El debate político en España se ha simplificado y prostituído, convirtiéndose en un constante intercambio de insultos, sin argumentos, razonamientos y, lo que es peor, con unos dirigentes políticos que han olvidado la educación y la dimensión ejemplarizantes que debe estar siempre unida al poder.
Si los líderes mienten, el pueblo miente; si los dirigentes se insultan, el pueblo se insulta; si la política pierde valores, formas y respeto a la verdad, la sociedad española se vuelve cada día menos decente.
El resultado del envilecimiento de la política es que la sociedad española tambien se envilece, siguiendo el ejemplo y el rastro de la política.
Los políticos españoles estan perdiendo el norte y adquieren una enorme responsabilidad con su estilo crispado y por haber elevado la temperatura de la pugna política hasta someter a la sociedad a una presión ilegítima.
Tienen tanto poder que nadie puede pararles los pies. Son como dictadores legalizados por la democracia que hacen lo que quieren. Han traspasado tantas fronteras, que ya nadie distingue las líneas fronterizas entre la decencia y la polítca.
En una reciente conferencia pronunciada en Cádiz, Antonio Garrigues Walker afirmaba: " discrepo del derecho de los políticos a discrepar ". Explicó su frase afirmando que cuando existen valores e ideales de interés general, los políticos no tienen derecho a discrepar sobre ellos y puso como ejemplo la políca antiterrorista, producto de un consenso entre los dos partidos mayoritarios, apoyado masivamente por la sociedad española, consenso dinamitado recientemente por el PSOE y el gobierno de Zapatero, que ha cambiado unilateralmente la orientación de la política frente al terrorismo.
Dijo Garrigues que los dos grandes partidos políticos españoles están escenificando, por razones tácticas, una ruptura que es falsa, porque en realidad sus posturas están muy cerca unas de otras.
En el ámbito mundial, las izquierdas y las derechas se han acercado mucho en sus planteamientos y enfoques, pero en España, donde los partidos están empeñados en una lucha salvaje por el poder, ajena a la esencia de la democracia y al interés de la ciudadanía, se acentuan artificialmente las diferencias y los enfrentamientos.
Si los líderes mienten, el pueblo miente; si los dirigentes se insultan, el pueblo se insulta; si la política pierde valores, formas y respeto a la verdad, la sociedad española se vuelve cada día menos decente.
El resultado del envilecimiento de la política es que la sociedad española tambien se envilece, siguiendo el ejemplo y el rastro de la política.
Los políticos españoles estan perdiendo el norte y adquieren una enorme responsabilidad con su estilo crispado y por haber elevado la temperatura de la pugna política hasta someter a la sociedad a una presión ilegítima.
Tienen tanto poder que nadie puede pararles los pies. Son como dictadores legalizados por la democracia que hacen lo que quieren. Han traspasado tantas fronteras, que ya nadie distingue las líneas fronterizas entre la decencia y la polítca.
En una reciente conferencia pronunciada en Cádiz, Antonio Garrigues Walker afirmaba: " discrepo del derecho de los políticos a discrepar ". Explicó su frase afirmando que cuando existen valores e ideales de interés general, los políticos no tienen derecho a discrepar sobre ellos y puso como ejemplo la políca antiterrorista, producto de un consenso entre los dos partidos mayoritarios, apoyado masivamente por la sociedad española, consenso dinamitado recientemente por el PSOE y el gobierno de Zapatero, que ha cambiado unilateralmente la orientación de la política frente al terrorismo.
Dijo Garrigues que los dos grandes partidos políticos españoles están escenificando, por razones tácticas, una ruptura que es falsa, porque en realidad sus posturas están muy cerca unas de otras.
En el ámbito mundial, las izquierdas y las derechas se han acercado mucho en sus planteamientos y enfoques, pero en España, donde los partidos están empeñados en una lucha salvaje por el poder, ajena a la esencia de la democracia y al interés de la ciudadanía, se acentuan artificialmente las diferencias y los enfrentamientos.