José Manuel García-Margallo, ministro de Asuntos Exteriores en funciones, tiene acostumbrados a los españoles a sus salidas de todo y a ciertos brotes de sinceridad sorprendentes. Pero el que tuvo el pasado 8 de septiembre, en el programa “El Cascabel” del canal 13TV , fue memorable. Margallo, al ser preguntado por el presentador, Antonio Jiménez, sobre las terceras votaciones, afirmó que “en unas terceras elecciones nos podemos encontrar con una abstención del 50%, es decir, una deslegitimación absoluta de todos los partidos”, “…y del sistema”.
Esta afirmación es un elocuente lapsus del ministro, que ha expresado lo que todo demócrata sabe: que la abstención es la mejor forma de desligitimar al régimen del 78.
El fin de la partitocracia corrupta en Italia se produjo porque la sociedad tomó conciencia de que había que cambiar las reglas del juego si se quería acabar con aquel sistema. Era imposible hacer justicia contra la corrupción sin modificar las reglas del juego político. La acción conjunta de ciudadanos, jueces y periodistas acabó finalmente con el estercolero italiano, en los años ochenta del pasado siglo.
El sistema español está paralizado y en crisis profunda, no sólo porque los partidos son incapaces de pactar un gobierno, sino porque el divorcio entre políticos y ciudadanos es profundo, porque el rechazo ciudadano a la clase dirigente se está convirtiendo en odio y porque la sociedad, mal gobernada y descontenta con la deriva política, empieza a resquebrajarse y paralizarse, afectando a la integridad del territorio, a la convivencia, al desarrollo de la economía, a la confianza y la esperanza.
La solución del problema español pasa por cambiar el actual sistema por otro que sea verdaderamente democrático, con partidos y políticos bajo el control de las leyes y de los ciudadanos, acabando con la actual impunidad y obligando a la clase dirigente a que rinda cuenta de sus actos y pague por sus errores, abusos y desmanes.
Es impensable que esos pasos hacia la decencia lo den, por voluntad propia, unos políticos que viven de lujo con el actual sistema viciado, donde la Justicia está politizada, los ciudadanos carecen de representación real, los políticos no rinden cuenta de sus actos, gobiernan con un cheque en blanco y se atiborran de privilegios y ventajas, sin los controles, frenos y contrapesos que establecen las democracias cuando son auténticas.
La desintegración de la España política ya ha comenzado, aunque muchos no la perciban todavía, y pronto será visible cuando los medios de comunicación y los jueces, para escapar del barco que se hunde, empiecen a revelar las verdades que ocultan y a castigar a los delincuentes que ahora se escapan sin pagar por sus abusos, robos y daños a la nación.
Que nadie se equivoque porque en España será el pueblo el que diga ¡Basta ya!, no la clase política.
Y la primera gran oportunidad para lograrlo será en diciembre, cuando las urnas se abran en las terceras elecciones, probablemente el día de Navidad, una fiesta familiar y religiosa que, por la demencia de la clase política actual, va a ser "contaminada" con un proceso electoral que recibirá un rechazo profundo por parte de la ciudadanía.
Por lo pronto, los periodistas ya han dicho que boicotearán la cobertura informativa de las elecciones si se celebran el 25 de diciembre, la fecha perversamente fijada por el partido de Rajoy.
Francisco Rubiales
Esta afirmación es un elocuente lapsus del ministro, que ha expresado lo que todo demócrata sabe: que la abstención es la mejor forma de desligitimar al régimen del 78.
El fin de la partitocracia corrupta en Italia se produjo porque la sociedad tomó conciencia de que había que cambiar las reglas del juego si se quería acabar con aquel sistema. Era imposible hacer justicia contra la corrupción sin modificar las reglas del juego político. La acción conjunta de ciudadanos, jueces y periodistas acabó finalmente con el estercolero italiano, en los años ochenta del pasado siglo.
El sistema español está paralizado y en crisis profunda, no sólo porque los partidos son incapaces de pactar un gobierno, sino porque el divorcio entre políticos y ciudadanos es profundo, porque el rechazo ciudadano a la clase dirigente se está convirtiendo en odio y porque la sociedad, mal gobernada y descontenta con la deriva política, empieza a resquebrajarse y paralizarse, afectando a la integridad del territorio, a la convivencia, al desarrollo de la economía, a la confianza y la esperanza.
La solución del problema español pasa por cambiar el actual sistema por otro que sea verdaderamente democrático, con partidos y políticos bajo el control de las leyes y de los ciudadanos, acabando con la actual impunidad y obligando a la clase dirigente a que rinda cuenta de sus actos y pague por sus errores, abusos y desmanes.
Es impensable que esos pasos hacia la decencia lo den, por voluntad propia, unos políticos que viven de lujo con el actual sistema viciado, donde la Justicia está politizada, los ciudadanos carecen de representación real, los políticos no rinden cuenta de sus actos, gobiernan con un cheque en blanco y se atiborran de privilegios y ventajas, sin los controles, frenos y contrapesos que establecen las democracias cuando son auténticas.
La desintegración de la España política ya ha comenzado, aunque muchos no la perciban todavía, y pronto será visible cuando los medios de comunicación y los jueces, para escapar del barco que se hunde, empiecen a revelar las verdades que ocultan y a castigar a los delincuentes que ahora se escapan sin pagar por sus abusos, robos y daños a la nación.
Que nadie se equivoque porque en España será el pueblo el que diga ¡Basta ya!, no la clase política.
Y la primera gran oportunidad para lograrlo será en diciembre, cuando las urnas se abran en las terceras elecciones, probablemente el día de Navidad, una fiesta familiar y religiosa que, por la demencia de la clase política actual, va a ser "contaminada" con un proceso electoral que recibirá un rechazo profundo por parte de la ciudadanía.
Por lo pronto, los periodistas ya han dicho que boicotearán la cobertura informativa de las elecciones si se celebran el 25 de diciembre, la fecha perversamente fijada por el partido de Rajoy.
Francisco Rubiales