La sociedad española, como otras de Europa y el mundo, espera la llegada de un partido nuevo que acabe con la vieja política corrupta que ha hecho de España un país sin peso ni solvencia en Europa y el mundo, un país al que es fácil engañar como Europa y Gran Bretaña han hecho con Pedro Sánchez en el asunto de Gibraltar.
España no es muy diferente a Estados Unidos, Francia, Austria, Italia y otros muchos países donde las derechas nacionales suben con fuerza y los ciudadanos desean ver en el poder a un líder que anteponga los intereses de su propio pueblo a los intereses propios y de sus amigos poderosos. Aunque nadie las publica, las encuestas son claras y revelan que si existiera en España un auténtico partido de derecha, ganaría las elecciones porque hay millones de españoles que votan al PP, al PSOE y a otros partidos con la nariz tapada y se sienten hartos de soportar a falsos demócratas que gobiernan como dictadores.
No hace mucho, José María Aznar, divorciado de Rajoy, tuvo la tentación de crear un partido de derechas, pero desistió de esa idea porque las encuestas revelaban claramente que él no es aceptado como líder por la sociedad española.
Ese deseo profundo de una derecha auténtica y no falsa y tuneada, como es la que representa el PP, es el que está impulsando a VOX, un partido que sube como la espuma, y también la que ha elevado a Ciudadanos hasta ocupar espacios notables de poder, a pesar de la indefinición de esa formación política.
Los conservadores españoles están tan decepcionados con el PP que muchos se apuntarán a la abstención o se pasarán a Ciudadanos y a VOX.
La derecha carece de sentido si no es liberal. El liberalismo concibe la democracia como un sistema diseñado para controlar el poder del Estado y mantenerlo bien sujeto gracias a las leyes, que deben ser equitativas y aceptadas por los ciudadanos, de la división de los poderes básicos del Estado, que deben funcionar en libertad y competencia, la salud de la sociedad civil, que debe quedar libre del dominio público y funcionar como un contrapeso del poder político, la prensa libre y capaz de fiscalizar a los grandes poderes, el castigo de los corruptos y enemigos de la libertad y el protagonismo del ciudadano, al que se le reconoce su papel de "soberano" del sistema. Esa concepción de la democracia, genuinamente "de derechas", es diamatralmente opuesta a la que tiene el PP, un partido que ha exiliado al ciudadano, que es intervencionista, adora al Estado, controla los tres poderes básicos del Estado, aplica la ley con desigualdad, sube los impuestos, no castiga a los corruptos y mantiene a los políticos en una situación de impunidad que es incompatible no solo con la democracia sino también con la decencia.
Si en el resto del mundo la división entre "derechas" e "izquierdas" es obsoleta, en España es, además, estúpida y falsa porque la derecha, en realidad, no existe y el bipartidismo dominante se limita a ser la competencia controlada entre dos partidos que no tienen otra ideología que el culto al poder y al privilegio. Las únicas divisiones justas y reales en el mundo actual son las que separan a ricos y pobres, a poderosos y débiles, a los que mandan y a los que obedecen, a los demócratas y a los totalitarios, a los sinvergüenzas y a la gente decente.
Una derecha seria y auténtica no hubiera permitido jamás que los políticos delincuentes y sus aliados que han saqueado las cajas de ahorro españolas se mantengan impunes y en libertad, sin que ni siquiera se les haya reclamado el dinero robado, ni habría tolerado los nidos de corrupción descubiertos en el PP, el incumplimiento de casi todas sus promesas electorales, la subida los impuestos y los pactos con los golpistas catalanes, auténticos tiranos enemigos de la democracia.
PP y PSOE se han comportado como simples bandas de poder, asociadas para disfrutar de su dominio de una sociedad desmembrada e indefensa, como es la española del presente. La ideología, para ellos, es un simple disfraz.
Si en España apareciese un Donald Trump, seguramente ganaría las elecciones. La mayoría del electorado español está preparado para elevar hasta el poder a un político decente, fuerte, que sea capaz de dar un puñetazo en el vertedero independentista catalán y que practique con toda dureza el "España primero", la honradez y el castigo de los muchos corruptos y delincuentes que se atrincheran en el Estado para saquear el país.
España está plenamente madura para apoyar masivamente a un partido auténtico de derecha, liberal, amante de las tradiciones y de la patria, que proyecte fortaleza y que otorgue protagonismo a los ciudadanos, al concepto de España y a la libertad, políticas opuestas a las que defiende hoy la falsa derecha del PP, que es votada por millones de españoles con asco y sin ilusión porque no existe en España una alternativa más fiable para las clases medias, los patriotas y los demócratas.
