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España, un país marginado del progreso y con ideales obsoletos



La ideología del falso progreso está causando enormes daños a España y, en cierto modo, al gran bloque de países que hablan español en el mundo. Adoramos el progreso y nos declaramos progresistas, pero los valores de nuestro progresismo son antiguos y han quedado superados y rechazados en el resto del mundo, Nuestro progreso es, en realidad, pura regresión y una triste inmersión en el pasado.

El mundo "progre" nos mantiene, cultural, económica y políticamente, en el siglo XX y nos impide entrar en el siglo XXI. Los valores vigentes en nuestro mundo son obsoletos: dictadura, socialismo, ausencia de debate, sometimiento al poder y un mundo marcado por la división entre ricos y pobres.

En España se sigue odiando a los que triunfan y han ganado dinero, mientras en el resto del mundo se les admira. España maltrata a los empresarios que crean empleo, mientras en el resto del mundo se les mima. España sube los impuestos, mientras el resto del mundo los baja. Nuestros políticos son distintos, jamás dimiten y se niegan a rendir cuentas al pueblo, justo lo contrario de lo que hacen en nuestro entorno. Los jóvenes de España sueñan con ser políticos o funcionarios, mientras que en el resto del mundo quieren ser grandes empresarios o profesionales de éxito. Aquí se adora el socialismo y se le vota, pero en el resto del mundo se le odia como una tiranía que ha llenado el planeta de sangre.
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España está viviendo una época terrible, inmersa en las sombras de un mundo nuevo que no termina de nacer y de un mundo antiguo y obsoleto que no termina de morir. Nuestros sueños son del siglo XXI, pero nuestras realidades son del siglo XX. Estamos desquiciados en esa frontera.

España conserva intactos los valores, dramas y toda la pobreza del siglo XX, sin conseguir entrar en el siglo XXI. Siguen vigentes en España el socialismo, que es una tiranía que quedó superada tras el derribo del Muro de Berlín, la división hostil entre ricos y pobres y la envidia como gran pecado de nuestra cultura, además de matices tan desfasados como la lucha de clases, el sindicalismo y partidos políticos y gobiernos que practican la corrupción como se hacía en el siglo XIX, en tiempos de Cánovas y Sagasta.

España se ha mantenido al margen de los grandes traumas y conflictos del siglo XX, sobre todo de las dos guerras mundiales, dos acontecimientos tan potentes y dolorosos que cambiaron el mundo. En cierto modo, los españoles también habíamos quedado fuera de otros grandes acontecimientos, como la revolución industrial, que en España tuvo una repercusión limitada.

Esa ausencia de los grandes acontecimientos han hecho de España una especie de "parque Jurásico" en medio de un mundo cambiante y modernizado por los conflictos y avances. Es evidente que el franquismo aisló a España y la mantuvo al margen de acontecimientos mundiales como el auge de las democracias y su victoria sobre el socialismo. Hoy seguimos al margen de otras conquistas del planeta, como la democracia, un sistema que España desconoce porque ni siquiera conoce sus reglas básicas, sobre todo la que es fundamental, que es la vigilancia permanente de los ciudadanos a sus gobernantes para que no acumulen poder y mantenga vigentes las libertades y derechos.

España ciertamente, es hoy "diferente", como decía aquel famoso eslogan turístico. En España el Estado es mas poderosos de lo que es en las democracias, los políticos jamás dimiten , los derechos de los ciudadanos más que derechos son concesiones magnánimas de un poder que te perdona la vida cada día y los grandes resortes de la vida siguen manejados por un Estado que se ha comido a la sociedad civil.

El atraso de España incluye un aislamiento emocional que impide que la modernidad penetre en la vida de los españoles. España carece de lo que sostiene y mueve a otras naciones de nuestro entorno: metas e ideales colectivos, ilusiones, confianza en su sistema y simbiosis entre liderazgo, poder y vida.

Los españoles son los que más rechazan y odian a sus políticos en toda Europa, los que más desconfían, los que más critican su sistema y también los más pasivos y cobardes ante el abuso de poder, la injusticia y la corrupción que impregna a las instituciones y el ejercicio del poder.

España es un país que vive al margen de la modernidad y que se ha acostumbrado a mirar desde lejos los conflictos que sacuden al mundo, desde las guerras mundiales a la derrota del comunismo, desde la democracia a la globalización. Vivimos en el mundo, pero llevamos puestas unas gafas que deforman la visión y nos impiden ver lo esencial, que no es otra cosa que la libertad y la dignidad del hombre como valores intocables. Aquí, en España, esos valores están tan debilitados que no figuran en el catálogo de las cosas esenciales.

El drama español es aplicable, en gran medida, a todo el mundo que habla nuestro idioma. América Latina vive aislamientos similares y se ha acostumbrado a mirar hacia el pasado mas que hacia el futuro. Las viejas ideologías que esclavizan siguen allí vigentes. En ningún otro continente del mundo hay tantos países sometidos a dictaduras de izquierda que ya carecen de sentido en el mundo actual: Cuba, Nicaragua, Venezuela y otras que pugnan por triunfar con el incomprensible apoyo de los votantes, como ocurrió en Bolivia y Ecuador y está ocurriendo hoy en Perú.

El actual ejemplo del presidente mexicano López Obrador, atacando a España como potencia colonial, no es otra cosa que la demostración de que los viejos dinosaurios sólo saben vivir en el pasado y de como el odio se utiliza con bajeza para distraer a las masas de los verdaderos problemas, que en México son la injusticia, la violencia y la corrupción.

Aunque no nos guste, España es hoy un parque temático del pasado. De ahí su éxito como destino turístico. Los que nos visitan llegan para disfrutar del clima y de las playas, pero también de un mundo diferente, de una forma de ser que está llena de viejos valores y rasgos que en el resto del mundo han desaparecido.

Francisco Rubiales

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Sábado, 12 de Febrero 2022
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