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Tengo un amigo socialista, alto cargo, al que sólo recurro de tarde en tarde, para pedirle opinión, sólo cuando no entiendo algo o estoy contra las cuerdas, intelectualmente. Lo hice hace unos días para preguntarle ¿que encierra el Estatuto de Andalucía? ¿Por qué tanto esfuerzo en aprobarlo, cuando nadie lo pide, ni lo demanda, ni lo añora, ni lo conoce, en esta tierra nuestra andaluza?.
La respuesta fue antológica: "Gracias al Estatuto hemos ganado el Guadalquivir entero" y me explicó que el Estatuto Andaluz, el Catalán, en Valenciano y cualquier otro que se apruebe en el futuro únicamente tiene una razón de ser: más poder para los gobiernos autonómicos.
"No olvides que el rasgo principal del Estado español actual es el poder de los gobiernos autonómicos, cada día mayor".
Entre las competencias que agrega el nuevo estatuto a las ya existentes figuran las del rio Guadalquivir, antes en manos del gobierno central, muy importantes, muy bien dotadas económicamente y de gran valor estratégico para Andalucía.
Le pregunté entonces: ¿Por qué razón el lider popular andaluz, Javier Arenas, ha apoyado este nuevo estatuto, a pesar de las reservas de su partido y de que, obviamente, ese apoyo beneficia al PSOE?
La respuesta, más que antológica es sublime y depresiva: "Entre los políticos existe una fuerte complicidad basada en el corporativismo y en el apoyo mútuo como clase privilegiada. Los políticos se apoyan unos a otros como hacen los ricos, sean del partido que sean. Saben que forman parte de la oligarquía dominante y quieren, por encima de cualquier otra consideración, incluso ideológica, conservar y, si es posible, incrementar sus poderes y privilegios. Javier Arenas cree que algún día su partido gobernará Andalucía y quiere administrar entonces la mayor cuota de poder posible. No hay ningún otros secreto, ni otra clave que no sea la ambición y la solidaridad entre los amos del mundo".
Aunque no me lo dijo esta vez, mi amigo socalista, en otros contactos del pasado afirmó que los políticos "estamos seguros y podemos acumular poder sin temor alguno, porque la rebeldía del pueblo ha sido desmontada y la gente se ha vuelto sumisa. Nuestros líderes ni siquiera temen ya un golpe militar. Nos ampara la legalidad democrática y nos sentimos con la vía despejada para seguir acumulando poder y privilegios".
La respuesta fue antológica: "Gracias al Estatuto hemos ganado el Guadalquivir entero" y me explicó que el Estatuto Andaluz, el Catalán, en Valenciano y cualquier otro que se apruebe en el futuro únicamente tiene una razón de ser: más poder para los gobiernos autonómicos.
"No olvides que el rasgo principal del Estado español actual es el poder de los gobiernos autonómicos, cada día mayor".
Entre las competencias que agrega el nuevo estatuto a las ya existentes figuran las del rio Guadalquivir, antes en manos del gobierno central, muy importantes, muy bien dotadas económicamente y de gran valor estratégico para Andalucía.
Le pregunté entonces: ¿Por qué razón el lider popular andaluz, Javier Arenas, ha apoyado este nuevo estatuto, a pesar de las reservas de su partido y de que, obviamente, ese apoyo beneficia al PSOE?
La respuesta, más que antológica es sublime y depresiva: "Entre los políticos existe una fuerte complicidad basada en el corporativismo y en el apoyo mútuo como clase privilegiada. Los políticos se apoyan unos a otros como hacen los ricos, sean del partido que sean. Saben que forman parte de la oligarquía dominante y quieren, por encima de cualquier otra consideración, incluso ideológica, conservar y, si es posible, incrementar sus poderes y privilegios. Javier Arenas cree que algún día su partido gobernará Andalucía y quiere administrar entonces la mayor cuota de poder posible. No hay ningún otros secreto, ni otra clave que no sea la ambición y la solidaridad entre los amos del mundo".
Aunque no me lo dijo esta vez, mi amigo socalista, en otros contactos del pasado afirmó que los políticos "estamos seguros y podemos acumular poder sin temor alguno, porque la rebeldía del pueblo ha sido desmontada y la gente se ha vuelto sumisa. Nuestros líderes ni siquiera temen ya un golpe militar. Nos ampara la legalidad democrática y nos sentimos con la vía despejada para seguir acumulando poder y privilegios".