Sólo en Latinoamérica resiste la izquierda. En el resto del mundo está siendo derrotada
Lo que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ignoran es que las izquierdas retroceden en todo el mundo y son ya minoritarias en la España actual, un país que está saliendo ejemplarmente de la crisis. Por cada votante de izquierdas ya hay ya dos de derechas. Los antiguos obreros votan ya a partidos conservadores y los únicos votantes de la izquierda que resisten son los subvencionados, los estómagos agradecidos y los miembros de esas redes clientelares que las izquierdas han construido con dinero público para que el poder se mantenga en sus manos.
La derrota de Susana Díaz en Andalucía es el signo más claro de que las izquierdas retroceden también en España, incluso en una región que fue convertida, sin escrúpulos, en el imperio de las subvenciones y en el paraíso del clientelismo y del intervencionismo del Estado.
El viejo "Lumpenproletariat" (palabra originalmente propuesta por Karl Marx y Friedrich Engels en su obra La ideología alemana) y los nuevos precarios, ese ejército de gente resentida, sin trabajo o con puestos temporales y mal pagados, también está abandonando a las izquierdas y migran hacia VOX, atraídos por el cambio, cansados de las promesas falsas e ineficacia de la socialdemocracia.
España ya no es un país cerrado al mundo y poblado de indigentes. Los españoles reciben a más de 80 millones de turistas, se han globalizado y se han hecho prósperos en las últimas décadas y aquellos descamisados que votaban a Felipe González y Alfonso Guerra en la década de los ochenta ahora se han convertido en empleados conservadores, muchos de ellos con piso, coche, apartamento en la playa y mucho que conservar.
La vieja izquierda se desmorona en todo Occidente y en ella sólo resisten los que reciben favores del poder, los subvencionados, los adictos a ordeñar el Estado y muchos desclasados y alterados, llenos de resentimiento y envidia, que se consideran damnificados por el sistema, aunque muchos de estos últimos se sienten atraídos por el radicalismo y la contundencia de Podemos y VOX.
La creciente masa conservadora, que es ya mayoritaria en España, se nutre de empresarios, autónomos, empleados fijos, profesionales libres y hasta inmigrantes que han logrado trabajos dignos. Son personas que rechazan a los sindicatos, que prefieren una sociedad con menos impuestos, que repudian el despilfarro de los gobernantes y las mentiras del poder y que se sienten cada día más patriotas e inclinados a defender el modo de vida español.
La lucha de clases ya no atrae a nadie y el odio a los ricos y empresarios sólo entusiasma a los precarios y resentidos, lo que está obligando a las izquierdas a sustituir esa lucha de clases, motor de su éxito en el pasado, por otras batallas y divisiones de la sociedad, sobre todo la ideología de género y el enfrentamiento entre sexos.
La izquierda, capitaneada por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, se enfrenta a estas elecciones con clara desventaja sociológica, sin darse cuenta que España es ya, como la mayoría de los países de Europa, una sociedad próspera y conservadora en la que renacen sentimientos que hasta ahora han sido ajenos a la izquierda, como el patriotismo, el amor a los símbolos de la nación, los impuestos bajos y un Estado que intervenga menos y deje hacer a la sociedad civil.
España "es diferente", pero cada vez menos. Lo lógico es que el 28 de abril los resultados reflejen ese gran cambio experimentado por España y que las derechas se impongan sobre una izquierda que no ha sabido evolucionar y que en el resto de Europa y en buena parte del mundo está desprestigiada y en bancarrota.
Francisco Rubiales
La derrota de Susana Díaz en Andalucía es el signo más claro de que las izquierdas retroceden también en España, incluso en una región que fue convertida, sin escrúpulos, en el imperio de las subvenciones y en el paraíso del clientelismo y del intervencionismo del Estado.
El viejo "Lumpenproletariat" (palabra originalmente propuesta por Karl Marx y Friedrich Engels en su obra La ideología alemana) y los nuevos precarios, ese ejército de gente resentida, sin trabajo o con puestos temporales y mal pagados, también está abandonando a las izquierdas y migran hacia VOX, atraídos por el cambio, cansados de las promesas falsas e ineficacia de la socialdemocracia.
España ya no es un país cerrado al mundo y poblado de indigentes. Los españoles reciben a más de 80 millones de turistas, se han globalizado y se han hecho prósperos en las últimas décadas y aquellos descamisados que votaban a Felipe González y Alfonso Guerra en la década de los ochenta ahora se han convertido en empleados conservadores, muchos de ellos con piso, coche, apartamento en la playa y mucho que conservar.
La vieja izquierda se desmorona en todo Occidente y en ella sólo resisten los que reciben favores del poder, los subvencionados, los adictos a ordeñar el Estado y muchos desclasados y alterados, llenos de resentimiento y envidia, que se consideran damnificados por el sistema, aunque muchos de estos últimos se sienten atraídos por el radicalismo y la contundencia de Podemos y VOX.
La creciente masa conservadora, que es ya mayoritaria en España, se nutre de empresarios, autónomos, empleados fijos, profesionales libres y hasta inmigrantes que han logrado trabajos dignos. Son personas que rechazan a los sindicatos, que prefieren una sociedad con menos impuestos, que repudian el despilfarro de los gobernantes y las mentiras del poder y que se sienten cada día más patriotas e inclinados a defender el modo de vida español.
La lucha de clases ya no atrae a nadie y el odio a los ricos y empresarios sólo entusiasma a los precarios y resentidos, lo que está obligando a las izquierdas a sustituir esa lucha de clases, motor de su éxito en el pasado, por otras batallas y divisiones de la sociedad, sobre todo la ideología de género y el enfrentamiento entre sexos.
La izquierda, capitaneada por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, se enfrenta a estas elecciones con clara desventaja sociológica, sin darse cuenta que España es ya, como la mayoría de los países de Europa, una sociedad próspera y conservadora en la que renacen sentimientos que hasta ahora han sido ajenos a la izquierda, como el patriotismo, el amor a los símbolos de la nación, los impuestos bajos y un Estado que intervenga menos y deje hacer a la sociedad civil.
España "es diferente", pero cada vez menos. Lo lógico es que el 28 de abril los resultados reflejen ese gran cambio experimentado por España y que las derechas se impongan sobre una izquierda que no ha sabido evolucionar y que en el resto de Europa y en buena parte del mundo está desprestigiada y en bancarrota.
Francisco Rubiales