Exhumar a Franco, esa maniobra en la que el gobierno socialista ha concentrado su principal empeño, como si abrir una tumba y mover de sitio una momia carcomida por casi medio siglo fuera el más grave problema de España, es una operación de baja estofa política cuyos únicos objetivos son dividir a los españoles, enfrentarlos y obtener una buena cosecha de votos de los resentidos y amargados.
Franco no era más que un recuerdo para nostálgicos que se apagaba poco a poco, pero la imbecilidad del sanchismo lo ha convertido en una palanca para el odio y la división que por añadidura encumbra al dictador y lo convierte en leyenda.
Sin embargo, inhumar el sanchismo significaría para España regeneración y erradicación de la vieja política, esa llena de miseria que prostituye la democracia, envilece la relación entre españoles, envenena la convivencia, estimula la ruptura de la nación, degrada la justicia y pone en peligro la prosperidad.
El "sanchismo" es una enfermedad degenerativa del socialismo, peor todavía que el "zapaterismo" porque ha infectado a un PSOE debilidado y din defensas democráticas porque ya padeció antes la enfermedad grave del zapaterismo, que postró a España, indignó a los españoles y estuvo a punto de conseguir el fracaso y la ruina de la nación.
El pacto de Pedro Sánchez, para alcanzar el poder, con la España del odio y la parte más envilecida y desleal de la política española, la que agrupa a los proretarras, totalitarios e independentistas, fue una traición tan sucia y deleznable que invalida todo gobierno futuro del sanchismo y lo marca para siempre como error histórico y momento de suprema bajeza en la historia de la España contemporánea. Su empeño en gobernar contra el bien común y la voluntad popular de más de media España, abriendo de par en par las puertas a una inmigración sin filtros ni controles, que llena nuestras calles y plazas de vagos, aspirantes a subvenciones y delincuentes de todo tipo, es otro pecado brutal, casi tan condenable e incomprensible como sus erróneas medidas económicas, marcadas por los impuestos abusivos, el gasto excesivo y el constante incremento del tamaño de un Estado tan preñado de parásitos con carné de partido que ya es insostenible y requiere masas tan enormes de dinero que ponen en peligro las pensiones y la calidad de servicios públicos tan fundamentales como la educación, la salud y la seguridad ciudadana.
Así que, bien pensado y reflexionado, lo que España de verdad necesita no es la exhumación electoralista de Franco, sino el entierro racional y saludable de todo lo que Pedro Sánchez representa de decadencia, injusticia, inmoralidad y avance hacia la degeneración y el fracaso.
Francisco Rubiales
Franco no era más que un recuerdo para nostálgicos que se apagaba poco a poco, pero la imbecilidad del sanchismo lo ha convertido en una palanca para el odio y la división que por añadidura encumbra al dictador y lo convierte en leyenda.
Sin embargo, inhumar el sanchismo significaría para España regeneración y erradicación de la vieja política, esa llena de miseria que prostituye la democracia, envilece la relación entre españoles, envenena la convivencia, estimula la ruptura de la nación, degrada la justicia y pone en peligro la prosperidad.
El "sanchismo" es una enfermedad degenerativa del socialismo, peor todavía que el "zapaterismo" porque ha infectado a un PSOE debilidado y din defensas democráticas porque ya padeció antes la enfermedad grave del zapaterismo, que postró a España, indignó a los españoles y estuvo a punto de conseguir el fracaso y la ruina de la nación.
El pacto de Pedro Sánchez, para alcanzar el poder, con la España del odio y la parte más envilecida y desleal de la política española, la que agrupa a los proretarras, totalitarios e independentistas, fue una traición tan sucia y deleznable que invalida todo gobierno futuro del sanchismo y lo marca para siempre como error histórico y momento de suprema bajeza en la historia de la España contemporánea. Su empeño en gobernar contra el bien común y la voluntad popular de más de media España, abriendo de par en par las puertas a una inmigración sin filtros ni controles, que llena nuestras calles y plazas de vagos, aspirantes a subvenciones y delincuentes de todo tipo, es otro pecado brutal, casi tan condenable e incomprensible como sus erróneas medidas económicas, marcadas por los impuestos abusivos, el gasto excesivo y el constante incremento del tamaño de un Estado tan preñado de parásitos con carné de partido que ya es insostenible y requiere masas tan enormes de dinero que ponen en peligro las pensiones y la calidad de servicios públicos tan fundamentales como la educación, la salud y la seguridad ciudadana.
Así que, bien pensado y reflexionado, lo que España de verdad necesita no es la exhumación electoralista de Franco, sino el entierro racional y saludable de todo lo que Pedro Sánchez representa de decadencia, injusticia, inmoralidad y avance hacia la degeneración y el fracaso.
Francisco Rubiales