La política española ni siquiera obtiene un aprobado porque si el gobierno está mal considerado en los foros internacionales, la oposición no está mejor. En los grandes foros y en las cancillerías del mundo avanzado se piensa que la España actual es una realidad deficiente y poco satisfactoria, a pesar del relativo éxito de su recuperación económica y de su crecimiento anual, más alto que la media europea, por varias razones, entre las que sobresalen dos muy preocupantes: la primera es la corrupción y la baja calidad general de su democracia; la segunda es el profundo divorcio que separa a los políticos de los ciudadanos, un fenómeno creciente que para muchos es incompatible con la democracia y que conduce, si no se remedia a tiempo, a la instauración de cualquier tipo de tiranía.
Aunque el eficiente aparato de propaganda del sistema español lo oculta, el gobierno de Mariano Rajoy acumula una carga de fracasos y retrocesos insoportable. La España actual, señalada y desprestigiada en Europa por su poco interés en la lucha contra la corrupción y por la baja calidad de su democracia, se encuentra en los puestos de cabeza de casi todos los dramas y lacras, desde el desempleo a la corrupción, sin olvidar otros muchos como el cobro de impuestos desproporcionados, el blanqueo de dinero, la prostitución, el alcoholismo, la politización de la Justicia y el abuso de poder en casi todas sus facetas.
El año 2018 comenzó para España con un suspenso del Consejo de Europa que recriminó a España su escasa e ineficaz lucha contra la corrupción. Esa institución afirma que España no ha cumplido con ninguna de las once medidas propuestas por Europa para luchar contra la corrupción. Cuatro recomendaciones no han sido implementadas y otras siete lo han sido parcialmente.
Hasta la recuperación de la economía española, exhibida por el gobierno como su gran éxito, tiene claroscuros criticables que despiertan recelo en Europa. Dos de ellos son la desigualdad que genera y la existencia de un mercado laboral dominado por el desempleo crónico y la precariedad, con los jóvenes, desempleado en masa y obligados a emigrar, como principales víctimas.
La recuperación económica en España ha favorecido cuatro veces más a los más ricos, según Oxfam Intermón. El 1% más rico obtuvo el 40% de la riqueza generada entre 2016 y 2017. Los salarios más bajos se redujeron un 15% entre 2008 y 2016. Las retribuciones más altas subieron ese mismo porcentaje durante ese período. Un empleado medio tiene que trabajar 29 años para cobrar lo mismo que un directivo en un año.
Aunque los observadores extranjeros han captado los principales dramas y carencias de España, incluyendo su endeudamiento atroz y el descomunal e insostenible tamaño de su Estado, plagado de políticos a suelto inútiles e innecesarios, siguen ignorando por completo el déficit mayor de la España actual, que es, sin duda, la ausencia absoluta de esas ilusiones y metas comunes que sustentan la unidad y la fortaleza de las naciones. La sociedad española, mal gobernada y rehén y víctima de partidos corruptos que anteponen su interés al bien común, vota cada vez que se abren las urnas al partido menos malo y lo hace sin ilusión y muchas veces con la nariz tapada. Ese fenómeno de desilusión, unido a la falta de esperanza y a un presente descorazonador y dominado por bandas corruptas atrincheradas en los partidos, el Estado y las grandes instituciones, destroza a los pueblos, rompe su unidad y genera todo tipo de conflictos, incluso el riesgo de ruptura de la unidad nacional y de enfrentamientos violentos, como está ocurriendo en Cataluña.
El panorama pesimista de España se completa con la cobardía y la alienación cómplice y estúpida de la ciudadanía, empeñada en no ver la realidad, en perdonar a los que le saquean y en seguir votando a sus verdugos, una realidad decepcionante que mina el futuro y pone en peligro el destino de toda la nación.
Europa y sus instituciones, junto con los grandes foros internacionales y centros de estudios y análisis (think tanks, universidades, escuelas de negocios, instituciones de vigilancia y foros diversos de observación) son cada día más conscientes de la verdad que España oculta y se sienten más preocupados ante el "problema español", el de un país que camina dando tumbos por el borde de un acantilado, un asunto que cada día reclama más atención y genera más miedo.
Francisco Rubiales
Aunque el eficiente aparato de propaganda del sistema español lo oculta, el gobierno de Mariano Rajoy acumula una carga de fracasos y retrocesos insoportable. La España actual, señalada y desprestigiada en Europa por su poco interés en la lucha contra la corrupción y por la baja calidad de su democracia, se encuentra en los puestos de cabeza de casi todos los dramas y lacras, desde el desempleo a la corrupción, sin olvidar otros muchos como el cobro de impuestos desproporcionados, el blanqueo de dinero, la prostitución, el alcoholismo, la politización de la Justicia y el abuso de poder en casi todas sus facetas.
El año 2018 comenzó para España con un suspenso del Consejo de Europa que recriminó a España su escasa e ineficaz lucha contra la corrupción. Esa institución afirma que España no ha cumplido con ninguna de las once medidas propuestas por Europa para luchar contra la corrupción. Cuatro recomendaciones no han sido implementadas y otras siete lo han sido parcialmente.
Hasta la recuperación de la economía española, exhibida por el gobierno como su gran éxito, tiene claroscuros criticables que despiertan recelo en Europa. Dos de ellos son la desigualdad que genera y la existencia de un mercado laboral dominado por el desempleo crónico y la precariedad, con los jóvenes, desempleado en masa y obligados a emigrar, como principales víctimas.
La recuperación económica en España ha favorecido cuatro veces más a los más ricos, según Oxfam Intermón. El 1% más rico obtuvo el 40% de la riqueza generada entre 2016 y 2017. Los salarios más bajos se redujeron un 15% entre 2008 y 2016. Las retribuciones más altas subieron ese mismo porcentaje durante ese período. Un empleado medio tiene que trabajar 29 años para cobrar lo mismo que un directivo en un año.
Aunque los observadores extranjeros han captado los principales dramas y carencias de España, incluyendo su endeudamiento atroz y el descomunal e insostenible tamaño de su Estado, plagado de políticos a suelto inútiles e innecesarios, siguen ignorando por completo el déficit mayor de la España actual, que es, sin duda, la ausencia absoluta de esas ilusiones y metas comunes que sustentan la unidad y la fortaleza de las naciones. La sociedad española, mal gobernada y rehén y víctima de partidos corruptos que anteponen su interés al bien común, vota cada vez que se abren las urnas al partido menos malo y lo hace sin ilusión y muchas veces con la nariz tapada. Ese fenómeno de desilusión, unido a la falta de esperanza y a un presente descorazonador y dominado por bandas corruptas atrincheradas en los partidos, el Estado y las grandes instituciones, destroza a los pueblos, rompe su unidad y genera todo tipo de conflictos, incluso el riesgo de ruptura de la unidad nacional y de enfrentamientos violentos, como está ocurriendo en Cataluña.
El panorama pesimista de España se completa con la cobardía y la alienación cómplice y estúpida de la ciudadanía, empeñada en no ver la realidad, en perdonar a los que le saquean y en seguir votando a sus verdugos, una realidad decepcionante que mina el futuro y pone en peligro el destino de toda la nación.
Europa y sus instituciones, junto con los grandes foros internacionales y centros de estudios y análisis (think tanks, universidades, escuelas de negocios, instituciones de vigilancia y foros diversos de observación) son cada día más conscientes de la verdad que España oculta y se sienten más preocupados ante el "problema español", el de un país que camina dando tumbos por el borde de un acantilado, un asunto que cada día reclama más atención y genera más miedo.
Francisco Rubiales
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