El bloqueo político y mediático que desde el bipartidismo se practica a esa nueva derecha que pugna por emerger es una de las operaciones más antidemocráticas y tiránicas existentes en la política europea. Presionados por los dos grandes partidos, los medios de comunicación españoles están bloqueando el nacimiento y crecimiento de ese partido de derecha que la sociedad demanda.
Estupideces suicidas como la de abrir los brazos a la inmigración masiva, obra de las viejas izquierdas y derechas contaminadas de Europa, han sido la gota que ha colmado el vaso de la indignación ciudadana con esas políticas antiguas y traidoras que antepone siempre intereses propios o desconocidos a los verdaderos intereses de los pueblos y naciones.
El auge de VOX sólo se explica porque muchos ven en el al partido auténtico de derecha que España necesita. Si lograra demostrar que lo que dice es cierto y si se mantiene al margen de la suciedad reinante en la partitocracia española, VOX robaría al PP al menos el 40 por ciento de sus votantes y al PSOE al menos un 15 por ciento, más la mitad de los indecisos y abstencionistas.
La derecha real y libre de socialismo, a la que en Europa llaman "extrema derecha" para desprestigiarla y robarle votos, es una fuerza creciente en la mayoría de los países de Europa, donde ya gobierna en algunos países.
El crecimiento de esos partidos es producto del fracaso de la socialdemocracia, tanto en su versión socialista como en las derechas contaminadas de culto al Estado e intervencionismo, todos impregnados de autoritarismo, intervencionismo, privilegios e hipocresía.
Pero el auge de esa derecha nueva y sin complejos que habla claro, ama la nación, defiende las raíces europeas, frena la inmigración masiva, desea recuperar las raíces liberales de la democracia, predica la austeridad gubernamental y odia la contaminación de esa "progresía" acomplejada que abraza la corrupción, provoca desempleo, hace crecer la pobreza, se somete a Estados Unidos y gobierna para los ricos, se debe sobre todo al cansancio de los ciudadanos y al rechazo a las políticas izquierdistas fracasadas y basadas en el cobro masivo de impuestos, el despilfarro gubernamental, la marginación del ciudadano de la vida política y en una forma de gobernar que desprecia constantemente la voluntad popular y que únicamente beneficia a las grandes empresas, a los millonarios y a las élites políticas y burocráticas.
Esas derechas e izquierdas viejas y divorciadas de la verdad y de la ciudadanía están realmente medio muertas y sólo se sostienen gracias a la complicidad de un sistema mediático comprado y sometido al poder.
Francisco Rubiales
España no es muy diferente a Estados Unidos, Francia, Austria, Italia y otros muchos países donde las derechas nacionales suben con fuerza y los ciudadanos desean ver en el poder a un líder que anteponga los intereses de su propio pueblo a los intereses propios y de sus amigos poderosos. Aunque nadie las publica, las encuestas son claras y revelan que si existiera en España un auténtico partido de derecha, ganaría las elecciones porque hay millones de españoles que votan al PP, al PSOE y a otros partidos con la nariz tapada y se sienten hartos de soportar a falsos demócratas que gobiernan como dictadores.
No hace mucho, José María Aznar, divorciado de Rajoy, tuvo la tentación de crear un partido de derechas, pero desistió de esa idea porque las encuestas revelaban claramente que él no es aceptado como líder por la sociedad española.
Ese deseo profundo de una derecha auténtica y no falsa y tuneada, como es la que representa el PP, es el que está impulsando a VOX, un partido que sube como la espuma, y también la que ha elevado a Ciudadanos hasta ocupar espacios notables de poder, a pesar de la indefinición de esa formación política.
Los conservadores españoles están tan decepcionados con el PP que muchos se apuntarán a la abstención o se pasarán a Ciudadanos y a VOX.
La derecha carece de sentido si no es liberal. El liberalismo concibe la democracia como un sistema diseñado para controlar el poder del Estado y mantenerlo bien sujeto gracias a las leyes, que deben ser equitativas y aceptadas por los ciudadanos, de la división de los poderes básicos del Estado, que deben funcionar en libertad y competencia, la salud de la sociedad civil, que debe quedar libre del dominio público y funcionar como un contrapeso del poder político, la prensa libre y capaz de fiscalizar a los grandes poderes, el castigo de los corruptos y enemigos de la libertad y el protagonismo del ciudadano, al que se le reconoce su papel de "soberano" del sistema. Esa concepción de la democracia, genuinamente "de derechas", es diamatralmente opuesta a la que tiene el PP, un partido que ha exiliado al ciudadano, que es intervencionista, adora al Estado, controla los tres poderes básicos del Estado, aplica la ley con desigualdad, sube los impuestos, no castiga a los corruptos y mantiene a los políticos en una situación de impunidad que es incompatible no solo con la democracia sino también con la decencia.
