La Historia demostrará con una potencia irresistible que Zapatero ha sido un terrible cáncer para España, un país demolido por el "zapaterismo" que, para resurgir, necesita olvidar cuanto antes y por completo esa maldita etapa de su existencia.
El "olvido" del "Zapaterismo" es mejor terapia que el odio y la venganza contra Zapatero y los que le han apoyado, a pesar de los daños que han causado, algunos de los cuales prolongarán sus efectos nocivos durante más de un siglo. El odio obliga siempre a seguir viviendo con el drama, mientras que el olvido lo relega y arroja al basurero de la Historia. Perseguir y encarcelar a Zapatero por los daños causados y por las injusticias perpetradas, como muchos desean, no serviría para desembarazarnos de él, sino más bien para concederle presencia en nuestras vidas y capacidad destructiva incluso después de su próxima y ya inevitable derrota en las urnas, donde un pueblo humillado, empobrecido y hundido le demostrará todo su desprecio y repulsa.
La prioridad absoluta es librarnos de la enfermedad y expulsar a Zapatero del poder, si es posible obligándole a dimitir, pero si no hay otro remedio, propinándole en las urnas una patada memorable en el trasero. La segunda es olvidarlo para resurgir, sin revanchismo, pero sin olvidar la lección histórica de que nunca más deberíamos permitir que un inepto peligroso y fuera de control tome en sus manos el timón de España para conducirla hasta la derrota y el fracaso. La tercera prioridad debe ser reformar el sistema para que España disfrute de una verdadera democracia, un sistema que nos fue "robado" por los constituyentes de 1978 y por los partidos políticos, cuyo objetivo no fue, como creíamos, hacer de España un país democrático, sino simplemente sustituir al "Franquismo" por una partitocracia sin ciudadanos y controlada por la "casta" política.
La gran lección que los españoles debemos extraer del "Zapaterismo" y de las tres décadas de falsa democracia vividas desde la Transición es que el protagonismo debe pertenecer siempre al ciudadano, el cual tiene el deber de controlar a los políticos para que no se conviertan, como ha ocurrido en España, es una casta destructiva, descontrolada, cargada de privilegios y con un poder sin mesura, sin equilibrio y sin decencia.
Zapatero ha contribuido poderosamente a que el balance de la mal llamada "democracia" española sea un drama cargado de retrocesos y derrotas. Los españoles no solo hemos perdido el empuje que nos llevó a protagonizar uno de los grandes milagros económicos del siglo XX, sino que hemos dejado por el camino, también, la confianza en los líderes, la fe en el sistema, buena parte de los grandes valores acumulados, desde la honradez a la decencia, sin olvidar la solidaridad, el sacrificio y el esfuerzo. Hoy, gracias a la "casta" política que ha liderado la España "democrática", somos un país bajo vigilancia internacional por los abusos y desmanes cometidos por el impune Zapatero, que nos ha endeudado e hipotecado por varias décadas. Nuestros líderes nos han llevado a ocupar puestos destacados en el ranking mundial del desempleo, del consumo y tráfico de drogas, de la violencia de género, del alcoholismo, de la prostitución, del avance de la pobreza, del blanqueo de dinero, del cobijo a las mafias organizadas, del fracaso escolar, de la baja calidad de la enseñanza, del descrédito de los dirigentes y del mismo sistema político y del crecimiento y avance de la corrupción, sin olvidar que nuestros fracasados líderes han creado un Estado hipertrofiado y monstruoso, donde hay cientos de miles de enchufados y paniaguados, casi todos ellos inútiles y sin más mérito que ser amigos del partido, que ordeñan a diario el erario público y convierten a España en un proyecto sin futuro.
Nuestro líderes, con Zapatero a la cabeza, nos han convertido en un país sin prestigio, que provoca más lástima que odio en el mundo, donde lo público lidera el comportamiento indecente y donde los dirigentes ofrecen a diario" ejemplo" de todo lo que no debe hacerse en un país decente: concursos públicos trucados, nombramientos a dedo, amiguismo, clientelismo, subvenciones injustas, listas negras de represaliados, injusticia, desigualdad, despilfarro, arbitrariedades y mil canalladas más, todas ellas, para vergüenza y escarnio de los españoles, soportadas por un pueblo cobarde que demuestra cada día su incapacidad para expulsar del poder a los portadores del cáncer y del fracaso.
