Cada día son menos los españoles dispuestos a defender a la patria en caso de invasión extranjera y los que sienten emoción ante la bandera y otros símbolos de la nación.
Hay datos en la última encuesta del CIS que nadie suele publicar pero que tienen gran relevancia: hace seis años, el 48% de los españoles se declaraba dispuesto a defender la patria ante una agresión exterior, pero la cifra ha caído al 41% y son ya mayoría (por encima del 52%) quienes confiesan abiertamente que eludirían enrolarse en la defensa del país.
Sólo entre los votantes del PP son más numerosos quienes se muestran dispuestos a tomar las armas para defender España, pero aun así más del 42% de ellos también evitarían presentarse voluntariamente a filas. Estas cifras figuran en las series históricas del CIS a partir de los sucesivos sondeos sobre la defensa nacional y las fuerzas armadas.
Por otro lado, el número de españoles que experimentan emoción ante la bandera ha caído más de tres puntos, en apenas dos años, mientras crecía en una magnitud similar la tasa de ciudadanos que dicen no sentir nada ante la enseña nacional. De hecho, dos de cada diez votantes populares y cuatro de cada diez electores socialistas muestran la misma indiferencia ante la simbología patriótica
El retroceso en el amor a la patria es una consecuencia lógica de fenómenos que afectan intensamente a los españoles como la crisis, el avance de la pobreza y, sobre todo, la corrupción y el desprecio a la clase política, a la que se culpa de ser la gran responsable de los males de España.
Si nos atenemos a los resultados de las encuestas, la clase política española no sólo es culpada de la crisis, del mal estado de la economía y de la corrupción, sino que también es considerada culpable de la desintegración de la nación, entendida como proyecto común de los españoles.
Son datos preocupantes y claramente reveladores de la baja calidad de la democracia española, de la insatisfacción de los ciudadanos ante sus dirigentes y del profundo desprestigio de la clase política y del mismo sistema. Un claro y sincero estudio de esos sentimientos ciudadanos obligaría a realizar profundas reformas en el sistema político, a limitar el poder de los partidos, a eliminar privilegios inmerecidos de la "casta" política y a castigar ejemplarmente a los numerosos políticos culpables de enriquecimiento ilícito, corrupción, abuso de poder y arbitrariedad.
Otras encuestas privadas reflejan datos no menos alarmantes, sobre todo dos hechos terribles: los españoles cada día se sienten menos vinculados a la falsa democracia vigente y crece la predisposición a recibir a alguien que sea capaz de cambiar las cosas y eliminar la corrupción y la clase política actual, aunque sea al margen del sistema, datos éstos de gran importancia y reveladores del profundo deterioro de la nación, que son cuidadosamente ocultados por el poder político y su estructura mediática. Una de esas encuestas reveladoras del drástico hundimiento del aprecio por la democracia en España es la realizada en el otoño de 2011 por el instituto CAPDEA de la Universidad de Granada, que revela con toda claridad que nada menos que el 60.6 por ciento de los andaluces cree que la democracia que están viviendo es negativa.
Hay datos en la última encuesta del CIS que nadie suele publicar pero que tienen gran relevancia: hace seis años, el 48% de los españoles se declaraba dispuesto a defender la patria ante una agresión exterior, pero la cifra ha caído al 41% y son ya mayoría (por encima del 52%) quienes confiesan abiertamente que eludirían enrolarse en la defensa del país.
Sólo entre los votantes del PP son más numerosos quienes se muestran dispuestos a tomar las armas para defender España, pero aun así más del 42% de ellos también evitarían presentarse voluntariamente a filas. Estas cifras figuran en las series históricas del CIS a partir de los sucesivos sondeos sobre la defensa nacional y las fuerzas armadas.
Por otro lado, el número de españoles que experimentan emoción ante la bandera ha caído más de tres puntos, en apenas dos años, mientras crecía en una magnitud similar la tasa de ciudadanos que dicen no sentir nada ante la enseña nacional. De hecho, dos de cada diez votantes populares y cuatro de cada diez electores socialistas muestran la misma indiferencia ante la simbología patriótica
El retroceso en el amor a la patria es una consecuencia lógica de fenómenos que afectan intensamente a los españoles como la crisis, el avance de la pobreza y, sobre todo, la corrupción y el desprecio a la clase política, a la que se culpa de ser la gran responsable de los males de España.
Si nos atenemos a los resultados de las encuestas, la clase política española no sólo es culpada de la crisis, del mal estado de la economía y de la corrupción, sino que también es considerada culpable de la desintegración de la nación, entendida como proyecto común de los españoles.
Son datos preocupantes y claramente reveladores de la baja calidad de la democracia española, de la insatisfacción de los ciudadanos ante sus dirigentes y del profundo desprestigio de la clase política y del mismo sistema. Un claro y sincero estudio de esos sentimientos ciudadanos obligaría a realizar profundas reformas en el sistema político, a limitar el poder de los partidos, a eliminar privilegios inmerecidos de la "casta" política y a castigar ejemplarmente a los numerosos políticos culpables de enriquecimiento ilícito, corrupción, abuso de poder y arbitrariedad.
Otras encuestas privadas reflejan datos no menos alarmantes, sobre todo dos hechos terribles: los españoles cada día se sienten menos vinculados a la falsa democracia vigente y crece la predisposición a recibir a alguien que sea capaz de cambiar las cosas y eliminar la corrupción y la clase política actual, aunque sea al margen del sistema, datos éstos de gran importancia y reveladores del profundo deterioro de la nación, que son cuidadosamente ocultados por el poder político y su estructura mediática. Una de esas encuestas reveladoras del drástico hundimiento del aprecio por la democracia en España es la realizada en el otoño de 2011 por el instituto CAPDEA de la Universidad de Granada, que revela con toda claridad que nada menos que el 60.6 por ciento de los andaluces cree que la democracia que están viviendo es negativa.