Existen dos colectivos profesionales en España, los de la Justicia y el Periodismo, a los que la dignidad, la ética y la decencia les exigen una rebelión que devuelva a sus cauces las aguas de sus respectivas profesiones, ambas desbordadas y contaminadas por la la politización y la pérdida de aquellos principios democráticos y éticos que constituian su esencia en el pasado.
Sentencias recientes como la del escándalo del Lino y su correspondiente tratamiento en los medios de comunicación reflejan de manera ostentosa hasta donde ha penetrado el sometimiento al poder en la Justicia y el Periodismo. La misma sentencia, que exculpa a los acusados, es tratada como si fueran sentencias distintas en medios como el Pais, la SER, la COPE, El Mundo, etc, a pesar de que la verdad cruda es sólo una: despues de una persecución judicial de casi dos décadas a los acusados, alguno de los cuales dimitió y otro falleció, probablemente a causa del disgusto acumulado, ahora llega la sentencia absolutoria, según la cual nunca existieron pruebas para condenar, sugiriendo que el juez ((Baltasar Garzón) instruyó el caso con escasa profesionalidad.
El escándalo del lino, a pesar de las injusticias y sufrimientos inmerecidos que generó, incluyendo la figura triste de un José Bono que actuó como inquisidor implacable y que hasta exigió la dimisión de la entonces ministra Loyola de Palacio, ya fallecida, quizás sirva al menos para avergonzar a los responsables políticos, tras constatar que en España la Justicia está siendo utilizada como arma política, algo que degenera la democracia hasta extremos insoportables por una ciudadanía libre y honrada.
Si el Consejo General del Poder Judicial no actua para restaurar la independencia y honestidad en la Justicia, deberán ser los propios profesionales del sector los que se rebelen para erradicar posibles dramas y lacras como la politización de la Justicia, la utilización de la Fiscalía como una maza al servicio del gobierno y la persecución judicial de los adversarios políticos del poder dominante.
En el Periodismo, otra pieza clave del sistema democrático, ocurre algo parecido. Media profesión investiga para descubrir y publicar fallos y miserias del adversario político, pero oculta las del partido amigo, degenerando una profesión cuya independencia y servicio a la verdad eran su esencia en el pasado. Hoy resulta ya casi imposible ver a periodistas españoles al servicio de la verdad, que no hayan sido "reclutados" o "sometidos" para que pongan sus conocimientos al servicio de alguno de los grandes poderes, sobre todo de los partidos políticos.
Hay evidencia suficiente en España para afirmar que la información, en general, y los grupos mediáticos están siendo utilizados por los partidos políticos como mazas para golpear al adversario y que miles de periodistas están siendo utilizados para defender posiciones y planteamientos políticos concretos o enviados a investigar no para descubrir la verdad, sino "la verdad" que comviene al partido amigo o aquella que daña al partido adversario.
Si los grupos editoriales y mediáticos no corrigen la injusticia y la indecencia que representa que los periodistas se desliguen de la verdad y utilicen la fuerza de la información como instrumento para acosar y golpear al enemigo político, entonces deberán ser los propios periodistas los que se rebelen y restauren la perdida dignidad de una profesión periodística que cada día se aleja más de sus bases históricas y éticas, que estaban al lado de la democracia y de los intereses de los ciudadanos y que hoy han sido desplazadas hasta la complicidad con los grandes poderes y el servicio a la mentira, el engaño y la confusión.
El panorama mediático español es vomitivo. Conocer la verdad es prácticamente imposible y acercarse a ella requiere leer al menos tres periódicos o escuchar dos o tres emisoras de radio. Viendo la televisión, toda ella politizada y alineada con poderes concretos, es imposible para un ciudadano lograr un acercamiento objetivo a la realidad.
Sentencias recientes como la del escándalo del Lino y su correspondiente tratamiento en los medios de comunicación reflejan de manera ostentosa hasta donde ha penetrado el sometimiento al poder en la Justicia y el Periodismo. La misma sentencia, que exculpa a los acusados, es tratada como si fueran sentencias distintas en medios como el Pais, la SER, la COPE, El Mundo, etc, a pesar de que la verdad cruda es sólo una: despues de una persecución judicial de casi dos décadas a los acusados, alguno de los cuales dimitió y otro falleció, probablemente a causa del disgusto acumulado, ahora llega la sentencia absolutoria, según la cual nunca existieron pruebas para condenar, sugiriendo que el juez ((Baltasar Garzón) instruyó el caso con escasa profesionalidad.
El escándalo del lino, a pesar de las injusticias y sufrimientos inmerecidos que generó, incluyendo la figura triste de un José Bono que actuó como inquisidor implacable y que hasta exigió la dimisión de la entonces ministra Loyola de Palacio, ya fallecida, quizás sirva al menos para avergonzar a los responsables políticos, tras constatar que en España la Justicia está siendo utilizada como arma política, algo que degenera la democracia hasta extremos insoportables por una ciudadanía libre y honrada.
Si el Consejo General del Poder Judicial no actua para restaurar la independencia y honestidad en la Justicia, deberán ser los propios profesionales del sector los que se rebelen para erradicar posibles dramas y lacras como la politización de la Justicia, la utilización de la Fiscalía como una maza al servicio del gobierno y la persecución judicial de los adversarios políticos del poder dominante.
En el Periodismo, otra pieza clave del sistema democrático, ocurre algo parecido. Media profesión investiga para descubrir y publicar fallos y miserias del adversario político, pero oculta las del partido amigo, degenerando una profesión cuya independencia y servicio a la verdad eran su esencia en el pasado. Hoy resulta ya casi imposible ver a periodistas españoles al servicio de la verdad, que no hayan sido "reclutados" o "sometidos" para que pongan sus conocimientos al servicio de alguno de los grandes poderes, sobre todo de los partidos políticos.
Hay evidencia suficiente en España para afirmar que la información, en general, y los grupos mediáticos están siendo utilizados por los partidos políticos como mazas para golpear al adversario y que miles de periodistas están siendo utilizados para defender posiciones y planteamientos políticos concretos o enviados a investigar no para descubrir la verdad, sino "la verdad" que comviene al partido amigo o aquella que daña al partido adversario.
Si los grupos editoriales y mediáticos no corrigen la injusticia y la indecencia que representa que los periodistas se desliguen de la verdad y utilicen la fuerza de la información como instrumento para acosar y golpear al enemigo político, entonces deberán ser los propios periodistas los que se rebelen y restauren la perdida dignidad de una profesión periodística que cada día se aleja más de sus bases históricas y éticas, que estaban al lado de la democracia y de los intereses de los ciudadanos y que hoy han sido desplazadas hasta la complicidad con los grandes poderes y el servicio a la mentira, el engaño y la confusión.
El panorama mediático español es vomitivo. Conocer la verdad es prácticamente imposible y acercarse a ella requiere leer al menos tres periódicos o escuchar dos o tres emisoras de radio. Viendo la televisión, toda ella politizada y alineada con poderes concretos, es imposible para un ciudadano lograr un acercamiento objetivo a la realidad.