Reducir en un 10 por ciento el sueldo de los altos cargos, como acaba de decidir la presidenta de la comunidad de Madrid, un recorte tres veces mayor que el practicado a los empleados públicos, es regeneración, como también lo es reducir a la mitad el número de diputados de la Asamblea de Madrid. Esperanza Aguirre se ha convertido en la "bicha" de la izquierda española y de algunos sectores de su propio partido. Con sólo mencionar su nombre saltan miles de individuos cargados de odio, muchos de ellos perros al servicio de los partidos corruptos, pero la verdad es que la odian porque ella marca el camino hacia la verdadera reforma que necesita España, que es reducir las legiones de políticos parásitos que están destrozando la nación y recortar drásticamente el Estado. La Aguirre es la única política que se atreve a formular esas verdades y a transitar el camino hacia un mundo de ciudadanos, sin el actual Estado agobiante y opresor.
Muchos se preguntan por qué Esranza Aguirre es criticada con tanta frecuencia y pasión. La respuesta sólo puede ser una: es iconoclasta e inmisericorde con los ídolos intocables de la política, como son el Estado, el intervencionismo, el valor de lo colectivo y los privilegios de la casta política y, además, dice verdades en un mundo de mentiras y engaños. Una de sus últimas propuestas ha perforado la línea de flotación de la partitocracia corrupta: "No habrá ni un euro para partidos, sindicatos y patronal".
Sus enemigos dicen ahora que también es corrupta porque practica el nepotismo y tiene parientes suyos colocados en Bankia y en otras administraciones públicas. Es cierto y esas corrupciones le quitan fuerza y autoridad, pero al menos ella apuesta por la regeneración, mientras que otros miles de altos cargos y políticos estan inmersos en la corrupción, el abuso de poder, el clientelismo, el derroche, el nepotismo y decenas de males más, todos ellos consecuencia de una democracia falsa, que han manipulado y convertido en un circo nauseabundo.
Ella se declara "liberal", pero mas bien parece una liberaloide confusa, oportunista y adscrita a la derecha, un cóctel difícil de digerir. Pese a todo, ha dicho algo que suena tan bien en esta España de chorizos y sinverguenzas como lo siguiente: “en la próxima legislatura quedarán la mitad de caraduras”. También ha reconocido públicamente que "lo que quieren los ciudadanos es que nos marchemos todos los políticos". No sabemos si España sería mejor si ella mandara, pero lo que está claro es que habría muchos menos sinverguenzas y canallas ordeñando al Estado, lo que significa más dinero para todos, más decencia y más solvencia.
Los demócratas españoles no es que la veneren, entre otras razones porque su comportamiento es contradictorio y su línea política es muchas veces populista y demagoga, pero, ante la escasez de políticos decentes, están aprendiendo a apreciarla en el desesperante desierto político español, plagado de corruptos y de dictadores travestidos de demócratas.
La Asamblea de Diputados de la Comunidad de Madrid podría quedar reducida a la mitad de señorías, la mitad de sueldos, la mitad de dietas, la mitad de sumisos y prescindibles “aprietabotones” a partir del año del Señor de 2015. Pasaría de los actuales 129 diputados a 65, incorporando las pertinentes correcciones en el Estatuto de la Comunidad.
Si las ideas de Esperanza Aguirre se aplicaran en el resto de España, los políticos se morirían de rabia, pero buena parte de la crisis desaparecería y el país se liberaría de su peor lastre: 259 inútiles senadores, 350 diputados del Congreso abducidos, 54 eurodiputados que van y vienen de Bruselas, 1.206 sumisos parlamentarios autonómicos, 1.O31 diputados provinciales de Diputaciones para el desguace, 74.000 secuaces (entre alcaldes y concejales) distribuidos por la geografía municipal española y 139 representantes en Cabildos y Consejos Insulares, todos ellos ordeñando al Estado, a pesar de que todo el país es consciente de que son inútiles, superfluos y que juntos constituyen el mayor obstáculo para la regeneración y para que España vuelva a ser un pais decente y con futuro.
Si, además, esa reducción del 50 por ciento se aplicara a la casta política en generral, desaparecerían de golpe 250.000 parásitos, justo la mitad del inmenso ejército de políticos colocados por sus partidos en las administraciones e instituciones públicas, donde apenas si aportan nada, pero cobrando generosamente de los impuestos que pagamos los ciudadanos españoles, que ya son, proporcionalmente, los más injustos, esquilmadores e indecentes de toda Europa.
