Si una noche de estas, en España, apareciera en la televisión un tío vestido con uniforme verde y muchas estrellas y condecoraciones y dijera "A partir de este momento, en España se acabó el cachondeo", no tendría que añadir nada más porque todos entenderíamos lo que quería decir: el fin de los partidos políticos depredadores, la desaparición de los parásitos que ordeñan la nación, el fin de la rapiña de los políticos, del compadreo con los nacionalistas del odio a España y la necesidad de barrer la podredumbre infernal que nos agobia y nos llena de pestilencia.
La esperanza de que llegue el "cirujano" es el sentimiento político más fuerte y pujante en la España del presente, donde la mayoría de los ciudadanos votan ya sin esperanza ni ilusión, al que creen menos malo, contra el que consideran peor, siempre a mediocres que le van a engañar y que llegan a la política para expoliar al ciudadano y aprovecharse de los privilegios fastuosos reservados a los "elegidos".
La práctica totalidad de los españoles, seamos de izquierdas o de derechas, sabemos que este país necesita una limpieza a fondo y un drástico "reseteo" que nos sitúe de nuevo en la vía del verdadero progreso. Esa misma mayoría está convencida de que los actuales políticos y sus partidos están tan podridos y deteriorados que es imposible que solucionen el drama. El "cirujano" tiene que llegar de fuera y ser diferente, un ser nuevo con autoridad y fuerza, con decisión y liderazgo suficientes para expulsar del poder a la carroña política inútil que nos domina desde hace décadas.
La esperanza en algo nuevo y distinto es tan poderosa en España que es la que está dando impulso a partidos nuevos como Podemos y Ciudadanos, hace algunos años, y a VOX, en la actualidad. Gran parte del pueblo español está tan decepcionado con los viejos partidos que están dispuestos a apoyar cualquier cosa nueva que aparezca en la política, con la esperanza de que los recién llegados aporten las soluciones y recetas que losviejos partidos ya no pueden aportar.
La España actual es la obra vergonzosa del PSOE, el PP y los nacionalismos del odio, catalán y vasco. Ellos son los que han gobernado este país desde la muerte de Franco y lo han convertido en un vertedero pestilente donde reinan la desigualdad, la corrupción, el despilfarro, el caciquismo, la mentira y la degeneración profunda de la ética y de los valores.
Sabemos que del PSOE, del PP y de los malditos nacionalistas no nos llegará nada bueno, pero seguimos votándoles como zombis, sin creer en ellos ni esperar nada de sus gobiernos.
Cuando Joaquín Costa recomendaba el "cirujano de hierro", la situación de España se parecía mucho a la actual: partidos políticos inútiles y corrompidos, país sin esperanza ni ilusiones, decaimiento, despilfarro, dominio de los notables sobre un pueblo minusvalorado y marginado, una Justicia politizada, una administración poco eficaz y dominada por los oligarcas y una terrible proliferación de caciques que controlaban los puestos de trabajo, las vidas de las personas y que tejían redes clientelares tiránicas para fortalecer a sus partidos. La descripción sirve para nuestros días, donde los caciques y sus redes clientelares son los alcaldes y políticos que controlan los presupuestos y prácticamente toda la vida, sobre todo en los pueblos y provincias.
Aquella España, que salió dando tumbos del desastre de 1898, en la que perdimos nuestro imperio, martirizada por el separatismo, el odio, la ineficacia y la corrupción de la clase política, y la actual, que también se arrastra por lodos similares tras haber comprobado el fracaso de la Transición y la traición de los políticos a la esperanza democrática y a un futuro justo, son tan parecidas que el "cirujano" de hierro y su bisturí cortante quizás vuelvan a ser la solución.
Francisco Rubiales
La esperanza de que llegue el "cirujano" es el sentimiento político más fuerte y pujante en la España del presente, donde la mayoría de los ciudadanos votan ya sin esperanza ni ilusión, al que creen menos malo, contra el que consideran peor, siempre a mediocres que le van a engañar y que llegan a la política para expoliar al ciudadano y aprovecharse de los privilegios fastuosos reservados a los "elegidos".
La práctica totalidad de los españoles, seamos de izquierdas o de derechas, sabemos que este país necesita una limpieza a fondo y un drástico "reseteo" que nos sitúe de nuevo en la vía del verdadero progreso. Esa misma mayoría está convencida de que los actuales políticos y sus partidos están tan podridos y deteriorados que es imposible que solucionen el drama. El "cirujano" tiene que llegar de fuera y ser diferente, un ser nuevo con autoridad y fuerza, con decisión y liderazgo suficientes para expulsar del poder a la carroña política inútil que nos domina desde hace décadas.
La esperanza en algo nuevo y distinto es tan poderosa en España que es la que está dando impulso a partidos nuevos como Podemos y Ciudadanos, hace algunos años, y a VOX, en la actualidad. Gran parte del pueblo español está tan decepcionado con los viejos partidos que están dispuestos a apoyar cualquier cosa nueva que aparezca en la política, con la esperanza de que los recién llegados aporten las soluciones y recetas que losviejos partidos ya no pueden aportar.
La España actual es la obra vergonzosa del PSOE, el PP y los nacionalismos del odio, catalán y vasco. Ellos son los que han gobernado este país desde la muerte de Franco y lo han convertido en un vertedero pestilente donde reinan la desigualdad, la corrupción, el despilfarro, el caciquismo, la mentira y la degeneración profunda de la ética y de los valores.
Sabemos que del PSOE, del PP y de los malditos nacionalistas no nos llegará nada bueno, pero seguimos votándoles como zombis, sin creer en ellos ni esperar nada de sus gobiernos.
Cuando Joaquín Costa recomendaba el "cirujano de hierro", la situación de España se parecía mucho a la actual: partidos políticos inútiles y corrompidos, país sin esperanza ni ilusiones, decaimiento, despilfarro, dominio de los notables sobre un pueblo minusvalorado y marginado, una Justicia politizada, una administración poco eficaz y dominada por los oligarcas y una terrible proliferación de caciques que controlaban los puestos de trabajo, las vidas de las personas y que tejían redes clientelares tiránicas para fortalecer a sus partidos. La descripción sirve para nuestros días, donde los caciques y sus redes clientelares son los alcaldes y políticos que controlan los presupuestos y prácticamente toda la vida, sobre todo en los pueblos y provincias.
Aquella España, que salió dando tumbos del desastre de 1898, en la que perdimos nuestro imperio, martirizada por el separatismo, el odio, la ineficacia y la corrupción de la clase política, y la actual, que también se arrastra por lodos similares tras haber comprobado el fracaso de la Transición y la traición de los políticos a la esperanza democrática y a un futuro justo, son tan parecidas que el "cirujano" de hierro y su bisturí cortante quizás vuelvan a ser la solución.
Francisco Rubiales