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España, paraíso de esclavos



Los dos grandes partidos políticos españoles, PSOE y PP, están exhibiendo en estos momentos sus miserias y suciedades con nitidez y desvergüenza. El primero lo hace gobernando injusta, corrupta y torpemente una nación a la que debilitan y desarbolan cada día más, y los otros lo hacen destrozándose insensatamente en conspiraciones y luchas cainitas que sólo sirven para hacer de España un país sin esperanza y sin futuro.

Unos y otros han demostrado ya hasta la saciedad que merecen ser precintados por sus abusos y delitos y sustituidos por otras formaciones distintas, más humanas y decentes.

No es fácil explicarse por qué los españoles votan a sus verdugos y eligen ser esclavos. España fue durante siglos el pueblo más libre y bravo, con ejércitos invencibles y energía que les llevó a conquistar medio mundo, pero hoy toda aquella grandeza se ha esfumado y tenemos a uno de los pueblos más cobardes del planeta, capaz de soportar de sus políticos errores, mal gobierno, abusos, humillaciones y estupideces que les están hundiendo en la ruina, el atraso y el desprestigio internacional. Sus dirigentes merecen ser expulsados del poder, pero se les sigue votando.

Hay partidos en el espectro español que desde que fueron fundados, hace más de un siglo y medio, no han dejado de empujar a España hacia la ruina, la corrupción, la guerra y el fracaso. Pero el pueblo les sigue votando y han encumbrado hoy a un presidente como Pedro Sánchez, inepto y manchado desde sus orígenes por la corrupción, demostrada en detalles como cuando fue descubierto introduciendo papeletas falsas en una urna pirata, en una convención del PSOE, pero también con sus mentiras, subvenciones encubiertas, compra de voluntades y medios de comunicación, conspiraciones y un larguísimo etcétera.

En el otro lado del espectro, en la derecha, donde el PP es el partido dominante, la suciedad también impera, como puede verse en estos días cuando el grueso del partido conspira contra uno de los suyos, la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, por envidias y celos, desatando una batalla que, por el momento, se ha llevado por delante al presidente y al secretario general del partido.

Muchos se preguntan, sin encontrar la respuesta, cómo los españoles soportan tanto abuso e injusticia de sus políticos sin rebelarse y cómo es posible que sigan votando, una y otra vez, a sus verdugos, en cada ocasión que se abren las urnas.

En muchos países consideran a los españoles un pueblo cobarde y se sorprenden de que eso sea así porque los españoles fueron considerados durante siglos como uno de los pueblos más bravos, indomables y guerreros del mundo. Sin embargo, existe una explicación: los españoles modernos han cambiado y ahora les gusta la esclavitud y prefieren un líder que les resuelva sus problemas antes que participar en la gestión y el gobierno. Los expertos no saben si esa humillante postración y cobardía del pueblo español es temporal, producto de la rapidez con la que el país ha accedido a la abundancia en los tiempos actuales, o es definitiva y el rasgo de la cobardía se ha añadido a nuestro perfil como pueblo. Ojalá sea un rasgo pasajero porque poseerlo es humillante, vergonzoso y digno de lástima.
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No es fácil explicar cómo en esta España injusta y mal gobernada no ha estallado todavía la ira de los ciudadanos contra la casta política que le conduce, año tras año, a la decadencia y el retroceso. Sin embargo, el fenómeno tiene una explicación: en España escasean los ciudadanos y abundan los esclavos. Y quizás eso se deba a que el país vivió cuatro décadas bajo una dictadura franquista en la que los ciudadanos confiaban porque la vida era fácil y el país avanzaba sin parar de crecer.

Cuando la falsa democracia de los partidos sustituyó al Franquismo, tras la muerte del dictador, el pueblo estaba acostumbrado a confiar en el gobierno y, de manera suicida, depositó su confianza también en aquellos sustitutos, donde abundaban las pandillas de politicastros sin escrúpulos, sin valor y sin vergüenza.

Decía Aristóteles al comienzo de su Política: “no todos los hombres libres lo son por naturaleza, ni todos los esclavos lo son por naturaleza”. Aristóteles concebía al ciudadano como ejemplo de hombre completo y maduro por su capacidad de ser libre, de vigilar la marcha de la comunidad, de participar en sus decisiones, por su obediencia a las leyes, por la defensa de sus derechos y por su capacidad de juzgar y debatir con parsimonia y y sin juicios preconcebidos, todo lo contrario de lo que hoy es un militante de base radicalizado de uno de nuestros partidos políticos.

Los rígidos criterios aristotélicos nos recuerdan que hay gente en nuestras sociedades a la que le gusta ser esclava, que disfrutan siendo ovejas sometidas y que sienten terror a vivir sin pastores. Esa gente, a la que no podemos llamar "ciudadanos" porque son el lado opuesto de la ciudadanía libre y autónoma, es la que sigue otorgando su voto a partidos políticos que han demostrado hasta el cansancio que son corruptos, indignos e injustos, prolongando la vigencia de un sistema basado en el abuso de poder y la constante violación de la democracia. Esos esclavos que votan a dirigentes miserables serán siempre los aliados de los tiranos y la peor rémora para la libertad y el verdadero progreso humano.

Desgraciadamente, cuando hablamos de esclavos en la actualidad no nos referimos a reductos pequeños y aislados, sino a grandes masas, a enormes bolsas de gente que no entiende la política o que la vive como una pasión ciega, apoyando a los suyos contra viento y marea, hagan lo que hagan, y odiando al adversario "hasta la muerte". En España, a juzgar por el resultado de las elecciones, son no menos de 20 millones.

Para ese tipo de esclavos están diseñadas campañas electorales como la que condujo a Rajoy hasta la Moncloa, en la que cumplir las promesas no tuvo importancia. Y también la de Pedro Sánchez, plagada de mentiras, engaños y traiciones al pueblo. Los políticos dan por supuesto que los ciudadanos son imbéciles y que votarán siempre a "los suyos" y, en consecuencia, realizan las campañas no con el rigor que exige la democracia, sino alimentando el odio y la división con mentiras incompatibles con la democracia.

En España existe un test infalible para medir si se tiene o no espíritu de ciudadano. Basta con mirar si uno se siente a gusto con la política degenerada que existe. Si te gusta, si militas en un partido y estás cómodo en la gran pocilga, tienes alma de esclavo o, por lo menos, tienes un gran riesgo de llegar a serlo con plenitud. Si no te sientes a gusto y, sobre todo, si sientes asco y estás indignado ante tanto abuso, injusticia, corrupción, torpeza y arrogancia del poder, todavía hay esperanza y puedes convertirte en un ciudadano rebelde, libre, exigente, cumplidor, responsable y con capacidad de autogobierno.

Existe otro test, más universal y también infalible: hay que reflexionar y ver si uno se siente incómodo siendo libre, si se experimenta rechazo a la libertad. Si existe alguna aversión, uno está perdido, pero si existe orgullo de ser libres y se asumen con optimismo los indudables riesgos de la libertad, entonces uno puede tener la esperanza de llegar a ser algún día un auténtico ciudadano.


Francisco Rubiales

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Jueves, 24 de Febrero 2022
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