Si queremos recuperar la libertad y derrotar a los políticos tiranos y esclavizadores, necesitamos abrir el cerebro que nos han abotargado y usarlo.
Las leyes se imponen al pueblo, que nunca es consultado y las decisiones se adoptan tras escuchar a los grandes poderes mundiales, no a los ciudadanos. El interés general y el bien común han quedado desplazados por el poder mundial.
Utilizan la manipulación y la mentira para gobernar; cada vez dimiten menos cuando cometen errores; conviven con la corrupción; obedecen a élites ocultas muy poderosas, no a sus pueblos, a los que han traicionado; la separación de poderes es cada día más ficticia; la sociedad civil está prácticamente ocupada y aniquilada por el poder político; las elecciones se manipulan con más o menos descaro; la Justicia se pretende controlar desde el poder; los partidos políticos son maquinarias de poder que ignoran a los ciudadanos y que funcionan sin controles ni frenos.
No todos los países han asesinado sus democracias y algunos resisten, pero no es el caso de España, que es de los que ya contemplan el cadáver del viejo sistema sobre la mesa de mármol, tras haberlo sustituido por un sucio cónclave de tiranos que muchas veces se comporta como enemigo de su propio pueblo.
Las democracias exigen que las leyes, los impuestos y las grandes decisiones que afectan a las naciones y pueblos sean asumidas por la mayoría de los ciudadanos, pero los nuevos tiranos imponen las leyes, los impuestos y los cambios por decreto. Son sicarios que han recibido el encargo de matar la democracia.
El gobierno español es un modelo de sometimiento al poder mundial y de desprecio a las reglas de la democracia. Sánchez y los suyos quieren controlar el Tribunal Constitucional y para lograrlo cambian las reglas que ellos mismos aprobaron no hace mucho. El fin justifica los medios, como ocurre siempre en las tiranías.
El enemigo está cambiando velozmente, bajo las ordenes de las élites que se esconden. Los gobiernos temen más a su propio pueblo que al ataque de otro país porque las élites les han garantizado que no habrá guerras entre sus cómplices. Al que temen es al propio pueblo, conscientes de que está siendo ultrajado y puede rebelarse. Los ejércitos se transforman, poco a poco, en ONGs y las policías son fuertemente armadas y mimadas para que sean eficaces en contrainsurgencia, en reprimir a la población.
El mundo se está haciendo peor y para disimularlo se inventan causas y batallas artificiales, como el ecologismo, el calentamiento global, el feminismo, los derechos de los LGTBI, olvidándose de males mayores como la escasez de libertad, la opresión, la corrupción y los abusos del globalismo.
El mundo que nos están construyendo es más corrupto, canalla y miserable que el de antes. Hay una conspiración en marcha, en la que participan los políticos traidores a la democracia, cuyo objetivo es someter a los pueblos y dominarlos a través de las dictaduras travestidas de democracias, el engaño mediático y la utilización intensa de la mentira, la censura y la opresión disimulada.
El gran problema es que con la democracia están matando también a la libertad y a todo lo que hace al ser humano más libre y poderoso: la religión, la verdad, la educación, la prosperidad y el pensamiento crítico.
Los efectos del drama ya son visibles. Los años de deterioro de la educación están fabricando torpeza y estupidez. La inteligencia humana no deja de menguar y lo hace a una velocidad preocupante. Para darse cuenta de la gravedad del asunto tan sólo hay que echar un vistazo a los resultados de los test de inteligencia realizados en las últimas décadas y comprobar que cada nueva generación se está dejando nada más y nada menos que siete puntos en comparación con la anterior.
El asesinato de la democracia es un proceso paralelo al profundo deterioro del liderazgo. Ya no son los mejores los que gobiernan el mundo y los más crueles, osados, corruptos y viciosos gobiernan ya muchas naciones. El robo y el enriquecimiento ilícito de los políticos está tan extendido que ya nos parecen normales. Hay ya muchos países gobernados por corruptos, pedófilos, ladrones y hasta maltratadores y asesinos.
En Venezuela, Nicaragua, Cuba y otros países hay verdaderos monstruos manchados de sangre al frente del Estado.
A Sánchez, presidente del gobierno de España, le llueven las acusaciones, muchas de ellas sustentadas por profesionales de la psicología y la salud mental, de padecer profundos trastornos graves de psicopatía.
