Información y Opinión

Europa pierde el tren del futuro





Por Francisco Rubiales

Europa camina claramente hacia la debilidad. En su horizonte inmediato despuntan grandes amanazas muy destructivas, entre las que destacan la "división", la "cobardía", la "demografía" y la "incapacidad para desarrollarse en la sociedad actual", todas ellas agravadas por un sentimiento complejo de envidia y de rechazo a Estados Unidos que debilita aquella "Alianza Atlantica" que ha sido en eje del poder en el siglo XX y que es probable que le aleje en el futuro de la prosperidad y del centro del poder mundial.

La división es la más inmediata de las amenazas que acechan a Europa. En estos momentos hay más fuerzas centrífugas en acción que centrípetas. Gran Bretaña, Irlanda, Italia e, incluso, España, a pesar de las dudas y torpezas del gobierno socialista de Zapatero, miran cada día con mayor interés hacia Estados Unidos e incrementan su desconfianza con respecto a una Alemania y Francia que siguen empeñadas en construir la Unión Europea en base a sus intereses, mientras que los paises del Este recien incorporados a la Unión empiezan a pensar que tal vez han hecho un mal negocio uniéndose a un mundo europeo en declive. Si las tendencias de ruptura, muy fuertes tras los "noes" de Francia y Holanda al proyecto de Constitución Europea, se imponen, Europa se disgregará y será presa facil de sus fantasmas históricos: las rencillas que suelen terminar en guerra, la envidia y la eterna duda entre el atlantismo y la política continental.

La cobardía es, sin embargo, el rasgo más preocupante de la actual cultura europea. Sin orgullo por su historia, acomplejada frente a Estados Unidos y frente a la pujante cultura islámica, empeñada en conservar con avaricia la riqueza que consiguió en la etapa industrial y con problemas estructurales de gran calado, como la debilidad de su sociedad civil y el excesivo poder del Estado y de sus partidos políticos, transformados en castas dominantes, Europa no tiene hoy arrestos para plantar cara a las culturas que la invaden, ni sabe cómo hacer frente al terrorismo, ni integrar a los muchos millones de inmigrantes musulmanes que se establecen en sus ciudades, frente a los cuales demuestra una peligrosa debilidad y cobardía.

La demografía es, sin embargo, la mayor pesadilla inmediata de los europeos, que se casan tarde y que no tienen hijos, cometiendo así el error de anteponer la comodidad y el hedonismo a su supervivencia como pueblo y como cultura. La pesadilla demográfica es la que ha llevado a pensadores como Bernadr Lewis a sostener que Europa será pronto una parte del Occidente árabe, del magreb, porque los turcos de Alemania, los pakistaníes de Gran Bretaña y los Marroquies y argelinos de Francia, Italia y España sí tienen hijos, nunca se integran y comenzarán a constituir mayorías electorales en la segunda mitad del siglo XXI.

La incapacidad para adaptarse a la nueva sociedad del conocimiento es, sin embargo, la peor amenaza para una Europa que se muestra incapaz de recuperar el retraso en innovación y tecnología que acumula ante Estados Unidos y Japón. Más preocupada por el bienestar que por el esfuerzo y lastrada penosamente por Estados y burocracias administrativas demasiado poderosas y alejadas de la ciudadanía, Europa se está mostrando torpe e inepta a la hora de investigar, de transformar la ciencia en tecnología y de abrir nuevos caminos a sus empresas.

Todos estos problemas y amenazas pueden convertir a Europa en una región de segundo nivel, desplazada del poder por países que ya se perfilan como las grandes potencias de la segunda mitad del siglo: Estados Unidos, China, India y, probablemente, una Rusia recuperada.




Franky  
Jueves, 28 de Julio 2005
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