Parece que McCain se aleja de Bush, pero no es cierto. Más que marcar distancia, el candidato republicano está construyendo su propio perfil como presidente, diferenciándose en matices, pero no en la línea fundamental, que sigue siendo la misma: alimentar la hegemonía de los Estados Unidos en el mundo, utilizando la democracia como punta de lanza.
Pese a las apariencias, pocos cambios podrá hacer el nuevo inquilino que entre en la Casa Blanco el 20 de enero de 2009, tanto si es demócrata como si es republicano, porque en la política americana, diametralmente diferente a la europea, los presidentes sirven al país antes que a su partido, a todos los ciudadanos antes que a los que le votaron, un comportamiento que contrasta con lo que ocurre en Europa y garantiza más la calidad en la democracia y más solvencia del poder.
Muchos dirigentes europeos y no pocos comentaristas políticos se equivocan al esperar grandes cambios, difíciles incluso si ganaran la presidencia Obama o Hillary, porque olvidan otro rasgo decisivo de la política de Washington: contrariamente a lo que ocurre en Europa, cuya democracia está infectada de partitocracia, los presidentes norteamericanos sirven a los intereses de Estados Unidos antes que a los intereses de sus propios partidos o de los demás países del mundo, incluídos los aliados.
John McCain, que es el candidato que más sintoniza con Bush, sobre todo con el segundo mandato del actual presidente, ha dejado claro que su presidencia sería continuista en su discurso pronunciado en Los Ángeles, el 26 de marzo. Las palabras y la retórica de McCain parecen distanciarse de la línea de Bush, pero son muy parecidas. Es cierto que ha dicho que "odia la guerra" y que cerrará Guantánamo y que se ocupará de combatir el sobrecalentamiento de la Tierra, pero también ha dicho que no se excusará ante los aliado que piensan que en los USA se tortura a los terroristas, que no cederá un sólo palmo en la guerra de Irak y que combatirá a los países que quieran dotarse de armas atómicas, que intentará formar una Alianza de Democracias, a la que concederá más protagonismo que a la vieja a inutil ONU, incorporará a la India y a Brasil al G8, que cerrará la puerta a los sueños autoritarios de Rusia y que convertirá a la OTAN en el baluarte militar de las libertades.
Suena diferente pero, en el fondo, es lo mismo. Las líneas claves de la política exterior actual serán respetadas e, incluso, acenturadas al plantearse una mayor oposición a los suelos totalitarios de Putin y al deseo de Iran de dotarse de armamento nuclear, capítulo en el que Bush ha ladrado, pero sin morder.
"Soy un idealista realista", ha dicho McCain, a quien los observadores ven cada día más cerca de la Casa Blanca, ante las debilidades de los dos candidatos demócratas. el demasiado joven e inexperto Obama y la derrotada y también mentirosa Hillary Clinton.
Pese a las apariencias, pocos cambios podrá hacer el nuevo inquilino que entre en la Casa Blanco el 20 de enero de 2009, tanto si es demócrata como si es republicano, porque en la política americana, diametralmente diferente a la europea, los presidentes sirven al país antes que a su partido, a todos los ciudadanos antes que a los que le votaron, un comportamiento que contrasta con lo que ocurre en Europa y garantiza más la calidad en la democracia y más solvencia del poder.
Muchos dirigentes europeos y no pocos comentaristas políticos se equivocan al esperar grandes cambios, difíciles incluso si ganaran la presidencia Obama o Hillary, porque olvidan otro rasgo decisivo de la política de Washington: contrariamente a lo que ocurre en Europa, cuya democracia está infectada de partitocracia, los presidentes norteamericanos sirven a los intereses de Estados Unidos antes que a los intereses de sus propios partidos o de los demás países del mundo, incluídos los aliados.
John McCain, que es el candidato que más sintoniza con Bush, sobre todo con el segundo mandato del actual presidente, ha dejado claro que su presidencia sería continuista en su discurso pronunciado en Los Ángeles, el 26 de marzo. Las palabras y la retórica de McCain parecen distanciarse de la línea de Bush, pero son muy parecidas. Es cierto que ha dicho que "odia la guerra" y que cerrará Guantánamo y que se ocupará de combatir el sobrecalentamiento de la Tierra, pero también ha dicho que no se excusará ante los aliado que piensan que en los USA se tortura a los terroristas, que no cederá un sólo palmo en la guerra de Irak y que combatirá a los países que quieran dotarse de armas atómicas, que intentará formar una Alianza de Democracias, a la que concederá más protagonismo que a la vieja a inutil ONU, incorporará a la India y a Brasil al G8, que cerrará la puerta a los sueños autoritarios de Rusia y que convertirá a la OTAN en el baluarte militar de las libertades.
Suena diferente pero, en el fondo, es lo mismo. Las líneas claves de la política exterior actual serán respetadas e, incluso, acenturadas al plantearse una mayor oposición a los suelos totalitarios de Putin y al deseo de Iran de dotarse de armamento nuclear, capítulo en el que Bush ha ladrado, pero sin morder.
"Soy un idealista realista", ha dicho McCain, a quien los observadores ven cada día más cerca de la Casa Blanca, ante las debilidades de los dos candidatos demócratas. el demasiado joven e inexperto Obama y la derrotada y también mentirosa Hillary Clinton.