La democracia es un sistema político basado en la confianza en los líderes. Si esa confianza falla, no hay democracia sino tiranía, por mucho que se recurra a las urnas para nombrar dirigentes. Trasladado a la realidad, ese principio básico significa que cuando nada menos que el 80 por ciento los ciudadanos de un país creen que los partidos políticos que pueblan el Parlamento español son corruptos o muy corruptos, puede afirmarse que no existe democracia en España sino una tiranía desprestigiada y rechazada por el pueblo, que es el soberano teórico del sistema. Si a eso se agrega que la "clase política" siempre aparece en las encuestas como el tercer problema más grave del país, por delante, incluso, del terrorismo y de la inseguridad ciudadana, entonces ocurre que el sistema está en bancarrota y que quienes nos gobiernan lo hacen contra la voluntad popular, lo que equivale a tiranía.
Los resultados del último último Barómetro Global de la Corrupción 2010, recientemente publicado por la organización Transparencia Internacional, son sobrecogedores y muestran la radiografía de un país que se siente gobernado por delincuentes.
Ese sentimiento profundo de rechazo a los partidos políticos y a los gobernantes, ya enraizado en la sociedad española, es un síntoma terrible de enfermedad y revela que la crisis política es en España todavía más grave que la económica y la moral.
Pero lo realmente grave en España, lo que convierte a este país en una cloaca, es que la "casta" política ni siquiera reaccione ante el masivo rechazo popular. Deberían sentirse avergonzados y tendrían que abandonar sus responsabilidades ante el desprecio y el rechazo de aquellos a los que dicen servir, pero no lo hacen y la única razón que explica esa indiferencia ante la voluntad popular, que es sagrada en democracia, es que son arrogantes opresores sin un gramo de democracia en sus venas.
El Barómetro de Transparencia Internacional, una organización sin énimo de lucro e independiente que está acumulando méritos cada año para ser galardonada con el Nobel de la Paz, revela que los ciudadanos españoles perciben un alto grado de corrupción en los partidos políticos, que resulta el sector peor valorado de la sociedad. Asimismo, un 73% cree que la corrupción ha aumentado en los últimos tres años, la misma media que Europa.
El informe destaca que la percepción que tienen los ciudadanos sobre la corrupción de los partidos políticos es de 4,4 sobre una puntuación que va desde el nada corrupto, que se sitúa en 1, hasta el muy corrupto, que llega al 5. El fenómeno del rechazo a los partidos no es exclusivo de España y afecta a Europa y buena parte del mundo, aunque el gobierno de Zapatero es, con gran diferencia, el más impopular y rechazado de toda la Europa democrática.
Tanto la valoración española como europea de los partidos ha empeorado considerablemente respecto al anterior Barómetro Global de la Corrupción, ya que en aquel informe la percepción de corrupción de los partidos españoles se situaba en 3,6.
En cualquier caso, el patrono vitalicio de la Fundación Ortega y Gasset, Antonio Garrigues Walker, ha destacado que los "ciudadanos no creen en los líderes, ya sean políticos, económicos o eclesiásticos", por lo que éstos "están cada vez peor valorados".
A juicio de Garrigues Walker, el sistema judicial español "es lento y no tiene capacidad de reacción" por lo que si se dilatan los procesos de lucha contra la corrupción, ésta se "complica de manera especial".
Según los datos globales del Informe, de cada diez personas, ocho sostienen que los partidos políticos son corruptos o sumamente corruptos y la mitad de las personas entrevistadas creen que las medidas tomadas por su gobierno para contrarrestar la corrupción son ineficaces".
El panorama es desolador y, si existiera decencia y razón en España, debería provocar la refundación de una "democracia" española que ya no existe porque ha sido sustituida por una ilegítima e indecente dictadura de partidos y de políticos profesionales, claramente rechazada por los ciudadanos.
Los resultados del último último Barómetro Global de la Corrupción 2010, recientemente publicado por la organización Transparencia Internacional, son sobrecogedores y muestran la radiografía de un país que se siente gobernado por delincuentes.
Ese sentimiento profundo de rechazo a los partidos políticos y a los gobernantes, ya enraizado en la sociedad española, es un síntoma terrible de enfermedad y revela que la crisis política es en España todavía más grave que la económica y la moral.
Pero lo realmente grave en España, lo que convierte a este país en una cloaca, es que la "casta" política ni siquiera reaccione ante el masivo rechazo popular. Deberían sentirse avergonzados y tendrían que abandonar sus responsabilidades ante el desprecio y el rechazo de aquellos a los que dicen servir, pero no lo hacen y la única razón que explica esa indiferencia ante la voluntad popular, que es sagrada en democracia, es que son arrogantes opresores sin un gramo de democracia en sus venas.
El Barómetro de Transparencia Internacional, una organización sin énimo de lucro e independiente que está acumulando méritos cada año para ser galardonada con el Nobel de la Paz, revela que los ciudadanos españoles perciben un alto grado de corrupción en los partidos políticos, que resulta el sector peor valorado de la sociedad. Asimismo, un 73% cree que la corrupción ha aumentado en los últimos tres años, la misma media que Europa.
El informe destaca que la percepción que tienen los ciudadanos sobre la corrupción de los partidos políticos es de 4,4 sobre una puntuación que va desde el nada corrupto, que se sitúa en 1, hasta el muy corrupto, que llega al 5. El fenómeno del rechazo a los partidos no es exclusivo de España y afecta a Europa y buena parte del mundo, aunque el gobierno de Zapatero es, con gran diferencia, el más impopular y rechazado de toda la Europa democrática.
Tanto la valoración española como europea de los partidos ha empeorado considerablemente respecto al anterior Barómetro Global de la Corrupción, ya que en aquel informe la percepción de corrupción de los partidos españoles se situaba en 3,6.
En cualquier caso, el patrono vitalicio de la Fundación Ortega y Gasset, Antonio Garrigues Walker, ha destacado que los "ciudadanos no creen en los líderes, ya sean políticos, económicos o eclesiásticos", por lo que éstos "están cada vez peor valorados".
A juicio de Garrigues Walker, el sistema judicial español "es lento y no tiene capacidad de reacción" por lo que si se dilatan los procesos de lucha contra la corrupción, ésta se "complica de manera especial".
Según los datos globales del Informe, de cada diez personas, ocho sostienen que los partidos políticos son corruptos o sumamente corruptos y la mitad de las personas entrevistadas creen que las medidas tomadas por su gobierno para contrarrestar la corrupción son ineficaces".
El panorama es desolador y, si existiera decencia y razón en España, debería provocar la refundación de una "democracia" española que ya no existe porque ha sido sustituida por una ilegítima e indecente dictadura de partidos y de políticos profesionales, claramente rechazada por los ciudadanos.