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España, treinta años después: ansiando la democracia y la regeneración





Si hace treinta años, en aquella euforia de libertad que vivíamos tras la muerte del dictador Franco, alguien nos hubiera dicho que la sociedad española, treinta años después, estaría cansada de una democracia que fue proclamada pero que nunca fue construida y que, clandestinamente, ha sido transformada en partitocracia, no lo habiéramos podido creer. Y, sin embargo, es cierto.

El 30 aniversario de la muerte de Franco ha sorprendido a la sociedad española, convencida de que la Transición todavía no ha terminado porque la construcción de una democracia auténtica es la gran asignatura pendiente, deseando de veras una regeneración de la política y una recuperación de los muchos valores humanos y cívicos perdidos.

Los españoles hemos descubierto demasiado tarde que una democracia, sin una cultura democrática que la sustente, dominada por los partidos políticos y sin controles y cautelas, tambien puede convertirse, como cualquier dictadura, en una fábrica de esclavos.

El problema se ve ahora con claridad: era tan grande el deseo de democracia que envolvía a la sociedad española en 1975, cuando murió el dictador, que abrimos las puertas de nuestra sociedad y hasta de nuestras vidas a los partidos políticos democráticos, imprudentemente, sin controles y cautelas, sin ser conscientes de que una democracia no consiste sólo en cambiar las leyes y en votar cada cuatro años, sino que debe sustentarse en una cultura que garantice la soberanía popular y la convivencia en libertad.

Ahora se ve con claridad que más que abrazar la democracia, lo que hizo España es sustituir un poder por otro, sustituir el poder de las élites franquistas por el poder de las élites de los partidos, sin trauma alguno, sin esfuerzo, sin que se produjera, simultáneamente, la necesaria revolución cultural para erradicar el autoritarismo, el verticalismo y el dominio de las castas y élites sobre los ciudadanos.

La democracia ha funcionado en lo económico, pero escasamente en lo político, a juzgar por los resultados. La democracia ha servido para impulsar el despegue económico del país, para modernizar el sistema productivo español y para elevar el nivel de vida, transformando a España, en tiempo record, en un país próspero. Sin embargo, la democracia no ha funcionado con igual eficacia en lo político, a juzgar por el desencanto de los ciudadanos con la política, con sus dirigentes y hasta con el sistema.

El 30 aniversario de la muerte del Caudillo sorprende al actual gobierno de España, presidido por el socialista Zapatero, creando un "núcleo duro" para evitar su imparable desgaste y declive, pero incapaz de advertir que el declive no es tanto el de su gobierno como el de una democracia demasiado imperfecta y el de un estilo de gobierno arrogante, cargado de tics leninistas e insoportablemente alejado de unos ciudadanos que, aunque son los soberanos en democracia, los partidos políticos han marginado y arrojado lejos de los procesos de participación, análisis y toma de decisiones. Esos rasgos autoritarios y escasamente democráticos del poder son los que arruinaron al gobierno de Adolfo Suarez, víctima de la división interna y de una candida honradez que no podía ser soportada por los partidos tradicionales; al de Felipe González, víctima de la corrupción y del agotamiento de las ideas y los impulsos; y al de José María Aznar, víctima de la arrogancia y de una concepción del poder que permitía al líder gobernar sin tener en cuenta la opinión de unos ciudadanos que, en democracia, son los verdaderos amos.

El gobierno Zapatero avanza por el mismo camino, incapaz de admitir que España, sin sociedad civil y sin ciudadanos, padece un déficit insoportable de democracia y que lo que ellos (y los demás partidos, socios y adversarios) han construido durante los últimos 30 años y administran hoy no es una democracia sino una oligocracia partidista o una partitocracia elitista, donde el ciudadano, que es el soberano y la pieza clave del sistema, es el gran marginado y el gran perdedor.

FR

Franky  
Martes, 22 de Noviembre 2005
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