Las leyes son necesarias, pero deben ser beneficiosas y justas para los ciudadanos, no sólo para una casta privilegiada. Tanto Cicerón como Simón Bolívar coincidieron en señalar que "sin leyes no se concibe la verdadera libertad". La libertad no depende de que existan muchas o pocas leyes y prohibiciones, sino de que esas leyes y normas sean justas y beneficien al pueblo, no a minorías con poder e influencia, como ocurre en la sucia y prostituida España de los políticos.
Internet aporta libertad y facilidad para informar, pero esa libertad también es aprovechada por los corruptos gobernantes para incrementar su dominio y corromper las mentes. El poder desconfía de internet, recela de un verdadero debate, se inquieta por la verdadera Cultura, se asusta de la verdad, se azara frente a la libre competencia.
El poder no cree en la libertad. El poder se espanta ante la libertad y se sobrecoge y se amedrenta ante el individuo libre. Por eso aboga permanentemente por el “aprisco” fabricando borregos y ganado humano engañado, adoctrinado y atolondrado.
Sin embargo, el miedo a la libertad y a la individualidad no es prerrogativa de la izquierda. En España tenemos una derecha que odia la libertad y la cercena casi con la misma fruición que lo hace la izquierda en todo el mundo, creando países de esclavos y de pobres, como Cuba, Venezuela, Nicaragua, Colombia y otros.
Hay miles de razones para rechazar a Pedro Sánchez, que acaba de demostrar en el debate de investidura de Feijóo que es fabricante de esclavos, adicto a la mentira, enemigo de la verdad y la transparencia y corrupto como poco políticos del planeta. Pero también hay razones, aunque no tantas, para rechazar a Feijóo, encandilado con la socialdemocracia, traidor de sus votantes, verdugo de VOX, que es la auténtica derecha decente de España, y casi tan corrupto com el socialismo.
Los demócratas españoles estamos obligados a despreciar a los dos modelos de imbecilidad y maldad que nos ofrecen los dos grandes partidos, el PSOE y el PP, cada uno nocivo para España a su manera. Pactan con independentistas y con cualquiera que les garantice el poder. Sánchez lo hace porque puede, pero Feijóo haría lo mismo si pudiera.
El respeto al ciudadano es nulo. El ultraje continuo. La decencia escasea. El pundonor político desconocido. La rectitud de ánimo, la integridad, rarezas en un contexto hostil, embrutecido, prostituido, putrefacto…
El miedo a la libertad no es una debilidad de la izquierda, sino una lacra de esta casta de desalmados.
En esta España nuestra, gobierne la izquierda o la derecha, ha olido siempre a tiranía y la democracia nunca ha dejado de ser el maldito disfraz que los políticos utilizan para disimular su corrupción y bajeza.
Sus vicios y abusos convierten en vital y urgente la rebelión cívica, la unión para lograr este impulso regenerador en la sociedad para vivir, para luchar por el sueño de la sociedad digna y decente que no tenemos.
Mientras nos quede un soplo de aliento, viviremos con dignidad para denunciar la asfixiante falta de libertad que vivimos; aunque nadie quiera verlo, y sólo unos pocos locos repitamos que en España nada, ni institución, ni sector económico o social alguno, funciona de una manera abiertamente democrática. Cada vez son más voces. Cada vez se dice más alto. Cada vez se pronuncia más claro.
Ya nos han tomado el pelo demasiados años. Nuestra fuerza es nuestra fe inquebrantable en la libertad, y por ello podemos decir, como Voltaire: “Proclamo en voz alta la libertad de pensamiento y muera el que no piense como yo”.
Francisco Rubiales
Internet aporta libertad y facilidad para informar, pero esa libertad también es aprovechada por los corruptos gobernantes para incrementar su dominio y corromper las mentes. El poder desconfía de internet, recela de un verdadero debate, se inquieta por la verdadera Cultura, se asusta de la verdad, se azara frente a la libre competencia.
El poder no cree en la libertad. El poder se espanta ante la libertad y se sobrecoge y se amedrenta ante el individuo libre. Por eso aboga permanentemente por el “aprisco” fabricando borregos y ganado humano engañado, adoctrinado y atolondrado.
Sin embargo, el miedo a la libertad y a la individualidad no es prerrogativa de la izquierda. En España tenemos una derecha que odia la libertad y la cercena casi con la misma fruición que lo hace la izquierda en todo el mundo, creando países de esclavos y de pobres, como Cuba, Venezuela, Nicaragua, Colombia y otros.
Hay miles de razones para rechazar a Pedro Sánchez, que acaba de demostrar en el debate de investidura de Feijóo que es fabricante de esclavos, adicto a la mentira, enemigo de la verdad y la transparencia y corrupto como poco políticos del planeta. Pero también hay razones, aunque no tantas, para rechazar a Feijóo, encandilado con la socialdemocracia, traidor de sus votantes, verdugo de VOX, que es la auténtica derecha decente de España, y casi tan corrupto com el socialismo.
Los demócratas españoles estamos obligados a despreciar a los dos modelos de imbecilidad y maldad que nos ofrecen los dos grandes partidos, el PSOE y el PP, cada uno nocivo para España a su manera. Pactan con independentistas y con cualquiera que les garantice el poder. Sánchez lo hace porque puede, pero Feijóo haría lo mismo si pudiera.
El respeto al ciudadano es nulo. El ultraje continuo. La decencia escasea. El pundonor político desconocido. La rectitud de ánimo, la integridad, rarezas en un contexto hostil, embrutecido, prostituido, putrefacto…
El miedo a la libertad no es una debilidad de la izquierda, sino una lacra de esta casta de desalmados.
En esta España nuestra, gobierne la izquierda o la derecha, ha olido siempre a tiranía y la democracia nunca ha dejado de ser el maldito disfraz que los políticos utilizan para disimular su corrupción y bajeza.
Sus vicios y abusos convierten en vital y urgente la rebelión cívica, la unión para lograr este impulso regenerador en la sociedad para vivir, para luchar por el sueño de la sociedad digna y decente que no tenemos.
Mientras nos quede un soplo de aliento, viviremos con dignidad para denunciar la asfixiante falta de libertad que vivimos; aunque nadie quiera verlo, y sólo unos pocos locos repitamos que en España nada, ni institución, ni sector económico o social alguno, funciona de una manera abiertamente democrática. Cada vez son más voces. Cada vez se dice más alto. Cada vez se pronuncia más claro.
Ya nos han tomado el pelo demasiados años. Nuestra fuerza es nuestra fe inquebrantable en la libertad, y por ello podemos decir, como Voltaire: “Proclamo en voz alta la libertad de pensamiento y muera el que no piense como yo”.
Francisco Rubiales