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España, un país experto en pucherazos



Los ciudadanos ya no creen en los políticos y tampoco en la limpieza del sistema, ni siquiera en los recuentos electorales, que son el corazón de la democracia. Las encuestas dicen que casi uno de cada cuatro españoles cree que los resultados electorales se están alterando con frecuencia y más de la mitad, seis de cada diez, piensan que el pucherazo es posible en la España actual.

Estos datos son estremecedores y arrojan dos conclusiones: (1) la confianza de los ciudadanos en sus dirigentes es casi inexistente y (2) la democracia, como sistema, está hecha pedazos.
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Uno de los muchos memes que circulan denunciando el posible fraude electoral en España
Muchos españoles cultos piensan que el PSOE de Sánchez y la izquierda en general, por causa de sus errores, abusos y fracasos, es imposible que ganen las próximas elecciones y que serán derrotados por la lluvia de votos de los que se han empobrecido, se sienten marginados y están indignados ante el mal gobierno, que hace retroceder a España en casi todos los ámbitos, desde el endeudamiento a la insolvencia, desde el desprestigio a la injusticia y el desprecio a la democracia.

Muchos de esos españoles, al ser preguntados, responden que Sánchez y los suyos sólo podrá seguir gobernando si consuman un fraude electoral.

El "pucherazo" es un fraude electoral que consiste en alterar el resultado del escrutinio de votos. Cuando los ciudadanos creen que el pucherazo es posible y probable, como ocurre en algunos países, entre ellos España, es señal de que el sistema ha fracasado y que democracia ha dejado de existir.

La democracia es un sistema que se basa en la confianza de los ciudadanos en sus administradores. Sin esa confianza, el sistema hace aguas, naufraga y los gobiernos pierden la legitimidad y solvencia.

La confianza del ciudadano en los políticos ha saltado por los aires y eso es de extrema gravedad. Lo revelan las encuestas e investigaciones sociológicas profundas, según las cuales, altos porcentajes de la ciudadanía cree que los políticos roban, engañan, mienten, despilfarran, son corruptos y hasta alteran los resultados electorales.

Algo de eso debe haber cuando Israel, en sus últimas elecciones, ha retornado al recuento manual de votos, eliminando las máquinas de escrutinio, a pesar de que ese país es uno de los líderes mundiales en esas tecnologías. Los expertos coinciden en que las modernas máquinas facilitan la manipulación de votos y el fraude.

En países como Estados Unidos, España, Venezuela, Brasil y otros muchos, la sospecha de que las maquinas, manejadas por los que gobiernan, alteran los resultados electorales se han hecho masivas.

España es un país con una enorme experiencia en fraudes electorales y pucherazos. La alteración de los resultados electorales fue una constante durante la restauración borbónica (1875-1902) para permitir la alternancia pactada previamente entre el Partido Liberal y el Partido Conservador. Mas tarde, en 1936, la izquierda, unida en el llamado Frente Popular, ganó las elecciones gracias a un fraude que no fue generalizado pero que se plasmó en varias provincias, lo que bastó para que las izquierdas se atribuyeran una victoria que probablemente nunca existió. Aquel fraude electoral fue uno de los argumentos sólidos que justificaron la rebelión de los militares en 1936.

Hoy el viejo y corrupto pucherazo vuelve a ser actualidad en la España teóricamente democrática del presente, en la que la democracia está tan deteriorada y tan sucia que millones de ciudadanos han dejado de creer en el sistema y de confiar en los dirigentes.

Nada menos que el actual presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, fue protagonista de un pucherazo frustrado cuando fue descubierto y expulsado de la dirección del PSOE manipulando las papeletas en una urna ilegal escondida detrás de unas cortinas.

Millones de españoles, con toda razón, piensan que quien lo hizo una vez puede volver a hacerlo, pero esta vez con todo el poder y los recursos inmensos que posee quien preside el gobierno y controla el Estado.

La confianza es tan importante en el sistema democrático que es suficiente con que se dude de la limpieza del proceso electoral para que la democracia deje de existir y quede sustituida por una tiranía mejor o peor disfrazada de democracia.

Las encuestas revelan que las izquierdas van perder las próximas elecciones, seriamente desgastadas tras la pésima gestión de la pandemia, la crisis, la inflación y sus fracasos, abusos de poder, corrupciones y mentiras, pero son muchos los que temen que los que gobiernan sorprendan a todos con un sorprendente resultado victorioso, fruto de un pucherazo realizado con la ayuda de las máquinas y la informática avanzada.

Es evidente que la confianza en los políticos y en la garantía del sistema están por los suelos.

Francisco Rubiales


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Domingo, 20 de Noviembre 2022
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