El pueblo español siempre apuesta por la esclavitud y las cadenas cuando el verdadero progreso despunta por el horizonte. Probablemente es un pueblo castrado.
El grito ¡Vivan las cadenas! fue el lema acuñado por los absolutistas españoles en 1814, cuando, en la vuelta del destierro de Fernando VII, se escenificó un recibimiento popular en el que se desengancharon los caballos de su carroza, que fueron sustituidos por personas del pueblo que tiraron de ella. Ese grito esclavo representaba también el ¡Muera la libertad! y ¡El Estado es más importante que el ciudadano!
Con ese grito, muchas veces pronunciado por los españoles a lo largo de la Historia, se justificaba la traición de Fernando VII al ignorar la moderna y libertaria Constitución de 1812 y el resto de la obra legislativa de las Cortes de Cádiz, así como el retorno de España al absolutismo y a las más caducas tradiciones, corrupciones, desigualdades y vicios del poder.
Guardando las distancias, el pueblo español ha vuelto a gritar el "Vivan las caenas" el 28 de abril, día terrible en el que lo viejo derrotó a lo nuevo o, si se quiere decir de otro modo, el atraso se impuso sobre el verdadero progreso en las urnas, justo lo contrario de lo que ahora proclaman los vencedores socialistas, que presentan su victoria como un triunfo del futuro, ocultando que los partidos socialistas y sus doctrinas, en el resto del mundo, o han desaparecido o están postrados y al borde de la derrota porque el pueblo los identifica con esa política hipócrita e ineficiente del pasado que jamás soluciona los problemas, que gobierna de espaldas al bien común y que sólo utiliza el Estado de Bienestar para que los políticos se enriquezcan, los multimillonarios no paguen impuestos y para que los grandes poderes que dominan el mundo se sientan satisfechos.
Durante la reciente campaña electoral se plantearon los grandes temas que de verdad interesan a España y los únicos que pueden liderar la necesaria regeneración de nuestro país: la reconducción de las autonomías, convertidas en fuentes de despilfarro, corrupción y ruptura de España; el rediseño de una inmigración que no se controla ni se filtra, que está llenando nuestras calles y plazas de delincuentes, posibles terroristas camuflados y muchos aprovechados que no quieren integrarse porque llegan sin voluntad de trabajar, para vivir de los subsidios; la reforma de la ley electoral para lograr que cada voto valga lo mismo, en cualquier lugar de España; la reforma de la Justicia, politizada y manoseada por los partidos políticos; El cambio de las injustas leyes de género, que aplastan al varón, para que defiendan no sólo a las mujeres, sino también a los hombres, los niños y los ancianos; y un combate duro, con reformas profundas, contra abusos y dramas como la corrupción y los nacionalismos radicales que odian España. Pero todo eso fue derrotado en las urnas y, bajo el nuevo grito de "Vivan las caenas", fue elevado hasta la presidencia un Pedro Sánchez lleno de ambición, que es capaz de aliarse con la escoria de España con tal de gobernar y que presentaba un programa de impuestos altos y predominio del Estado sobre el ciudadano, que frena la economía, genera pobreza, por lo que está siendo rechazado como el veneno por el resto del mundo.
En una fecha como el 28 de abril, cuando se abrieron las urnas, se dieron dos opciones en el Estado español: una sociedad a la europea, moderna, con pocos impuestos, un Estado reducido, respeto a las reglas de la democracia y fuertes controles sobre el poder y la corrupción, o una sociedad dominada por un Estado fuerte, como quiere la izquierda, a imagen y semejanza de los viejos comunismos derrotados, con impuestos altos y un absoluto predominio del poder político y del Estado sobre la libertad y el individuo.
Y perdió la libertad.
Y ganó el pasado.
Y en el pasado nos encontramos.
Francisco Rubiales
Con ese grito, muchas veces pronunciado por los españoles a lo largo de la Historia, se justificaba la traición de Fernando VII al ignorar la moderna y libertaria Constitución de 1812 y el resto de la obra legislativa de las Cortes de Cádiz, así como el retorno de España al absolutismo y a las más caducas tradiciones, corrupciones, desigualdades y vicios del poder.
Guardando las distancias, el pueblo español ha vuelto a gritar el "Vivan las caenas" el 28 de abril, día terrible en el que lo viejo derrotó a lo nuevo o, si se quiere decir de otro modo, el atraso se impuso sobre el verdadero progreso en las urnas, justo lo contrario de lo que ahora proclaman los vencedores socialistas, que presentan su victoria como un triunfo del futuro, ocultando que los partidos socialistas y sus doctrinas, en el resto del mundo, o han desaparecido o están postrados y al borde de la derrota porque el pueblo los identifica con esa política hipócrita e ineficiente del pasado que jamás soluciona los problemas, que gobierna de espaldas al bien común y que sólo utiliza el Estado de Bienestar para que los políticos se enriquezcan, los multimillonarios no paguen impuestos y para que los grandes poderes que dominan el mundo se sientan satisfechos.
Durante la reciente campaña electoral se plantearon los grandes temas que de verdad interesan a España y los únicos que pueden liderar la necesaria regeneración de nuestro país: la reconducción de las autonomías, convertidas en fuentes de despilfarro, corrupción y ruptura de España; el rediseño de una inmigración que no se controla ni se filtra, que está llenando nuestras calles y plazas de delincuentes, posibles terroristas camuflados y muchos aprovechados que no quieren integrarse porque llegan sin voluntad de trabajar, para vivir de los subsidios; la reforma de la ley electoral para lograr que cada voto valga lo mismo, en cualquier lugar de España; la reforma de la Justicia, politizada y manoseada por los partidos políticos; El cambio de las injustas leyes de género, que aplastan al varón, para que defiendan no sólo a las mujeres, sino también a los hombres, los niños y los ancianos; y un combate duro, con reformas profundas, contra abusos y dramas como la corrupción y los nacionalismos radicales que odian España. Pero todo eso fue derrotado en las urnas y, bajo el nuevo grito de "Vivan las caenas", fue elevado hasta la presidencia un Pedro Sánchez lleno de ambición, que es capaz de aliarse con la escoria de España con tal de gobernar y que presentaba un programa de impuestos altos y predominio del Estado sobre el ciudadano, que frena la economía, genera pobreza, por lo que está siendo rechazado como el veneno por el resto del mundo.
En una fecha como el 28 de abril, cuando se abrieron las urnas, se dieron dos opciones en el Estado español: una sociedad a la europea, moderna, con pocos impuestos, un Estado reducido, respeto a las reglas de la democracia y fuertes controles sobre el poder y la corrupción, o una sociedad dominada por un Estado fuerte, como quiere la izquierda, a imagen y semejanza de los viejos comunismos derrotados, con impuestos altos y un absoluto predominio del poder político y del Estado sobre la libertad y el individuo.
Y perdió la libertad.
Y ganó el pasado.
Y en el pasado nos encontramos.
Francisco Rubiales