El "olvido" del "Zapaterismo" es mejor terapia que el odio y la venganza contra Zapatero y los que le han apoyado, a pesar de los daños que han causado, algunos de los cuales prolongarán sus efectos nocivos durante más de un siglo. El odio obliga siempre a seguir viviendo con el drama, mientras que el olvido lo relega y arroja al basurero de la Historia. Perseguir y encarcelar a Zapatero por los daños causados y por las injusticias perpetradas, como muchos desean, no serviría para desembarazarnos de él, sino más bien para concederle presencia en nuestras vidas y capacidad destructiva incluso después de su próxima y ya inevitable derrota en las urnas, donde un pueblo humillado, empobrecido y hundido le demostrará todo su desprecio y repulsa.
La prioridad absoluta es librarnos de la enfermedad y expulsar a Zapatero del poder, si es posible obligándole a dimitir, pero si no hay otro remedio, propinándole en las urnas una patada memorable en el trasero. La segunda es olvidarlo para resurgir, sin revanchismo, pero sin olvidar la lección histórica de que nunca más deberíamos permitir que un inepto peligroso y fuera de control tome en sus manos el timón de España para conducirla hasta la derrota y el fracaso. La tercera prioridad debe ser reformar el sistema para que España disfrute de una verdadera democracia, un sistema que nos fue "robado" por los constituyentes de 1978 y por los partidos políticos, cuyo objetivo no fue, como creíamos, hacer de España un país democrático, sino simplemente sustituir al "Franquismo" por una partitocracia sin ciudadanos y controlada por la "casta" política.
La gran lección que los españoles debemos extraer del "Zapaterismo" y de las tres décadas de falsa democracia vividas desde la Transición es que el protagonismo debe pertenecer siempre al ciudadano, el cual tiene el deber de controlar a los políticos para que no se conviertan, como ha ocurrido en España, es una casta destructiva, descontrolada, cargada de privilegios y con un poder sin mesura, sin equilibrio y sin decencia.
Zapatero ha contribuido poderosamente a que el balance de la mal llamada "democracia" española sea un drama cargado de retrocesos y derrotas. Los españoles no solo hemos perdido el empuje que nos llevó a protagonizar uno de los grandes milagros económicos del siglo XX, sino que hemos dejado por el camino, también, la confianza en los líderes, la fe en el sistema, buena parte de los grandes valores acumulados, desde la honradez a la decencia, sin olvidar la solidaridad, el sacrificio y el esfuerzo. Hoy, gracias a la "casta" política que ha liderado la España "democrática", somos un país bajo vigilancia internacional por los abusos y desmanes cometidos por el impune Zapatero, que nos ha endeudado e hipotecado por varias décadas. Nuestros líderes nos han llevado a ocupar puestos destacados en el ranking mundial del desempleo, del consumo y tráfico de drogas, de la violencia de género, del alcoholismo, de la prostitución, del avance de la pobreza, del blanqueo de dinero, del cobijo a las mafias organizadas, del fracaso escolar, de la baja calidad de la enseñanza, del descrédito de los dirigentes y del mismo sistema político y del crecimiento y avance de la corrupción, sin olvidar que nuestros fracasados líderes han creado un Estado hipertrofiado y monstruoso, donde hay cientos de miles de enchufados y paniaguados, casi todos ellos inútiles y sin más mérito que ser amigos del partido, que ordeñan a diario el erario público y convierten a España en un proyecto sin futuro.
Nuestro líderes, con Zapatero a la cabeza, nos han convertido en un país sin prestigio, que provoca más lástima que odio en el mundo, donde lo público lidera el comportamiento indecente y donde los dirigentes ofrecen a diario" ejemplo" de todo lo que no debe hacerse en un país decente: concursos públicos trucados, nombramientos a dedo, amiguismo, clientelismo, subvenciones injustas, listas negras de represaliados, injusticia, desigualdad, despilfarro, arbitrariedades y mil canalladas más, todas ellas, para vergüenza y escarnio de los españoles, soportadas por un pueblo cobarde que demuestra cada día su incapacidad para expulsar del poder a los portadores del cáncer y del fracaso.