Cualquier demócrata español siente hoy sana envidia de la democracia holandesa, donde el enfrentamiento entre dos mujeres ha provocado nada menos que la dimisión del primer ministro Jan Peter Belkenende y la caída del gobierno.
En España, en una situación similar, es posible asegurar que no abría dimitido nadie y que tanto el gobierno como la oposición habrian aprovechado la ocasión para culparse y desacreditarse mutuamente, ante el estupor de los ciudadanos. La democracia española es mundialmente conocida por la negativa de sus políticos a dimitir, incluso cuando son autores de errores y desatinos mayúsculos.
La caida del gobierno holandés fue motivada por la controversia entre dos mujeres: Ayaan Hirsi Ali, la activista somalí que lucha contra el extremismo islamista, y la ministra Rita Verdonk, que le quitó el pasaporte por haber proporcionado datos falsos cuando emigró a Holanda, hace 14 años.
En España, en una situación similar, es posible asegurar que no abría dimitido nadie y que tanto el gobierno como la oposición habrian aprovechado la ocasión para culparse y desacreditarse mutuamente, ante el estupor de los ciudadanos. La democracia española es mundialmente conocida por la negativa de sus políticos a dimitir, incluso cuando son autores de errores y desatinos mayúsculos.
La caida del gobierno holandés fue motivada por la controversia entre dos mujeres: Ayaan Hirsi Ali, la activista somalí que lucha contra el extremismo islamista, y la ministra Rita Verdonk, que le quitó el pasaporte por haber proporcionado datos falsos cuando emigró a Holanda, hace 14 años.