La economía sumergida en España está, oficialmente, en la media europea, pero ocupa ese puesto sólo gracias a que los países del Este de Europa sufren ese fenómeno de manera muy intensa, aunque en retroceso. Sin embargo, numerosos expertos creen que las cifras españolas están atenuadas y que el peso de la economía clandestina es mucho mayor y se encuentra en crecimiento constante.
Nadie es capaz de justificar racionalmente la obsesión del gobierno por subir los impuestos, salvo que se parta de la premisa de que Sánchez y los suyos quieren acabar con España. Es tan evidente que una subida masiva de impuestos, como el gobierno pretende, tendrá efectos letales sobre la economía española que la única explicación posible es que España está siendo apuñalada conscientemente por los que gobiernan para que pronto sea un país arruinado y en profunda crisis.
Muchos expertos y ciudadanos pensantes creen que el gobierno pretende destruir primero el país para después, sobre sus cenizas, construir esa España nueva y tiránica que sueñan los sanchistas, donde el Estado sea el gran dueño de todo y los ciudadanos sólo sean esclavos al servicio de los que controlan el poder.
Ante este panorama, la inmersión de la economía en la clandestinidad es una defensa eficaz. Si los impuestos te arrasan, la solución para muchos es evitarlos. Esa huida de los ingresos y las facturas legales es conocida como "economía sumergida", un fenómeno que pronto será gigantesco.
España es el único país de Europa que sube los impuestos, pero también es el único que despliega una política social comunista que coloca al Estado por encima del individuo y a la igualdad por encima de la libertad, lo que se traduce en tiranía, ruina y retroceso.
La inmersión de la economía crece siempre a medida que se incrementa la presión fiscal, pero también crecen la delincuencia, el blanqueo de dinero y otros delitos económicos y sociales, como el fraude, el tráfico de drogas, la prostitución encubierta, el robo, la estafa y otros muchos, con lo que España amenaza en convertirse, además de un país arruinado, una cloaca donde la vida es peligrosa.
Otras medidas que el gobierno de Sánchez impulsa, como la persecución del uso del dinero en efectivo, la vigilancia de las cuentas corrientes y al uso de las tarjetas de crédito y débito, las inspecciones fiscales a los pequeños empresarios y autónomos y otras muchas tienen también un efecto claro: impulsan el dinero negro, expanden la economía clandestina y obligan al ciudadano a desplegar estrategias de defensa, como las herencias en vida, las donaciones y otros trucos para escapar de la abusiva presión del fisco, en el que, para colmo de desgracias, no se confia y se teme que el dinero que recauda termine en el bolsillo de políticos corruptos o empleado por el gobierno para financiar su poder obsesivo.
No existen datos actualizados del dinero negro que circula, ni del peso real de la economía clandestina, pero, sin duda, están en crecimiento veloz y lo estarán todavía más a medida que se incremente la presión fiscal.
Si a la imposición de esa política ruinosa y traumática se agrega la desconfianza enorme de la sociedad española en sus dirigentes, el desprestigio del gobierno, el endeudamiento atroz de la economía, el despilfarro, el tamaño del Estado, gigantesco e insostenible, y el brutal desgaste de la figura del presidente Sánchez, un experto en mentiras y engaños al que cada día cuesta más creer, el panorama español es amenazador y previo al colapso y la quiebra.
La amenaza a España es tan visible y evidente y son tantas las advertencias al gobierno y las señales de alarma que suenan que sólo cabe pensar que se trata de una política consciente, perfectamente diseñada por los que gobiernan para aniquilar la nación.
Francisco Rubiales
Nadie es capaz de justificar racionalmente la obsesión del gobierno por subir los impuestos, salvo que se parta de la premisa de que Sánchez y los suyos quieren acabar con España. Es tan evidente que una subida masiva de impuestos, como el gobierno pretende, tendrá efectos letales sobre la economía española que la única explicación posible es que España está siendo apuñalada conscientemente por los que gobiernan para que pronto sea un país arruinado y en profunda crisis.
Muchos expertos y ciudadanos pensantes creen que el gobierno pretende destruir primero el país para después, sobre sus cenizas, construir esa España nueva y tiránica que sueñan los sanchistas, donde el Estado sea el gran dueño de todo y los ciudadanos sólo sean esclavos al servicio de los que controlan el poder.
Ante este panorama, la inmersión de la economía en la clandestinidad es una defensa eficaz. Si los impuestos te arrasan, la solución para muchos es evitarlos. Esa huida de los ingresos y las facturas legales es conocida como "economía sumergida", un fenómeno que pronto será gigantesco.
España es el único país de Europa que sube los impuestos, pero también es el único que despliega una política social comunista que coloca al Estado por encima del individuo y a la igualdad por encima de la libertad, lo que se traduce en tiranía, ruina y retroceso.
La inmersión de la economía crece siempre a medida que se incrementa la presión fiscal, pero también crecen la delincuencia, el blanqueo de dinero y otros delitos económicos y sociales, como el fraude, el tráfico de drogas, la prostitución encubierta, el robo, la estafa y otros muchos, con lo que España amenaza en convertirse, además de un país arruinado, una cloaca donde la vida es peligrosa.
Otras medidas que el gobierno de Sánchez impulsa, como la persecución del uso del dinero en efectivo, la vigilancia de las cuentas corrientes y al uso de las tarjetas de crédito y débito, las inspecciones fiscales a los pequeños empresarios y autónomos y otras muchas tienen también un efecto claro: impulsan el dinero negro, expanden la economía clandestina y obligan al ciudadano a desplegar estrategias de defensa, como las herencias en vida, las donaciones y otros trucos para escapar de la abusiva presión del fisco, en el que, para colmo de desgracias, no se confia y se teme que el dinero que recauda termine en el bolsillo de políticos corruptos o empleado por el gobierno para financiar su poder obsesivo.
No existen datos actualizados del dinero negro que circula, ni del peso real de la economía clandestina, pero, sin duda, están en crecimiento veloz y lo estarán todavía más a medida que se incremente la presión fiscal.
Si a la imposición de esa política ruinosa y traumática se agrega la desconfianza enorme de la sociedad española en sus dirigentes, el desprestigio del gobierno, el endeudamiento atroz de la economía, el despilfarro, el tamaño del Estado, gigantesco e insostenible, y el brutal desgaste de la figura del presidente Sánchez, un experto en mentiras y engaños al que cada día cuesta más creer, el panorama español es amenazador y previo al colapso y la quiebra.
La amenaza a España es tan visible y evidente y son tantas las advertencias al gobierno y las señales de alarma que suenan que sólo cabe pensar que se trata de una política consciente, perfectamente diseñada por los que gobiernan para aniquilar la nación.
Francisco Rubiales