Aseguran que el Gobierno de Mariano Rajoy última la petición de rescate a la UE, después de que notables empresarios le hayan pedido públicamente que no aplazase más la decisión. Pero Rajoy se resiste y en el rechazo al rescate coincide con el PSOE, IU y la mayoría de los partidos políticos, que se oponen porque temen que las condiciones que imponga Europa incluya desmontar el actual Estado insostenible, donde los políticos se sienten tan a gusto porque gozan de poder casi absoluto, sin controles democráticos, impunidad y cientos de miles de puestos para colocar a sus familiares, amigos y militantes en el sector público ruinoso español, sufragado por los desgraciados ciudadanos españoles con impuestos desmesurados e injustos, que les esquilman y aplastan.
Rajoy habla de un "rescate blando" que no imponga nuevas condiciones para que todo siga igual y el Estado inicuo, desmesurado e irracional, con 17 autonomías despilfarradoras apostando por la insolidaridad y, en algunos casos, por la ruptura, siga vigente en esta España que, si no se refunda y consigue instaurar pronto una verdadera democracia, caerá en el precipicio empujada por la clase política más injusta y golfa de todo Occidente.
La mejor ayuda que España podría recibir de Europa no es un rescate o préstamos a bajo interés, sino una presión irresistible y democrática para que cambie su modelo de Estado y elimine la corrupción galopante que pudre sus estructuras, sobre todo en los ámbitos políticos y financieros. Cualquier ayuda que España reciba sin que solucione antes esos problemas vitales, caerá en saco roto, no tendrá efecto y, probablemente, servirá para fortalecer todavía más el corrupto e insostenible Estado y a la oligarquía que lo ordeña y gestiona con mano de hierro y corazón de plomo.
Cualquier español decente, ante el panorama político y financiero que contempla, siente unas ganas irresistibles de emigrar o de rebelarse contra el sistema. Si no lo hace, es porque se sabe impotente o porque le puede la cobardía. El primer deber de todo español demócrata y limpio es cambiar el sistema que le está llevando hasta el fracaso como nación, lo que implica refundar la democracia, que ha sido asesinada por los políticos y convertida en una sucia oligocracia, cambiar el inviable modelo de Estado, lograr que la ley sea igual para todos y funcione y acabar con una corrupción que condena al país a ser un pordiosero postrado y maloliente.
España es un país sin ciudadanos, marginados de las decisiones, que responden con un insano rechazo a la clase política, que a veces se torna en odio, un sentimiento peligroso e incomprensible en una Europa que, aunque con defectos y carencias, todavía eleva en común la bandera de la democracia.
Ni un sólo euro para España sin que se cambie antes, a fondo, el sistema político y económico, hoy controlado por una corrupta y despótica oligarquía política, aliada con la oligarquía económica y financiera.
Para no perpetuar la crisis y endeudar a los españoles durante generaciones, el Gobierno español debe reformar a fondo la administración de las comunidades autónomas y los ayuntamientos, en su mayoría en bancarrota y completamente fuera de control, sometiendo a referéndum el modelo de Estado. Las regiones, ayuntamientos y diputaciones son los responsables de los dos tercios del gasto público y este gasto se realiza en condiciones de descontrol, despilfarro y corrupción totalmente inaceptables.
La actual caida de España en el abismo de la pobreza y el fracaso nada tiene que ver con salarios demasiado altos -un 60 % de la población ocupada gana menos de 1.000 euros/mes-, pensiones demasiado altas -la pensión media es de 785 euros, el 63% de la media de la UE- o pocas horas de trabajo, como se ha trasmitido a veces desde Alemania. Tampoco le falta a España talento, capacidad empresarial o creatividad. El país tiene pensadores, creativos, médicos, ingenieros y expertos de gran nivel y con prestigio internacional. La única razón de la enfermedad mortal de España es su modelo de Estado, insostenible, desproporcionado, irracional, abusivo y plagado de corruptos que practican el cohecho, el nepotismo, el amiguismo y todo tipo de corruptelas, amparados en un poder judicial inoperante, sin independencia y dominado por el poder político.
Los principales culpables del inmenso drama de España son los partidos políticos y la clase política, que se ha desentendido de la democracia y fraguado una alianza perversa con las oligarquias económicas y financieras. Hay cada día más ciudadanos que no se sienten representados por sus políticos y que repudian las elecciones porque han descubierto que ni siquiera son ellos los que eligen y controlan a los diputados, cuya lealtad y servicio se orienta a los partidos, no a los ciudadanos.
El aberrante mundo oficial y la naturaleza podrida del poder generan un rechazo generalizado que se plasma en desmotivación ciudadana, una economía sumergida de más del 20 por ciento del PIB y un pernicioso rechazo y hasta odio a los dirigentes políticos por una parte cada vez mayor de la ciudadania, sentimientos y actitudes que detraen recursos a la economía, frenan el desarrollo y envenenan la convivencia.
