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Estados Unidos es el país más poderoso del mundo porque tiene una constitución democrática



Estados Unidos es el país más poderoso del mundo porque tiene una constitución democrática y porque sus hombres y mujeres son libres. En Europa nadie reconoce que el declive que padecen sus países y el avance de la pobreza son la causa directa de la falta de democracia y del poder excesivo del Estado. Para desgracia de sus ciudadanos, a los que se les imponen políticos contrarias a sus deseos y se les suben impuestos sin piedad, en Europa sobrevive todavía aquel "antiguo régimen", propio de esclavos, que dijeron que había quedado abolido tras la Revolución Francesa.

La potencia de Estados Unidos tiene su origen en la vigencia en ese país de la democracia y la libertad.
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La verdad os hará libres y la democracia os hará fuertes. Un sistema político justo y eficiente que garantice las libertades y derechos no sólo produce satisfacción a los ciudadanos, sino que también genera naciones prósperas y poderosas. Los Estados Unidos son la gran demostración de que la democracia hace fuertes y prósperas a las naciones. pero hay otros ejemplos.

La Constitución de la república de Estados Unidos fue elaborada a finales del siglo XVIII en la llamada «Convención de Filadelfia», que reunió en esta ciudad a cincuenta y cinco delegados de los entonces trece Estados existentes. De los trabajos de la «Convención de Filadelfia» surgió un documento que, por primera vez en la Historia en un territorio de grandes dimensiones, proporcionó libertad política y protagonismo al ciudadano, otorgándole poderes y mecanismos para influir y mandar, fundamentos de la verdadera democracia.

Gracias a ese sistema, propio de hombres y mujeres libres, Estados Unidos comenzó a crecer hasta convertirse en el país más poderoso y en la primera economía del mundo.

¿Qué tiene que ver la Constitución norteamericana con las constituciones europeas y con el sistema político vigente en Europa? En realidad muy poco y las grandes diferencias son dos: el Estado europeo es demasiado poderoso, siempre tiende a crecer y a llenarse de políticos y burócratas que siempre imponen sus criterios sobre la voluntad popular, lo que desvirtúa, degrada la democracia y resta a las naciones fuerza y capacidad para avanzar hacia la prosperidad.

Si la comparación se realiza con países con sistemas democráticos especialmente degradados y con ciudadanos tan marginados y poco influyentes como España, la comparación se torna hiriente porque parecen dos sistemas separados por un foso plagado de políticos, burócratas y privilegios, algunos casi medievales, donde la carencia de libertades, derechos y estímulos, frena, oprime y resta futuro e ilusión a la sociedad.

La Constitución Española, a la que algunos defienden todavía, es la que ha propiciado nuestra falsa democracia, actual corrupción, abusos de poder, rechazo popular a la clase política, rebeldía ciudadana y esas divisiones internas que están a punto de destrozar la unidad, una situación que, si se analiza sin pasión y con frialdad de mente, es lógica si se tiene en cuenta que más que una democracia, España padece una dictadura encubierta de partidos políticos, políticos profesionales y burócratas que se consideran dueños de un Estado sin ciudadanos y sis leyes que sean justas e iguales para todos.

La Constitución Española ni siquiera garantiza lo que se considera como la esencia de la democracia: que los representantes elegidos representen a los ciudadanos y defiendan sus derechos y deseos en el Congreso. En España, vergonzosamente, los elegidos solo representan a sus partidos y responden sólo ante las cúpulas de sus respectivas formaciones.

Las diferencias entre una Constitución y otra son muchas, pero se resumen en tres: La de Estados Unidos tiene protagonismo ciudadano, garantiza las libertades y derechos e impulsa el progreso, mientras la española destierra al ciudadano, no garantiza nada porque el Estado ni siquiera cumple sus mandatos y en la práctica frena el verdadero progreso.

Es penoso que no se comprenda que Estados Unidos es el único país del mundo en el que las personas son, libres de verdad y que esa sea la razón clave que explica que haya llegado a ser la nación más poderosa del mundo, con impuestos muy bajos, pocos políticos en activo, escasos privilegios de la clase política y mucho poder e influencia en manos de la ciudadanía, que los ejerce cuando la nación lo demanda.

En la España enferma del presente, el gobierno está a punto de subir de nuevo los impuestos para ajustarse al déficit impuesto por Bruselas, una medida contraria a los criterios de su ciudadanía, que una vez más son ignorados por los políticos. Los ciudadanos opinan que antes de subir todavía más la ya insoportable presión fiscal, los políticos deberían someterse a un ahorro intenso y abrazar la austeridad en un Estado que tiene más políticos a sueldo que Francia, Inglaterra y Alemania juntos, pero que se niega a cerrar instituciones inútiles, a prescindir de privilegios que superan a los que tuvieron en el "Antiguo Régimen" la nobleza y el clero y a adelgazar un Estado que está enfermo de obesidad y que es prácticamente insostenible por los gastos que genera.

Europa es un paraíso para los partidos y los políticos, mientras que Estados Unidos lo es para el pueblo y el ciudadano. Es una diferencia tan inmensa que mientras el sistema, en los USA, genera innovación y creación de empresas, en Europa crea miedo y trabas. El sistema, en los USA genera patriotismo, orgullo de ser americanos y unidad, mientras que en España genera desunión, nacionalismos radicales, procesos independentistas, partidos populistas radicalizados, una profunda vergüenza ciudadana ante su clase dirigente y hasta miedo de muchos a exhibir los símbolos patrios, sobre todo la bandera y el himno.

Las leyes hicieron a los americanos iguales, pero en España los políticos optaron por otorgar privilegios al voto nacionalista, mediante un sistema electoral desigual, que otorga más valor a unos votantes que a otros, un error antidemocrático que a la larga ha generado procesos de ruptura y agravios insoportables de desigualdad.

La Constitución hizo de los americanos ciudadanos libres, vigilantes y protagonistas, mientras que la Constitución española sólo logra eso con los políticos, relegando al ciudadano a un papel detestable de sometido carente de influencia y sin protección ante el poder desmesurado de su Estado.

Y lo más grave es que, en lugar de reconocer estas verdades fundamentales y la superioridad de los hombres libres sobre los sometidos a Estados hinchados y arrogantes, muchos españoles siguen gritando, desde la estupidez, que los Estados Unidos son una sociedad peor y menos libre que la nuestra.


Francisco Rubiales

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Jueves, 1 de Diciembre 2016
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