La tregua de ETA ha terminado y ha quedado demostrado, una vez más, que al totalitarismo asesino sólo se le vence con las armas. Creiamos que aquella lección había sido aprendida por Europa cuando los demócratas tuvieron que derramar sangre para vencer a los nazis, pero Zapatero no lo sabía y se empeñó en tratar a la bestia con halagos, concesiones y humillaciones. Ahora, tras el fracaso, ha llegado la hora del pueblo, el momento en que los ciudadanos deben hablar. Y, en democracia, los ciudadanos siempre hablan ante las urnas, con la papeleta en la mano. La legislatura debe terminar ya y Zapatero, derrotado e incapacitado para liderar la defensa de un Estado al que él colocó de rodillas, debe convocar elecciones.
ETA se dispone a matar de nuevo. El gobierno ha fracasado en lo que fue su apuesta central: acabar con el terrorismo por la vía de la negociación. Para detener el brazo asesino de ETA y ser premiados con otra victoria electoral y más años en la Moncloa, Zapatero y los suyos han hecho todas las concesiones posibles, incluso algunas de dudosa legalidad y humillantes para una democracia. En contra de la opinión mayoritaria de los españoles, ha interpretado la ley de manera favorable a ETA, ha dejado de perseguir y detener asesinos, ha escamoteado la información a la sociedad, ha permanecido indiferente ante el terrorismo callejero y hasta ha lavado la imagen internacional de la banda etarra. Todo eso sin conseguir nada a cambio.
El fracaso del gobierno es incuestionable y, en democracia, los errores de liderazgo deben corregirse y pagarse. Ahora, ese gobierno que jugó a la ruleta con ETA y perdió todo su capital político por haberlo apostado a la casilla del llamado "proceso de paz", queda desautorizado e incapacitado para liderar la lucha digna de los demócratas contra el crimen terrorista.
Es la hora de los ciudadanos, no la del gobierno. Tras haber quedado demostrado, por enésima vez, el principio de que "la política es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos", son los ciudadanos los que deben hablar, como se hace en democracia, ante las urnas abiertas y con la papeleta electoral en la mano.
La legislatura ha terminado por agotamiento político y fracaso y el Zapatero perdedor debe convocar elecciones con urgencia y preguntar a los dueños de España, que son los ciudadanos, si desean que él siga siendo el jefe, si después del fracaso están o no de acuerdo con su gestión.
Esa es la democracia y así funciona. Ignorarlo es abuso de poder y constatación del dominio que la partitocracia degradada ejerce sobre la ciudadanía soberana.
ETA se dispone a matar de nuevo. El gobierno ha fracasado en lo que fue su apuesta central: acabar con el terrorismo por la vía de la negociación. Para detener el brazo asesino de ETA y ser premiados con otra victoria electoral y más años en la Moncloa, Zapatero y los suyos han hecho todas las concesiones posibles, incluso algunas de dudosa legalidad y humillantes para una democracia. En contra de la opinión mayoritaria de los españoles, ha interpretado la ley de manera favorable a ETA, ha dejado de perseguir y detener asesinos, ha escamoteado la información a la sociedad, ha permanecido indiferente ante el terrorismo callejero y hasta ha lavado la imagen internacional de la banda etarra. Todo eso sin conseguir nada a cambio.
El fracaso del gobierno es incuestionable y, en democracia, los errores de liderazgo deben corregirse y pagarse. Ahora, ese gobierno que jugó a la ruleta con ETA y perdió todo su capital político por haberlo apostado a la casilla del llamado "proceso de paz", queda desautorizado e incapacitado para liderar la lucha digna de los demócratas contra el crimen terrorista.
Es la hora de los ciudadanos, no la del gobierno. Tras haber quedado demostrado, por enésima vez, el principio de que "la política es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos", son los ciudadanos los que deben hablar, como se hace en democracia, ante las urnas abiertas y con la papeleta electoral en la mano.
La legislatura ha terminado por agotamiento político y fracaso y el Zapatero perdedor debe convocar elecciones con urgencia y preguntar a los dueños de España, que son los ciudadanos, si desean que él siga siendo el jefe, si después del fracaso están o no de acuerdo con su gestión.
Esa es la democracia y así funciona. Ignorarlo es abuso de poder y constatación del dominio que la partitocracia degradada ejerce sobre la ciudadanía soberana.