La inmensa conspiración contra España y sus ciudadanos fraguada por la alianza político-financiera es poderosa y no puede ser doblegada ni eliminada por los ciudadanos sin la ayuda de los demócratas europeos, que, antes de entregar fondos masivos al gobierno español, deberían exigir que el país se democratice y deje de ser un pozo de abuso y corrupción con un Estado organizado para que sirva a los intereses de políticos y banqueros y con los ciudadanos, que deberían ser los "soberanos" en democrascia, sometidos como víctimas y sin esperanza.
Rajoy habla de un "rescate blando" que no imponga nuevas condiciones para que todo siga igual y el Estado inicuo, desmesurado e irracional, con 17 autonomías despilfarradoras apostando por la insolidaridad y, en algunos casos, por la ruptura, siga vigente en esta España que, si no se refunda y consigue instaurar pronto una verdadera democracia, caerá en el precipicio empujada por la clase política más injusta y golfa de todo Occidente.
La mejor ayuda que España podría recibir de Europa no es un rescate o préstamos a bajo interés, sino una presión irresistible y democrática para que cambie su modelo de Estado y elimine la corrupción galopante que pudre sus estructuras, sobre todo en los ámbitos políticos y financieros. Cualquier ayuda que España reciba sin que solucione antes esos problemas vitales, caerá en saco roto, no tendrá efecto y, probablemente, servirá para fortalecer todavía más el corrupto e insostenible Estado y a la oligarquía que lo ordeña y gestiona con mano de hierro y corazón de plomo.
Cualquier español decente, ante el panorama político y financiero que contempla, siente unas ganas irresistibles de emigrar o de rebelarse contra el sistema. Si no lo hace, es porque se sabe impotente o porque le puede la cobardía. El primer deber de todo español demócrata y limpio es cambiar el sistema que le está llevando hasta el fracaso como nación, lo que implica refundar la democracia, que ha sido asesinada por los políticos y convertida en una sucia oligocracia, cambiar el inviable modelo de Estado, lograr que la ley sea igual para todos y funcione y acabar con una corrupción que condena al país a ser un pordiosero postrado y maloliente.
España es un país sin ciudadanos, marginados de las decisiones, que responden con un insano rechazo a la clase política, que a veces se torna en odio, un sentimiento peligroso e incomprensible en una Europa que, aunque con defectos y carencias, todavía eleva en común la bandera de la democracia.
Ni un sólo euro para España sin que se cambie antes, a fondo, el sistema político y económico, hoy controlado por una corrupta y despótica oligarquía política, aliada con la oligarquía económica y financiera.
Para no perpetuar la crisis y endeudar a los españoles durante generaciones, el Gobierno español debe reformar a fondo la administración de las comunidades autónomas y los ayuntamientos, en su mayoría en bancarrota y completamente fuera de control, sometiendo a referéndum el modelo de Estado. Las regiones, ayuntamientos y diputaciones son los responsables de los dos tercios del gasto público y este gasto se realiza en condiciones de descontrol, despilfarro y corrupción totalmente inaceptables.
La actual caida de España en el abismo de la pobreza y el fracaso nada tiene que ver con salarios demasiado altos -un 60 % de la población ocupada gana menos de 1.000 euros/mes-, pensiones demasiado altas -la pensión media es de 785 euros, el 63% de la media de la UE- o pocas horas de trabajo, como se ha trasmitido a veces desde Alemania. Tampoco le falta a España talento, capacidad empresarial o creatividad. El país tiene pensadores, creativos, médicos, ingenieros y expertos de gran nivel y con prestigio internacional. La única razón de la enfermedad mortal de España es su modelo de Estado, insostenible, desproporcionado, irracional, abusivo y plagado de corruptos que practican el cohecho, el nepotismo, el amiguismo y todo tipo de corruptelas, amparados en un poder judicial inoperante, sin independencia y dominado por el poder político.
Los principales culpables del inmenso drama de España son los partidos políticos y la clase política, que se ha desentendido de la democracia y fraguado una alianza perversa con las oligarquias económicas y financieras. Hay cada día más ciudadanos que no se sienten representados por sus políticos y que repudian las elecciones porque han descubierto que ni siquiera son ellos los que eligen y controlan a los diputados, cuya lealtad y servicio se orienta a los partidos, no a los ciudadanos.
El aberrante mundo oficial y la naturaleza podrida del poder generan un rechazo generalizado que se plasma en desmotivación ciudadana, una economía sumergida de más del 20 por ciento del PIB y un pernicioso rechazo y hasta odio a los dirigentes políticos por una parte cada vez mayor de la ciudadania, sentimientos y actitudes que detraen recursos a la economía, frenan el desarrollo y envenenan la convivencia.
La inmensa conspiración contra España y sus ciudadanos fraguada por la alianza político-financiera es poderosa y no puede ser doblegada ni eliminada por los ciudadanos sin la ayuda de los demócratas europeos, que, antes de entregar fondos masivos al gobierno español, deberían exigir que el país se democratice y deje de ser un pozo de abuso y corrupción con un Estado organizado para que sirva a los intereses de políticos y banqueros y con los ciudadanos, que deberían ser los "soberanos" en democrascia, sometidos como víctimas y sin esperanza.