La Justicia, en España, está corrompida y no es más que una rama de la política, sometida a los partidos. Esa corrupción, obra de los partidos que han gobernado España desde la muerte de Franco, demuestra la podredumbre y bajeza de nuestro sistema, en manos de mediocres y de mala gente.
Bastaría con que los jueces eligieran a los jueces, como quiere Europa, que la independencia y la ética imperaran en los tribunales y que los partidos políticos retiraran sus sucias manos de la Justicia para que la esperada y soñada regeneración hiciera su aparición y empezara a limpiar de raíz la podredumbre que hoy está sepultando a España y su futuro.
Millones de españoles demócratas y decentes sabemos que España se salvaría con una justicia independiente y justa, que sea capaz de domesticar a los políticos, que son los grandes violadores de la Ley de Leyes, que es la Constitución. También sabemos que si no hay virtud en la política, que al menos haya miedo a la ley. Sólo con eso, los chorizos desaparecerían, los ordeñadores del Estado huirían como ratas, los separatistas, violadores contumaces de la Constitución, quedarían paralizados por el miedo, el país se regeneraría y España emprendería la senda que le conduce a la grandeza y la prosperidad.
Gran parte del poder de Pedro Sánchez se basa en la impunidad de él y de sus aliados. Sin esa impunidad, su poder de desmoronaría.
El PSOE de Sánchez se resiste como gato panza arriba a que tengamos en España una Justicia decente e independiente porque sabe que tendría que refundarse o disolverse. A los Independentistas les iría todavía peor y al PP le pasaría algo parecido que al PSOE, aunque algo menos.
Lo dos grandes partidos políticos españoles, PSOE y PP, son hoy las dos mayores organizaciones delictivas del país, después de la banda terrorista ETA. Sus cientos de condenados, procesados, imputados y presuntos delincuentes en espera de juicio lo constatan.
Que nadie dude de que un Tribunal Constitucional y un Supremo verdaderamente democráticos e independientes habrían ya precintado al PP, al PSOE e ilegalizado a los partidos nacionalistas radicales, cuyo fin es la destrucción de España. Esos partidos lo saben y por eso quieren controlar la Justicia como sea. Con una Justicia independiente que aplicara la Constitución como lo que es, la Ley de Leyes, el sistema político español saltaría por los aires y muchos de los prebostes de los grandes partidos, incluyendo a los independentistas, huirían, conscientes de que irían a prisión.
Con una Justicia decente y justa retrocederían la corrupción, el abuso de poder, el saqueo fiscal, el reparto mafioso de los fondos públicos, los regalos y premios a los partidos aliados del gobierno, la marginación de las autonomías que votan a la derecha, el acoso a los disidentes, el endeudamiento irresponsable y corrupto, el despilfarro, la protección de los okupas y de otros delincuentes, la irresponsable inmigración ilegal, el mimo a los menas, las salvajadas, agresiones y violaciones en las calles y plazas, las mentiras convertidas en política de Estado, los miles de enchufados y asesores que ordeñan al Estado, el amiguismo, el nepotismo y el clientelismo gigantesco que arruina el Estado y un larguísimo etcétera de barbaridades, abusos y suciedades, impuestas por los partidos políticos, que hasta ahora, con la Justicia prostituida y bajo control, imponían a los ciudadanos llenando España de excrementos antidemocráticos.
Los sabios chinos dicen que toda crisis es también una oportunidad. Para España, la crisis de la Justicia, colocada contra las cuerdas por la bajeza de los partidos y la dimisión de Carlos Lesmes, es también una oportunidad única para la regeneración y la limpieza a fondo de la cochinera política.
Francisco Rubiales
Bastaría con que los jueces eligieran a los jueces, como quiere Europa, que la independencia y la ética imperaran en los tribunales y que los partidos políticos retiraran sus sucias manos de la Justicia para que la esperada y soñada regeneración hiciera su aparición y empezara a limpiar de raíz la podredumbre que hoy está sepultando a España y su futuro.
Millones de españoles demócratas y decentes sabemos que España se salvaría con una justicia independiente y justa, que sea capaz de domesticar a los políticos, que son los grandes violadores de la Ley de Leyes, que es la Constitución. También sabemos que si no hay virtud en la política, que al menos haya miedo a la ley. Sólo con eso, los chorizos desaparecerían, los ordeñadores del Estado huirían como ratas, los separatistas, violadores contumaces de la Constitución, quedarían paralizados por el miedo, el país se regeneraría y España emprendería la senda que le conduce a la grandeza y la prosperidad.
Gran parte del poder de Pedro Sánchez se basa en la impunidad de él y de sus aliados. Sin esa impunidad, su poder de desmoronaría.
El PSOE de Sánchez se resiste como gato panza arriba a que tengamos en España una Justicia decente e independiente porque sabe que tendría que refundarse o disolverse. A los Independentistas les iría todavía peor y al PP le pasaría algo parecido que al PSOE, aunque algo menos.
Lo dos grandes partidos políticos españoles, PSOE y PP, son hoy las dos mayores organizaciones delictivas del país, después de la banda terrorista ETA. Sus cientos de condenados, procesados, imputados y presuntos delincuentes en espera de juicio lo constatan.
Que nadie dude de que un Tribunal Constitucional y un Supremo verdaderamente democráticos e independientes habrían ya precintado al PP, al PSOE e ilegalizado a los partidos nacionalistas radicales, cuyo fin es la destrucción de España. Esos partidos lo saben y por eso quieren controlar la Justicia como sea. Con una Justicia independiente que aplicara la Constitución como lo que es, la Ley de Leyes, el sistema político español saltaría por los aires y muchos de los prebostes de los grandes partidos, incluyendo a los independentistas, huirían, conscientes de que irían a prisión.
Con una Justicia decente y justa retrocederían la corrupción, el abuso de poder, el saqueo fiscal, el reparto mafioso de los fondos públicos, los regalos y premios a los partidos aliados del gobierno, la marginación de las autonomías que votan a la derecha, el acoso a los disidentes, el endeudamiento irresponsable y corrupto, el despilfarro, la protección de los okupas y de otros delincuentes, la irresponsable inmigración ilegal, el mimo a los menas, las salvajadas, agresiones y violaciones en las calles y plazas, las mentiras convertidas en política de Estado, los miles de enchufados y asesores que ordeñan al Estado, el amiguismo, el nepotismo y el clientelismo gigantesco que arruina el Estado y un larguísimo etcétera de barbaridades, abusos y suciedades, impuestas por los partidos políticos, que hasta ahora, con la Justicia prostituida y bajo control, imponían a los ciudadanos llenando España de excrementos antidemocráticos.
Los sabios chinos dicen que toda crisis es también una oportunidad. Para España, la crisis de la Justicia, colocada contra las cuerdas por la bajeza de los partidos y la dimisión de Carlos Lesmes, es también una oportunidad única para la regeneración y la limpieza a fondo de la cochinera política.
Francisco Rubiales