Si no reaccionamos pronto contra este asesinato de la democracia y la libertad, estamos perdidos.
Francisco Rubiales
Utilizan la manipulación y la mentira para gobernar; cada vez dimiten menos cuando cometen errores; conviven con la corrupción; obedecen a élites ocultas muy poderosas, no a sus pueblos, a los que han traicionado; la separación de poderes es cada día más ficticia; la sociedad civil está prácticamente ocupada y aniquilada por el poder político; las elecciones se manipulan con más o menos descaro; la Justicia se pretende controlar desde el poder; los partidos políticos son maquinarias de poder que ignoran a los ciudadanos y que funcionan sin controles ni frenos.
No todos los países han asesinado sus democracias y algunos resisten, pero no es el caso de España, que es de los que ya contemplan el cadáver del viejo sistema sobre la mesa de mármol, tras haberlo sustituido por un sucio cónclave de tiranos que muchas veces se comporta como enemigo de su propio pueblo.
Las democracias exigen que las leyes, los impuestos y las grandes decisiones que afectan a las naciones y pueblos sean asumidas por la mayoría de los ciudadanos, pero los nuevos tiranos imponen las leyes, los impuestos y los cambios por decreto. Son sicarios que han recibido el encargo de matar la democracia.
El gobierno español es un modelo de sometimiento al poder mundial y de desprecio a las reglas de la democracia. Sánchez y los suyos quieren controlar el Tribunal Constitucional y para lograrlo cambian las reglas que ellos mismos aprobaron no hace mucho. El fin justifica los medios, como ocurre siempre en las tiranías.
El enemigo está cambiando velozmente, bajo las ordenes de las élites que se esconden. Los gobiernos temen más a su propio pueblo que al ataque de otro país porque las élites les han garantizado que no habrá guerras entre sus cómplices. Al que temen es al propio pueblo, conscientes de que está siendo ultrajado y puede rebelarse. Los ejércitos se transforman, poco a poco, en ONGs y las policías son fuertemente armadas y mimadas para que sean eficaces en contrainsurgencia, en reprimir a la población.
El mundo se está haciendo peor y para disimularlo se inventan causas y batallas artificiales, como el ecologismo, el calentamiento global, el feminismo, los derechos de los LGTBI, olvidándose de males mayores como la escasez de libertad, la opresión, la corrupción y los abusos del globalismo.
El mundo que nos están construyendo es más corrupto, canalla y miserable que el de antes. Hay una conspiración en marcha, en la que participan los políticos traidores a la democracia, cuyo objetivo es someter a los pueblos y dominarlos a través de las dictaduras travestidas de democracias, el engaño mediático y la utilización intensa de la mentira, la censura y la opresión disimulada.
El gran problema es que con la democracia están matando también a la libertad y a todo lo que hace al ser humano más libre y poderoso: la religión, la verdad, la educación, la prosperidad y el pensamiento crítico.
Los efectos del drama ya son visibles. Los años de deterioro de la educación están fabricando torpeza y estupidez. La inteligencia humana no deja de menguar y lo hace a una velocidad preocupante. Para darse cuenta de la gravedad del asunto tan sólo hay que echar un vistazo a los resultados de los test de inteligencia realizados en las últimas décadas y comprobar que cada nueva generación se está dejando nada más y nada menos que siete puntos en comparación con la anterior.
El asesinato de la democracia es un proceso paralelo al profundo deterioro del liderazgo. Ya no son los mejores los que gobiernan el mundo y los más crueles, osados, corruptos y viciosos gobiernan ya muchas naciones. El robo y el enriquecimiento ilícito de los políticos está tan extendido que ya nos parecen normales. Hay ya muchos países gobernados por corruptos, pedófilos, ladrones y hasta maltratadores y asesinos.
En Venezuela, Nicaragua, Cuba y otros países hay verdaderos monstruos manchados de sangre al frente del Estado.
A Sánchez, presidente del gobierno de España, le llueven las acusaciones, muchas de ellas sustentadas por profesionales de la psicología y la salud mental, de padecer profundos trastornos graves de psicopatía.
Si no reaccionamos pronto contra este asesinato de la democracia y la libertad, estamos perdidos.
Francisco Rubiales