Tras el reconocimiento, hecho por Zapatero en su reciente entrevista con "El Mundo", de que mintió a los españoles al seguir negociando con ETA después del atentado mortal de Barajas, pese a que entonces lo negó, ya no queda duda alguna de que la mentira se ha instalado en el poder y que la democracia española posee una calidad pésima.
La sospecha de que el gobierno miente era una constante en la democracia española actual, pero ahora esa sospecha se ha transformado en evidencia.
La calidad de una democracia se mide por distintos parámetros, pero el decisivo es la confianza del ciudadano en sus representantes, en que éstos dicen la verdad y tienen capacidad para gobernar. Los filósofos, juristas y pensadores son casi unánimes al resaltar la estrecha vinculación entre la democracia, la verdad y la confianza. Es unánime el criterio de que el engaño y la mentira deslegitiman a los políticos, aunque hayan sido elegidos en sufragio libre.
Muy seguro debe sentirse el presidente de los españoles para reconocer que mintió en vísperas de las elecciones generales de marzo de 2008 o muy convencido debe estar de la estupidez del electorado español, al que debe considerar incapaz de hacerle pagar caro en las urnas su comportamiento antidemocrático.
La oposición y algunos medios de comunicación afirman tener constancia de al menos veinte mentiras pronunciadas por otros tantos dirigentes socialistas sobre las negociaciones con ETA, durante la actual legislatura.
La excusa esgrimida por Zapatero para justificar que continuara negociando con ETA después de los atentados de Barajas, a pesar de haberlo negado en discurso público, es débil y hasta ridícula: “hubo instancias internacionales de distinta naturaleza y de distintos países que intentaron que no se produjera lo que se produjo al final, que fue la ruptura del alto el fuego”.
La sospecha de que el gobierno miente era una constante en la democracia española actual, pero ahora esa sospecha se ha transformado en evidencia.
La calidad de una democracia se mide por distintos parámetros, pero el decisivo es la confianza del ciudadano en sus representantes, en que éstos dicen la verdad y tienen capacidad para gobernar. Los filósofos, juristas y pensadores son casi unánimes al resaltar la estrecha vinculación entre la democracia, la verdad y la confianza. Es unánime el criterio de que el engaño y la mentira deslegitiman a los políticos, aunque hayan sido elegidos en sufragio libre.
Muy seguro debe sentirse el presidente de los españoles para reconocer que mintió en vísperas de las elecciones generales de marzo de 2008 o muy convencido debe estar de la estupidez del electorado español, al que debe considerar incapaz de hacerle pagar caro en las urnas su comportamiento antidemocrático.
La oposición y algunos medios de comunicación afirman tener constancia de al menos veinte mentiras pronunciadas por otros tantos dirigentes socialistas sobre las negociaciones con ETA, durante la actual legislatura.
La excusa esgrimida por Zapatero para justificar que continuara negociando con ETA después de los atentados de Barajas, a pesar de haberlo negado en discurso público, es débil y hasta ridícula: “hubo instancias internacionales de distinta naturaleza y de distintos países que intentaron que no se produjera lo que se produjo al final, que fue la ruptura del alto el fuego”.