El duro rostro crispado de ZP
En su huida hacia adelante y sin miedo alguno a disparar el gasto público y el endeudamiento de España, Zapatero parece haber decidido prolongar durante un año más las prestaciones por desempleo con el fin de proporcionar ayuda al millón de desempleados que ya carecen de ingresos. Esa misma medida, propuesta por Zapatero, ya fue vetada por el ministro Solbes y por la patronal española hace algunos meses, bajo el argumento de que dispararía el déficit y el endeudamiento público hasta límites insostenibles y ruinosos.
Pero ahora, una vez eliminado el obstáculo de Solbes, rodeado de un gobierno sometido y sin prestar atención alguna a las advertencias de la patronal y de cientos de técnicos y expertos, que le aconseja proteger y estimular el empleo existente en lugar de subvencionar el paro masivo generado por su política, Zapatero se dispone a adoptar una medida peligrosa y casi suicida para la economía española, aunque cargada de razones humanitarias.
Muchos españoles, al escuchar la opinión, siempre contraria y crítica de los organismos internacionales (UE, FMI, etc.) y de la gran mayoría de los expertos, y al observar la enfermiza persistencia de Zapatero en sus inútiles y suicidas estrategias contra la crisis, empiezan a pensar que el presidente podría haber perdido los papeles, estár fuera de control y estar conduciéndonos directamente al precipicio.
Si esa sospecha fuera fundada, cabe preguntarse: ¿Existen mecanismos constitucionales en España para erradicar ese problema del sistema o estaríamos obligados a soportarlo hasta que se consumara el desastre?
¿No es demencial disparar el endeudamiento y el déficit cuando los organismos internacionales y los expertos están advirtiendo a España del peligro que corre con esas medidas? ¿No es suicida disparar el gasto público cuando todos recomiendan austeridad? Promesas realizadas como las de subir las pensiones el 25 por ciento, cuando no hay dinero y los expertos de todo el planeta recomiendan austeridad frente a la crisis reflejan el desconcierto y el despropósito de un presidente de gobierno que, sin el freno técnico de Solbes y de su equipo, podrá hacer ahora lo que quiera.
¿No sería demencial utilizar la caja de reserva de la Seguridad Social para cumplir las costosas promesas de Zapatero, hechas sin otro fin que el de mantenerse en el poder? ¿No es surrealista y temerario abrir la Caja de Pandora y sacar del baul oscuro todos los fantasmas capaces de dividir a la sociedad, como el aborto, el suicidio asistido, los crímenes de la Guerra Civil y el anticlericalismo, en lugar de buscar argumentos e ideas que unan a los ciudadanos frente al drama de la crisis para que, juntos, luchemos mejor para sacar adelante el país? ¿Por qué no decir la verdad a los españoles y ocultar que de esta crisis únicamente saldremos con sangre, sudor y lágrimas? ¿Es decente y democráticamente lícito anteponer el triunfo electoral y el control del poder al bien común y a la salud del país?
Muchos ciudadanos independientes y sin filiación política, asustados ante la irracional deriva del Ejecutivo, sospechan cada día con más insistencia que Zapatero podría estar ya fuera de control, aunque, lógicamente, no podrán demostrarlo de manera concluyente hasta que el desastre hacia el que nos conducen sus errores llegue a consumarse. Muchos empiezan a sentir miedo ante su temeraria seguridad, ante la persistencia en el error, ante su fracaso continuo en la lucha contra la crisis y ante el cambio de su rostro, menos sonriente y más desencajado, y pierden el sosiego cuando contemplan la indefensión de España frente al descalabro.
¿Qué mecanismos constitucionales e institucionales existen para evitar la tragedia? ¿No tendría nada que decir el Rey? ¿Podrían hacer algo los altos tribunales? ¿Y el Consejo de Estado? ¿Y los demás partidos políticos? ¿Y las Cortes Generales? ¿Y los ciudadanos?
Preguntas inquietantes, aunque quizás las respuestas sean más inquietantes todavía.
Pero ahora, una vez eliminado el obstáculo de Solbes, rodeado de un gobierno sometido y sin prestar atención alguna a las advertencias de la patronal y de cientos de técnicos y expertos, que le aconseja proteger y estimular el empleo existente en lugar de subvencionar el paro masivo generado por su política, Zapatero se dispone a adoptar una medida peligrosa y casi suicida para la economía española, aunque cargada de razones humanitarias.
Muchos españoles, al escuchar la opinión, siempre contraria y crítica de los organismos internacionales (UE, FMI, etc.) y de la gran mayoría de los expertos, y al observar la enfermiza persistencia de Zapatero en sus inútiles y suicidas estrategias contra la crisis, empiezan a pensar que el presidente podría haber perdido los papeles, estár fuera de control y estar conduciéndonos directamente al precipicio.
Si esa sospecha fuera fundada, cabe preguntarse: ¿Existen mecanismos constitucionales en España para erradicar ese problema del sistema o estaríamos obligados a soportarlo hasta que se consumara el desastre?
¿No es demencial disparar el endeudamiento y el déficit cuando los organismos internacionales y los expertos están advirtiendo a España del peligro que corre con esas medidas? ¿No es suicida disparar el gasto público cuando todos recomiendan austeridad? Promesas realizadas como las de subir las pensiones el 25 por ciento, cuando no hay dinero y los expertos de todo el planeta recomiendan austeridad frente a la crisis reflejan el desconcierto y el despropósito de un presidente de gobierno que, sin el freno técnico de Solbes y de su equipo, podrá hacer ahora lo que quiera.
¿No sería demencial utilizar la caja de reserva de la Seguridad Social para cumplir las costosas promesas de Zapatero, hechas sin otro fin que el de mantenerse en el poder? ¿No es surrealista y temerario abrir la Caja de Pandora y sacar del baul oscuro todos los fantasmas capaces de dividir a la sociedad, como el aborto, el suicidio asistido, los crímenes de la Guerra Civil y el anticlericalismo, en lugar de buscar argumentos e ideas que unan a los ciudadanos frente al drama de la crisis para que, juntos, luchemos mejor para sacar adelante el país? ¿Por qué no decir la verdad a los españoles y ocultar que de esta crisis únicamente saldremos con sangre, sudor y lágrimas? ¿Es decente y democráticamente lícito anteponer el triunfo electoral y el control del poder al bien común y a la salud del país?
Muchos ciudadanos independientes y sin filiación política, asustados ante la irracional deriva del Ejecutivo, sospechan cada día con más insistencia que Zapatero podría estar ya fuera de control, aunque, lógicamente, no podrán demostrarlo de manera concluyente hasta que el desastre hacia el que nos conducen sus errores llegue a consumarse. Muchos empiezan a sentir miedo ante su temeraria seguridad, ante la persistencia en el error, ante su fracaso continuo en la lucha contra la crisis y ante el cambio de su rostro, menos sonriente y más desencajado, y pierden el sosiego cuando contemplan la indefensión de España frente al descalabro.
¿Qué mecanismos constitucionales e institucionales existen para evitar la tragedia? ¿No tendría nada que decir el Rey? ¿Podrían hacer algo los altos tribunales? ¿Y el Consejo de Estado? ¿Y los demás partidos políticos? ¿Y las Cortes Generales? ¿Y los ciudadanos?
Preguntas inquietantes, aunque quizás las respuestas sean más inquietantes todavía.