Tal vez la pólvora se prendió cuando Juan Ramón Quintás, presidente de las cajas de ahorros, dijo en días pasados que, a menos que los agentes políticos y sociales lleguen a un acuerdo, "sería conveniente celebrar elecciones generales" anticipadas para dotar al Gobierno resultante de los medios necesarios para salir de la crisis. Lo cierto es que el grito se extiende ya como la pólvora y empieza a ser coreado desde espacios y rincones insólitos.
La gente está asustada ante la deriva de España, mal gobernada por un Zapatero que, sin duda, pasará a la Historia como un fracaso de España y como el peor gobernante español desde el felón Fernando VII. Sus mentiras, sus cambios de rumbo inexplicados e inexplicables, su arrogancia, sus decisiones contrarias a la voluntad popular mayoritaria y su torpeza endémica ya no son soportables en una país que camina hacia el precipicio tras haber arrojado por la borda la riqueza que acumuló y muchos de sus logros y avances como pueblo.
Abandonado y criticado por muchos de sus antiguas aliados y cuestionado hasta por muchos dirigentes del PSOE, cuyo silencio cobarde ante los errores y daños de Zapatero, mantenido durante largos años, constituye un delito político de difícil olvido, el presidente exhibe hoy una imagen patética: la de un despojo político fracasado, que sigue sonriendo como un iluminado en medio de la tragedia.
Es más que probable que Zapatero, que en el fondo de su alma ha demostrado ser poco amigo de la democracia, autoritario, y peligrosamente ególatra, víctima ya del nefasto "Síndrome de la Moncloa", que genera aislamiento, soberbia e incapacidad en dosis casi letales, no escuche el grito creciente que le pide la dimisión y se empeñe en terminar su mandato, aunque a España le cueste la vida. El personaje da para eso y para mucho más.
También es probable que esta situación de fracaso del gobierno de Zapatero beneficie a un PP y a un Rajoy que no se merecen recoger la cosecha de la victoria porque no han hecho méritos para ello. El líder de la oposición ha apostado todas sus fichas al desastre económico de España y espera que esa tragedia le catapulte hasta el poder, olvidandose, vergonzosamente, de las muchas aspiraciones de la gente demócrata y honrada de España. Ni han sabido hacer una oposición seria, ni han logrado ganarse la confianza de los españoles, ni han tenido la valentía de prometer lo que España necesita con más urgencia: una profunda regeneración de su democracia, corrompida y degradada por los excesos y abusos de su clase política, en nada ejemplar.
Pero las cosas están llegando demasiado lejos y la urgencia mayor es erradicar el cáncer de Zapatero, capaz de infectar los órganos vitales de España a un rítmo endiablado. Aunque la operación beneficie al PP.
La gente está asustada ante la deriva de España, mal gobernada por un Zapatero que, sin duda, pasará a la Historia como un fracaso de España y como el peor gobernante español desde el felón Fernando VII. Sus mentiras, sus cambios de rumbo inexplicados e inexplicables, su arrogancia, sus decisiones contrarias a la voluntad popular mayoritaria y su torpeza endémica ya no son soportables en una país que camina hacia el precipicio tras haber arrojado por la borda la riqueza que acumuló y muchos de sus logros y avances como pueblo.
Abandonado y criticado por muchos de sus antiguas aliados y cuestionado hasta por muchos dirigentes del PSOE, cuyo silencio cobarde ante los errores y daños de Zapatero, mantenido durante largos años, constituye un delito político de difícil olvido, el presidente exhibe hoy una imagen patética: la de un despojo político fracasado, que sigue sonriendo como un iluminado en medio de la tragedia.
Es más que probable que Zapatero, que en el fondo de su alma ha demostrado ser poco amigo de la democracia, autoritario, y peligrosamente ególatra, víctima ya del nefasto "Síndrome de la Moncloa", que genera aislamiento, soberbia e incapacidad en dosis casi letales, no escuche el grito creciente que le pide la dimisión y se empeñe en terminar su mandato, aunque a España le cueste la vida. El personaje da para eso y para mucho más.
También es probable que esta situación de fracaso del gobierno de Zapatero beneficie a un PP y a un Rajoy que no se merecen recoger la cosecha de la victoria porque no han hecho méritos para ello. El líder de la oposición ha apostado todas sus fichas al desastre económico de España y espera que esa tragedia le catapulte hasta el poder, olvidandose, vergonzosamente, de las muchas aspiraciones de la gente demócrata y honrada de España. Ni han sabido hacer una oposición seria, ni han logrado ganarse la confianza de los españoles, ni han tenido la valentía de prometer lo que España necesita con más urgencia: una profunda regeneración de su democracia, corrompida y degradada por los excesos y abusos de su clase política, en nada ejemplar.
Pero las cosas están llegando demasiado lejos y la urgencia mayor es erradicar el cáncer de Zapatero, capaz de infectar los órganos vitales de España a un rítmo endiablado. Aunque la operación beneficie al PP.