Nuestros gobernantes han sido víctimas de lo que llaman "el síndrome de la Moncloa", pero ese síndrome no es otra cosa que el reflejo de la mediocridad, la ineptitud y la locura que han anidado en nuestra clase política y que han hecho posible que un país que antes fue grande, honrado y valeroso esté hoy hundido, sin valores y plagado de cobardes que permiten que un poder corrupto, injusto y arrogante, les gobierne y destroce el país.
Los últimos cuatro presidentes del gobierno han sido personajes dañinos que uno no sabe si estaban locos, eran ineptos o simples rufianes. González abrió las puertas de par en par a la corrupción; Aznar era un peligroso megalómano broncémico y arrogante; Zapatero era un grandioso inepto mentiroso que condujo la país hasta el abismo; y Rajoy es tan mentiroso e inepto como Zapatero, convive con la corrupción mejor que González y hasta supera a Aznar en arrogancia y desprecio al ciudadano.
Todos ellos tenían dos vicios peligrosos: anteponían sus intereses y los de sus partidos al bien común y estaban infectados de la enfermedad de los políticos, a la que algunos llaman broncemia, porque los que la padecen se consideran estatuas de bronce para la eternidad, y otros la catalogan como el "Síndrome de la Arrogancia", la nueva enfermedad mental que el ex ministro británico David Owen define y reclama sea incluida, con un número propio, en el Código Internacional de Enfermedades (CIE).
David Owen (In Sickmess and in Power, 2008) explica que el dominio del poder ocasiona cambios en el estado mental y conduce a una conducta arrogante, por lo que las enfermedades mentales necesitan una redefinición que incluya el Síndrome de la Arrogancia en el elenco mundial.
A algunos políticos, el poder les hace perder la cabeza, los convierte en arrogantes y soberbios y les aleja de la realidad, situándolos en una peligrosa alienación que les hace vivir en la falsedad y perder la noción de lo real. Pero a otros los convierte en verdaderos enfermos mentales, según Owen. Cuando eso ocurre, se creen dioses o sus enviados en la Tierra, propician el culto a la personalidad y muchas veces se tornan crueles. Algunos creen que esa enfermedad se da únicamente en las tiranías, pero lo cierto es que también se desarrolla en las democracias, afectando a personas que han sido elegidas en las urnas.
Si alguien duda que en España se ha instalado la demencia en el poder, que analice los siguientes párrafos, extraídos de las memorias de José María Aznar:
(Había reproducido aquí unas supuestas frases de las memorias de Aznar que han resultado ser falsas, razón por la cual las borro inmediatamente y pido disculpas).
Es evidente que hay que comprobarlo todo lo que llega de Internet, incluso cuando el remitente, como ha sido en mi caso, es persona respetable y respetada.
Los últimos cuatro presidentes del gobierno han sido personajes dañinos que uno no sabe si estaban locos, eran ineptos o simples rufianes. González abrió las puertas de par en par a la corrupción; Aznar era un peligroso megalómano broncémico y arrogante; Zapatero era un grandioso inepto mentiroso que condujo la país hasta el abismo; y Rajoy es tan mentiroso e inepto como Zapatero, convive con la corrupción mejor que González y hasta supera a Aznar en arrogancia y desprecio al ciudadano.
Todos ellos tenían dos vicios peligrosos: anteponían sus intereses y los de sus partidos al bien común y estaban infectados de la enfermedad de los políticos, a la que algunos llaman broncemia, porque los que la padecen se consideran estatuas de bronce para la eternidad, y otros la catalogan como el "Síndrome de la Arrogancia", la nueva enfermedad mental que el ex ministro británico David Owen define y reclama sea incluida, con un número propio, en el Código Internacional de Enfermedades (CIE).
David Owen (In Sickmess and in Power, 2008) explica que el dominio del poder ocasiona cambios en el estado mental y conduce a una conducta arrogante, por lo que las enfermedades mentales necesitan una redefinición que incluya el Síndrome de la Arrogancia en el elenco mundial.
A algunos políticos, el poder les hace perder la cabeza, los convierte en arrogantes y soberbios y les aleja de la realidad, situándolos en una peligrosa alienación que les hace vivir en la falsedad y perder la noción de lo real. Pero a otros los convierte en verdaderos enfermos mentales, según Owen. Cuando eso ocurre, se creen dioses o sus enviados en la Tierra, propician el culto a la personalidad y muchas veces se tornan crueles. Algunos creen que esa enfermedad se da únicamente en las tiranías, pero lo cierto es que también se desarrolla en las democracias, afectando a personas que han sido elegidas en las urnas.
Si alguien duda que en España se ha instalado la demencia en el poder, que analice los siguientes párrafos, extraídos de las memorias de José María Aznar:
(Había reproducido aquí unas supuestas frases de las memorias de Aznar que han resultado ser falsas, razón por la cual las borro inmediatamente y pido disculpas).
Es evidente que hay que comprobarlo todo lo que llega de Internet, incluso cuando el remitente, como ha sido en mi caso, es persona respetable y respetada.