Tengo un amigo italiano, periodista, columnista y autor de un buen blog político, que me acaba de decir, en un intercambio de correos electrónicos, que los periodistas españoles somos de "cuarta categoría", algo así como la vergüenza de la profesión en el mundo democrático.
Le he respondido que yo también lo creo y que tengo mis razones, pero que me gustaría conocer las suyas. La siguiente es su respuesta (traducida casi literalmente):
"Los partidos políticos os han ganado la batalla y os habeis convertido en sus servidores. Casi todos los periodistas españoles que conozco militan en un bando político o en otro. Más de la mitad trabajan ya para el sector público, directa o indirectamente, en gabinetes de ministerios, consejerías, empresas públicas y miles de instituciones controladas por los partidos. Hasta los que, como tu, os considerais independientes, también estáis atrapados por la política y obligados a tomar partido, cada día, por un bando u otro. Es lo mismo que ocurría en Italia en los años setenta y primeros de la década de los ochenta del pasado siglo. No había un periodista que no tuviera "dueño", ya fuera la Democracia Cristiana, el Partido Comunista o el socialista de Bettino Craxi. Pero nosotros conseguimos liberarnos y hoy hay en Italia muchos periodistas independientes, capaces de despreciar a los políticos, de servir a la sociedad y de mantener la capacidad crítica. En España, cualquier medio que leas, veas o escuches tiene su sello, sualquier investigación periodística que se haga, tiene su patrocinador político. Para mi, eso significa que no existe ni periodismo, ni un gramo de espíritu democratico en España, porque la democracia, sin prensa libre, no es posible".
Mi colega italiano termina su correo con una atractiva cita sobre la prensa: "La prensa es la artilleria de la libertad", de Hans-Dietrich Genscher.
Mis razones para situar al periodismo español actual probablemente en el nivel más bajo de su historia, desde los tiempos de Fernando VII, son parecidas:
"Los periodistas nos hemos dejado abducir por dos poderes sujuzgadores: la empresa periodística y los partidos políticos. La empresa ha descubierto que el dinero procede más del anunciante que de la audiencia y ha cambiado su tradicional servicio al ciudadano, que era el cliente principal, por el servicio al anunciante, que es la gran empresa y, sobre todo, los partidos políticos. Ese cambio de enfoque y de cliente prioritario ha representado el principal cambio en la historia del periodismo, desde su nacimiento, hasta el punto de que el periodismo, que fue concebido como una pieza clave de la democracia, por su capacidad de vigilar y controlar al poder, es hoy, seguramente, el mayor enemigo de esa democracia, por su capacidad de apoyar al poder político, incluso con la mentira, el engaño y la manipulación. Los gobiernos y los partidos son los impulsores del cambio en el periodismo y en los medios, los grandes corruptores del sistema. Conscientes de que la prensa libre era el único gran obstáculo para que el poder político se impusiera sobre la sociedad y la ocupara hasta extremos ilícitos, liquidando la influencia de la sociedad civil y del ciudadano, han comprado a los medios, ganándose la voluntad de las empresas, y con ellas han comprado también a los periodistas, que no han sabido resistirse y que han mostrado una vergonzosa pasividad ante el humillante hecho de ser convertidos en mercancia mercenaria".
Tanto mi amigo italiano como yo creemos que hay honrosas excepciones en España, periodistas que tadavía combaten para servir a los ciudadanos (no a los grandes poderes) desde la independencia y la crítica, pero no dejan de ser ejemplares exóticos para coleccionistas, una especie que presenta todos los síntomas de estar en peligro de extinción.
Le he respondido que yo también lo creo y que tengo mis razones, pero que me gustaría conocer las suyas. La siguiente es su respuesta (traducida casi literalmente):
"Los partidos políticos os han ganado la batalla y os habeis convertido en sus servidores. Casi todos los periodistas españoles que conozco militan en un bando político o en otro. Más de la mitad trabajan ya para el sector público, directa o indirectamente, en gabinetes de ministerios, consejerías, empresas públicas y miles de instituciones controladas por los partidos. Hasta los que, como tu, os considerais independientes, también estáis atrapados por la política y obligados a tomar partido, cada día, por un bando u otro. Es lo mismo que ocurría en Italia en los años setenta y primeros de la década de los ochenta del pasado siglo. No había un periodista que no tuviera "dueño", ya fuera la Democracia Cristiana, el Partido Comunista o el socialista de Bettino Craxi. Pero nosotros conseguimos liberarnos y hoy hay en Italia muchos periodistas independientes, capaces de despreciar a los políticos, de servir a la sociedad y de mantener la capacidad crítica. En España, cualquier medio que leas, veas o escuches tiene su sello, sualquier investigación periodística que se haga, tiene su patrocinador político. Para mi, eso significa que no existe ni periodismo, ni un gramo de espíritu democratico en España, porque la democracia, sin prensa libre, no es posible".
Mi colega italiano termina su correo con una atractiva cita sobre la prensa: "La prensa es la artilleria de la libertad", de Hans-Dietrich Genscher.
Mis razones para situar al periodismo español actual probablemente en el nivel más bajo de su historia, desde los tiempos de Fernando VII, son parecidas:
"Los periodistas nos hemos dejado abducir por dos poderes sujuzgadores: la empresa periodística y los partidos políticos. La empresa ha descubierto que el dinero procede más del anunciante que de la audiencia y ha cambiado su tradicional servicio al ciudadano, que era el cliente principal, por el servicio al anunciante, que es la gran empresa y, sobre todo, los partidos políticos. Ese cambio de enfoque y de cliente prioritario ha representado el principal cambio en la historia del periodismo, desde su nacimiento, hasta el punto de que el periodismo, que fue concebido como una pieza clave de la democracia, por su capacidad de vigilar y controlar al poder, es hoy, seguramente, el mayor enemigo de esa democracia, por su capacidad de apoyar al poder político, incluso con la mentira, el engaño y la manipulación. Los gobiernos y los partidos son los impulsores del cambio en el periodismo y en los medios, los grandes corruptores del sistema. Conscientes de que la prensa libre era el único gran obstáculo para que el poder político se impusiera sobre la sociedad y la ocupara hasta extremos ilícitos, liquidando la influencia de la sociedad civil y del ciudadano, han comprado a los medios, ganándose la voluntad de las empresas, y con ellas han comprado también a los periodistas, que no han sabido resistirse y que han mostrado una vergonzosa pasividad ante el humillante hecho de ser convertidos en mercancia mercenaria".
Tanto mi amigo italiano como yo creemos que hay honrosas excepciones en España, periodistas que tadavía combaten para servir a los ciudadanos (no a los grandes poderes) desde la independencia y la crítica, pero no dejan de ser ejemplares exóticos para coleccionistas, una especie que presenta todos los síntomas de estar en peligro de extinción.