Si en el resto del mundo la división entre "derechas" e "izquierdas" es obsoleta, en España es, además, estúpida y falsa porque la derecha, en realidad, no existe y el bipartidismo dominante se limita a ser la competencia controlada entre dos partidos que no tienen otra ideología que el culto al poder y al privilegio. Las únicas divisiones justas y reales en el mundo actual son las que separan a ricos y pobres, a poderosos y débiles, a los que mandan y a los que obedecen, a los demócratas y a los totalitarios, a los sinvergüenzas y a la gente decente.
Una derecha seria y auténtica no hubiera permitido jamás que los políticos delincuentes y sus aliados que han saqueado las cajas de ahorro españolas se mantengan impunes y en libertad, sin que ni siquiera se les haya reclamado el dinero robado, ni habría tolerado los nidos de corrupción descubiertos en el PP, el incumplimiento de casi todas sus promesas electorales, la subida los impuestos y los pactos con los golpistas catalanes, auténticos tiranos enemigos de la democracia.
PP y PSOE se han comportado como simples bandas de poder, asociadas para disfrutar de su dominio de una sociedad desmembrada e indefensa, como es la española del presente. La ideología, para ellos, es un simple disfraz.
Si en España apareciese un Donald Trump, seguramente ganaría las elecciones. La mayoría del electorado español está preparado para elevar hasta el poder a un político decente, fuerte, que sea capaz de dar un puñetazo en el vertedero independentista catalán y que practique con toda dureza el "España primero", la honradez y el castigo de los muchos corruptos y delincuentes que se atrincheran en el Estado para saquear el país.
España está plenamente madura para apoyar masivamente a un partido auténtico de derecha, liberal, amante de las tradiciones y de la patria, que proyecte fortaleza y que otorgue protagonismo a los ciudadanos, al concepto de España y a la libertad, políticas opuestas a las que defiende hoy la falsa derecha del PP, que es votada por millones de españoles con asco y sin ilusión porque no existe en España una alternativa más fiable para las clases medias, los patriotas y los demócratas.
El bloqueo político y mediático que desde el bipartidismo se practica a esa nueva derecha que pugna por emerger es una de las operaciones más antidemocráticas y tiránicas existentes en la política europea. Presionados por los dos grandes partidos, los medios de comunicación españoles están bloqueando el nacimiento y crecimiento de ese partido de derecha que la sociedad demanda.
Estupideces suicidas como la de abrir los brazos a la inmigración masiva, obra de las viejas izquierdas y derechas contaminadas de Europa, han sido la gota que ha colmado el vaso de la indignación ciudadana con esas políticas antiguas y traidoras que antepone siempre intereses propios o desconocidos a los verdaderos intereses de los pueblos y naciones.
El auge de VOX sólo se explica porque muchos ven en el al partido auténtico de derecha que España necesita. Si lograra demostrar que lo que dice es cierto y si se mantiene al margen de la suciedad reinante en la partitocracia española, VOX robaría al PP al menos el 40 por ciento de sus votantes y al PSOE al menos un 15 por ciento, más la mitad de los indecisos y abstencionistas.
La derecha real y libre de socialismo, a la que en Europa llaman "extrema derecha" para desprestigiarla y robarle votos, es una fuerza creciente en la mayoría de los países de Europa, donde ya gobierna en algunos países.
El crecimiento de esos partidos es producto del fracaso de la socialdemocracia, tanto en su versión socialista como en las derechas contaminadas de culto al Estado e intervencionismo, todos impregnados de autoritarismo, intervencionismo, privilegios e hipocresía.
Pero el auge de esa derecha nueva y sin complejos que habla claro, ama la nación, defiende las raíces europeas, frena la inmigración masiva, desea recuperar las raíces liberales de la democracia, predica la austeridad gubernamental y odia la contaminación de esa "progresía" acomplejada que abraza la corrupción, provoca desempleo, hace crecer la pobreza, se somete a Estados Unidos y gobierna para los ricos, se debe sobre todo al cansancio de los ciudadanos y al rechazo a las políticas izquierdistas fracasadas y basadas en el cobro masivo de impuestos, el despilfarro gubernamental, la marginación del ciudadano de la vida política y en una forma de gobernar que desprecia constantemente la voluntad popular y que únicamente beneficia a las grandes empresas, a los millonarios y a las élites políticas y burocráticas.
Esas derechas e izquierdas viejas y divorciadas de la verdad y de la ciudadanía están realmente medio muertas y sólo se sostienen gracias a la complicidad de un sistema mediático comprado y sometido al poder.
Francisco Rubiales
Comentarios: