En una oligarquía antidemocrática de partidos, como es hoy España, el ciudadano apenas cuenta. Por esa razón, el gobierno de Zapatero y el de Rajoy no han hecho otra cosa que cargar sobre nosotros todo el peso de la crisis, lo que constituye un comportamiento obsceno y lleno de vileza. Ayer mismo, ante una ciudadanía seriamente preocupada por la situación económica, Rajoy dio la espalda a la prensa y abandonó el Senado por el garaje, despreciando así el derecho constitucional que tiene el ciudadano a ser informado con veracidad y presteza.
La intervención y los tecnócratas vendrán porque los gobiernos no han sabido gobernar y porque el último de ellos ha frustrado la mayoría absoluta que le obsequiaron los españoles para que cambiara España. A Rajoy le ha podido la cobardía y la torpeza. España esta al borde del abismo y él ni siquiera es capaz de explicar a los ciudadanos la gravedad del momento.
Nuestros políticos dicen que sobran 16.000 oficinas bancarias, 41.000 empleados de la banca, 900.000 funcionarios y no sé cuantos médicos, maestros y trabajadores de todo tipo. Parece que sobramos todos, desde pensionistas a oficinas, oficinistas y hasta enfermos y ciudadanos, pero lo único que no sobran son los contribuyentes, exprimidos y esquilmados por políticos arrogantes, ególatras y desalmados que, sin renunciar a sus privilegios y sin capacidad para ser ejemplares, han perdido todo el respeto y la legitimidad democrática ante la ciudadanía. Ellos son los que sobran, en especial los corruptos y los despilfarradores, sobre todo aquellos que, comandados por Zapatero y Rubalcaba, se gastaron en el año pasado 90.000 millones de euros más de los que ingresó el Estado, elevando nuestra deuda en circulación nada menos que a la escalofriante suma de 592.090 millones de euros.
El drama y la injusticia están en que lo que realmente sobran en España son los políticos y sus instituciones prescindibles, innecesarias, duplicadas y triplicadas, transformadas por ellos en obscenos aparcamientos para sus familiares y amigos. Sobran el Senado, muchos ministerios, diputaciones, cientos de instituciones y empresas públicas, televisiones autonómicas, coches oficiales, nacionalismos desleales y antiespañoles, sindicatos babosos y adictos a la subvención, y todo tipo de lujos. Nuestros políticos sobran, prácticamente todos, casi sin excepción, porque no han dado la talla, porque son los padres del desastre, los culpables de nuestras desgracias, los opresores que no merecen respeto alguno ciudadano. El problema es que ellos no se van y el ciudadano no puede echarlos. Por eso la sociedad ya anida la esperanza íntima de que alguien los eche, aunque sean los acreedores, los europeos, los miembros del FMI, incluso cualquier general descerebrado y cargado de mesianismo, siempre que aporte verdadera austeridad y castigo para los corruptos.
Infiltrados por despilfarradores, corruptos, ladrones, ineptos y egoístas desalmados, incapaces de entender lo que es el bien común y sin otra preocupación que la defensa de sus privilegios, ventajas y rangos, los políticos españoles han fracasado y merecen ser sustituidos por otra opción, ya sea tecnocrática o hasta ajena al juego democrático. El pueblo, cansado de vivir con angustia el empobrecimiento, la injusticia y la escasez de esperanza, hastiado de contemplar el comportamiento desleal y el odio antiespañol de los nacionalistas vascos y catalanes, está cada día más preparado para asumir soluciones extremas.
La decepción que experimenta la sociedad española ante el gobierno del PP está causando un daño terrible al sistema porque no existe recambio. Sin que haya dado tiempo a olvidar los desmanes, abusos, ineptitudes y corrupciones del PSOE, la frustración que causa el PP sólo genera vacío y desesperación, preparando a la sociedad para soluciones extraordinarias e impensables hace apenas unos años. De hecho, la "intervención" de Europa empieza a contemplarse sin dramatismo y la llegada de un gobierno de tecnócratas, impuesto por los europeos ricos, ya no es una amenaza.
La gente ha comprobado que Rajoy mentía con el mismo descaro que Zapatero y llega a la conclusión de que el problema no es el PSOE o el PP, sino la peor casta política de Europa, dueña del poder en España para desgracia de los españoles. Decía Rajoy en campaña electoral que no subiendo impuestos se podía crear empleos, incluso tenia la desfachatez de asegurar que se podía controlar el déficit. También decía que reduciría el Estado, pero el Estado sigue lleno de administraciones duplicadas, instituciones sobrantes y legiones de inútiles prescindibles, senadores, diputados regionales, miles de alcaldes y concejales y cientos de miles de amigos del poder enchufados a la teta del Estado, arruinándonos a todos. Sus mentiras eran electoralistas.
Se aproxima el día que los ciudadanos digan “hasta aquí hemos llegado”. Entonces, las huelgas generales y las protestas no serán nada comparadas con los movimientos convulsos de desesperación que estallarán. La protesta desaparecerá, arrasada por fuerzas mayores y más tenebrosas: pillaje, robo, revueltas callejeras y un rotundo y salvaje "salvese el que pueda".
Y entonces nadie será más culpable del fracaso que la sucia, vulgar y fracasada clase política española, mil veces maldita.
La intervención y los tecnócratas vendrán porque los gobiernos no han sabido gobernar y porque el último de ellos ha frustrado la mayoría absoluta que le obsequiaron los españoles para que cambiara España. A Rajoy le ha podido la cobardía y la torpeza. España esta al borde del abismo y él ni siquiera es capaz de explicar a los ciudadanos la gravedad del momento.
Nuestros políticos dicen que sobran 16.000 oficinas bancarias, 41.000 empleados de la banca, 900.000 funcionarios y no sé cuantos médicos, maestros y trabajadores de todo tipo. Parece que sobramos todos, desde pensionistas a oficinas, oficinistas y hasta enfermos y ciudadanos, pero lo único que no sobran son los contribuyentes, exprimidos y esquilmados por políticos arrogantes, ególatras y desalmados que, sin renunciar a sus privilegios y sin capacidad para ser ejemplares, han perdido todo el respeto y la legitimidad democrática ante la ciudadanía. Ellos son los que sobran, en especial los corruptos y los despilfarradores, sobre todo aquellos que, comandados por Zapatero y Rubalcaba, se gastaron en el año pasado 90.000 millones de euros más de los que ingresó el Estado, elevando nuestra deuda en circulación nada menos que a la escalofriante suma de 592.090 millones de euros.
El drama y la injusticia están en que lo que realmente sobran en España son los políticos y sus instituciones prescindibles, innecesarias, duplicadas y triplicadas, transformadas por ellos en obscenos aparcamientos para sus familiares y amigos. Sobran el Senado, muchos ministerios, diputaciones, cientos de instituciones y empresas públicas, televisiones autonómicas, coches oficiales, nacionalismos desleales y antiespañoles, sindicatos babosos y adictos a la subvención, y todo tipo de lujos. Nuestros políticos sobran, prácticamente todos, casi sin excepción, porque no han dado la talla, porque son los padres del desastre, los culpables de nuestras desgracias, los opresores que no merecen respeto alguno ciudadano. El problema es que ellos no se van y el ciudadano no puede echarlos. Por eso la sociedad ya anida la esperanza íntima de que alguien los eche, aunque sean los acreedores, los europeos, los miembros del FMI, incluso cualquier general descerebrado y cargado de mesianismo, siempre que aporte verdadera austeridad y castigo para los corruptos.
Infiltrados por despilfarradores, corruptos, ladrones, ineptos y egoístas desalmados, incapaces de entender lo que es el bien común y sin otra preocupación que la defensa de sus privilegios, ventajas y rangos, los políticos españoles han fracasado y merecen ser sustituidos por otra opción, ya sea tecnocrática o hasta ajena al juego democrático. El pueblo, cansado de vivir con angustia el empobrecimiento, la injusticia y la escasez de esperanza, hastiado de contemplar el comportamiento desleal y el odio antiespañol de los nacionalistas vascos y catalanes, está cada día más preparado para asumir soluciones extremas.
La decepción que experimenta la sociedad española ante el gobierno del PP está causando un daño terrible al sistema porque no existe recambio. Sin que haya dado tiempo a olvidar los desmanes, abusos, ineptitudes y corrupciones del PSOE, la frustración que causa el PP sólo genera vacío y desesperación, preparando a la sociedad para soluciones extraordinarias e impensables hace apenas unos años. De hecho, la "intervención" de Europa empieza a contemplarse sin dramatismo y la llegada de un gobierno de tecnócratas, impuesto por los europeos ricos, ya no es una amenaza.
La gente ha comprobado que Rajoy mentía con el mismo descaro que Zapatero y llega a la conclusión de que el problema no es el PSOE o el PP, sino la peor casta política de Europa, dueña del poder en España para desgracia de los españoles. Decía Rajoy en campaña electoral que no subiendo impuestos se podía crear empleos, incluso tenia la desfachatez de asegurar que se podía controlar el déficit. También decía que reduciría el Estado, pero el Estado sigue lleno de administraciones duplicadas, instituciones sobrantes y legiones de inútiles prescindibles, senadores, diputados regionales, miles de alcaldes y concejales y cientos de miles de amigos del poder enchufados a la teta del Estado, arruinándonos a todos. Sus mentiras eran electoralistas.
Se aproxima el día que los ciudadanos digan “hasta aquí hemos llegado”. Entonces, las huelgas generales y las protestas no serán nada comparadas con los movimientos convulsos de desesperación que estallarán. La protesta desaparecerá, arrasada por fuerzas mayores y más tenebrosas: pillaje, robo, revueltas callejeras y un rotundo y salvaje "salvese el que pueda".
Y entonces nadie será más culpable del fracaso que la sucia, vulgar y fracasada clase política española, mil veces maldita.