El gobierno de Zapatero, quizás avergonzado por el talante dictatorial que ha demostrado al retirar el antiviral Tamiflu del mercado y acapararlo para controlar su administración a los enfermos, parece dispuesto a corregir el siniestro error y ha anunciado ahora que va a adquirir otras cinco millones de raciones y que el medicamento, el único relativamente eficaz para combatir la pandemia de la gripe A, tal vez pueda adquirirse libremente en las farmacias.
El Tamiflu es un medicamento de los laboratorios Roche que ha adquirido un valor estretégico con motivo de la pandemia de la gripe A. Ha demostrado su eficacia cuando el tratamiento se inicia en el periodo de dos días tras la aparición de los primeros síntomas. Esta indicación se basa en los ensayos clínicos de gripe adquirida naturalmente en los que la infección predominante fue por el virus influenza A. Si el tamiflu permanece custodiado por la Administración del Estado, los enfermos no se sienten seguros porque no depende de ellos iniciar el tratamiento a tiempo.
Aunque todos los estados no son iguales, puede afirmarse, en base a la experiencia, que el Estado, como institución, es poco fiable. Nada hay más terrible y vergonzante para un ciudadano libre que permitir que el Estado controle la vida y la muerte. Tampoco existe nada más peligroso que entregar al poco fiable Estado el control de la vida, entre otras razones porque el Estado ha demostrado hasta la saciedad que, en determinadas condiciones, puede aplicar la ley "según convenga a la jugada" (como admitió el dimitido Ministro de Justicia Bermejo), además de ser arbitrario, parcial y hasta un asesino implacable.
Tan solo en el siglo XX, los historiadores calculan que el Estado asesinó a unos 150 millones de personas, sin contar a los que quitó la vida en los frentes de batalla, contando sólo a civiles desarmados asesinados en sus hogares y en las calles y campos. El ranking mundial de los estados asesinos está encabezado por China, con el asesino Mao Tsé tung al mando, seguido de la URSS de Stalin y la Alemania de Hítler. El cuarto asesino vuelve a ser un dictador de izquierdas: Pol Pot, el sátrapa sanguinario de Camboya, que exterminó a la mitad de la población de su país.
La retirada de los antivirales de las farmacias españolas para que los controle el Estado es un gesto dictatorial de enorme importancia que, desgraciadamente, ha pasado casi inadvertido en una población española que parece preparada para la esclavitud.
La pandemia regresará con toda su fuerza destructiva en el otoño próximo y, si las cosas no cambian, todos dependeremos de la voluntad del Estado para recibir los medicamentos antivirales y las estratégicas vacunas, un riesgo inadsumible para ciudadanos libres en pleno siglo XXI.
Fiarse del Estado en asuntos de vida y muerte es suicida.
El Tamiflu es un medicamento de los laboratorios Roche que ha adquirido un valor estretégico con motivo de la pandemia de la gripe A. Ha demostrado su eficacia cuando el tratamiento se inicia en el periodo de dos días tras la aparición de los primeros síntomas. Esta indicación se basa en los ensayos clínicos de gripe adquirida naturalmente en los que la infección predominante fue por el virus influenza A. Si el tamiflu permanece custodiado por la Administración del Estado, los enfermos no se sienten seguros porque no depende de ellos iniciar el tratamiento a tiempo.
Aunque todos los estados no son iguales, puede afirmarse, en base a la experiencia, que el Estado, como institución, es poco fiable. Nada hay más terrible y vergonzante para un ciudadano libre que permitir que el Estado controle la vida y la muerte. Tampoco existe nada más peligroso que entregar al poco fiable Estado el control de la vida, entre otras razones porque el Estado ha demostrado hasta la saciedad que, en determinadas condiciones, puede aplicar la ley "según convenga a la jugada" (como admitió el dimitido Ministro de Justicia Bermejo), además de ser arbitrario, parcial y hasta un asesino implacable.
Tan solo en el siglo XX, los historiadores calculan que el Estado asesinó a unos 150 millones de personas, sin contar a los que quitó la vida en los frentes de batalla, contando sólo a civiles desarmados asesinados en sus hogares y en las calles y campos. El ranking mundial de los estados asesinos está encabezado por China, con el asesino Mao Tsé tung al mando, seguido de la URSS de Stalin y la Alemania de Hítler. El cuarto asesino vuelve a ser un dictador de izquierdas: Pol Pot, el sátrapa sanguinario de Camboya, que exterminó a la mitad de la población de su país.
La retirada de los antivirales de las farmacias españolas para que los controle el Estado es un gesto dictatorial de enorme importancia que, desgraciadamente, ha pasado casi inadvertido en una población española que parece preparada para la esclavitud.
La pandemia regresará con toda su fuerza destructiva en el otoño próximo y, si las cosas no cambian, todos dependeremos de la voluntad del Estado para recibir los medicamentos antivirales y las estratégicas vacunas, un riesgo inadsumible para ciudadanos libres en pleno siglo XXI.
Fiarse del Estado en asuntos de vida y muerte es suicida.