, ni se participe en sorteos de los que el Estado español se lleva impuestos.
Es cierto que algunos prefieren denominar a la campaña "compra de productos de proximidad" y hablan del peligro de practicar el boicot abiertamente porque la otra parte (los españoles) podría hacer lo mismo y el daño mayor sería para Cataluña, pero los radicalizados y enfervorizados independentistas no cesan de avanzar hacia el suicidio afirmando que prefieren ser pobres antes que dominados por la cochina España.
Por las redes circulan listas de productos catalanes "que hay que comprar" y listas de los prohibidos, incluyendo pasta, cervezas, cosméticos, medicinas, jabones, cafés, leches y hasta un análisis de las marcas blancas y donde se producen.
Observando las entrañas del "process" se descubre el odio profundo que los políticos catalanes han sabido sembrar en el alma de Cataluña, un veneno que sera difícil de eliminar, y también la frivolidad y el fracaso brutal de los dos grandes partidos españoles, PP y PSOE, que han permitido ese festival del odio catalán y han pactado con sus promotores, permitiéndoles el asesinato de todo sentimiento de amor a la patria común, una locura mezquina y sucia por la que los González, Aznar, Zapatero y Rajoy, con todos sus colaboradores inmediatos, deberían pagar.
Francisco Rubiales
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