Esa enorme masa de políticos, empeñada en afirmar que su trabajo y aportación al Estado son imprescindibles, es la que el ciudadano rechaza y empieza a odiar. Las encuestas reflejan ya a los políticos como el segundo colectivo más odiado del país, después de los jueces, y figuran como el tercer gran problema de la nación, después del desempleo (creado por los políticos) y de la crisis económica (también acelerada y alimentada por ellos).
No existe tarea más urgente para cualquier español decente y demócrata que desparasitar el Estado español. Sin embargo, las alimañas se resisten sañudamente a dejar de chupar porque sin chupar no son nada. Es su vida.
Muchos se preguntan por qué Esranza Aguirre es criticada con tanta frecuencia y pasión. La respuesta sólo puede ser una: es iconoclasta e inmisericorde con los ídolos intocables de la política, como son el Estado, el intervencionismo, el valor de lo colectivo y los privilegios de la casta política y, además, dice verdades en un mundo de mentiras y engaños. Una de sus últimas propuestas ha perforado la línea de flotación de la partitocracia corrupta: "No habrá ni un euro para partidos, sindicatos y patronal".
Sus enemigos dicen ahora que también es corrupta porque practica el nepotismo y tiene parientes suyos colocados en Bankia y en otras administraciones públicas. Es cierto y esas corrupciones le quitan fuerza y autoridad, pero al menos ella apuesta por la regeneración, mientras que otros miles de altos cargos y políticos estan inmersos en la corrupción, el abuso de poder, el clientelismo, el derroche, el nepotismo y decenas de males más, todos ellos consecuencia de una democracia falsa, que han manipulado y convertido en un circo nauseabundo.
Ella se declara "liberal", pero mas bien parece una liberaloide confusa, oportunista y adscrita a la derecha, un cóctel difícil de digerir. Pese a todo, ha dicho algo que suena tan bien en esta España de chorizos y sinverguenzas como lo siguiente: “en la próxima legislatura quedarán la mitad de caraduras”. También ha reconocido públicamente que "lo que quieren los ciudadanos es que nos marchemos todos los políticos". No sabemos si España sería mejor si ella mandara, pero lo que está claro es que habría muchos menos sinverguenzas y canallas ordeñando al Estado, lo que significa más dinero para todos, más decencia y más solvencia.
Los demócratas españoles no es que la veneren, entre otras razones porque su comportamiento es contradictorio y su línea política es muchas veces populista y demagoga, pero, ante la escasez de políticos decentes, están aprendiendo a apreciarla en el desesperante desierto político español, plagado de corruptos y de dictadores travestidos de demócratas.
La Asamblea de Diputados de la Comunidad de Madrid podría quedar reducida a la mitad de señorías, la mitad de sueldos, la mitad de dietas, la mitad de sumisos y prescindibles “aprietabotones” a partir del año del Señor de 2015. Pasaría de los actuales 129 diputados a 65, incorporando las pertinentes correcciones en el Estatuto de la Comunidad.
Si las ideas de Esperanza Aguirre se aplicaran en el resto de España, los políticos se morirían de rabia, pero buena parte de la crisis desaparecería y el país se liberaría de su peor lastre: 259 inútiles senadores, 350 diputados del Congreso abducidos, 54 eurodiputados que van y vienen de Bruselas, 1.206 sumisos parlamentarios autonómicos, 1.O31 diputados provinciales de Diputaciones para el desguace, 74.000 secuaces (entre alcaldes y concejales) distribuidos por la geografía municipal española y 139 representantes en Cabildos y Consejos Insulares, todos ellos ordeñando al Estado, a pesar de que todo el país es consciente de que son inútiles, superfluos y que juntos constituyen el mayor obstáculo para la regeneración y para que España vuelva a ser un pais decente y con futuro.
Si, además, esa reducción del 50 por ciento se aplicara a la casta política en generral, desaparecerían de golpe 250.000 parásitos, justo la mitad del inmenso ejército de políticos colocados por sus partidos en las administraciones e instituciones públicas, donde apenas si aportan nada, pero cobrando generosamente de los impuestos que pagamos los ciudadanos españoles, que ya son, proporcionalmente, los más injustos, esquilmadores e indecentes de toda Europa.
Esa enorme masa de políticos, empeñada en afirmar que su trabajo y aportación al Estado son imprescindibles, es la que el ciudadano rechaza y empieza a odiar. Las encuestas reflejan ya a los políticos como el segundo colectivo más odiado del país, después de los jueces, y figuran como el tercer gran problema de la nación, después del desempleo (creado por los políticos) y de la crisis económica (también acelerada y alimentada por ellos).
No existe tarea más urgente para cualquier español decente y demócrata que desparasitar el Estado español. Sin embargo, las alimañas se resisten sañudamente a dejar de chupar porque sin chupar no son nada. Es su vida.