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España, el país peor gobernado de Europa



La salida de Salvador Illa del gobierno de Sánchez se ha convertido en un episodio vergonzoso y repugnante, que demuestra con toda crudeza que España está gobernada por indeseables. El tipo que peor ha gestionado la pandemia en todo el mundo, cosechando para España más infectados y muertos por habitante que cualquier otro país, dice al marcharse "No me arrepiento de nada", mientras Pedro Sánchez, su jefe, le define, empleando la mentira, como un hombre humilde que siempre pide perdón.

Mentira, bochorno, arrogancia y desprecio al ciudadano y a los valores de la democracia en la pequeña crisis del gobierno español, en la que Carolina Darias toma las riendas de Sanidad, abandonada por Illa en el peor momento de la tercera ola de la pandemia, mientras que la cartera de Política Territorial es adjudicada a Miguel Iceta, catalanista, partidario de que Cataluña sea una nación, de un referéndum para la independencia y del indulto de los golpistas catalanes, todo un "prenda" que también reúne el "mérito" de ser el ministro con menos estudios de la historia moderna de España y de toda Europa.
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Tal para cual. El arrogante humilde y el mentiroso compulsivo
Bajeza imposible de superar en la reciente crisis de gobierno de Sánchez, en la que el pueblo español ha sido testigo de acontecimiento que sonrojan y causan asco, donde es premiado el ministro que peor ha gestionado la pandemia en todo el mundo y es definido como "humilde" quien ha sido tan arrogante y soberbio que se ha marchado a Cataluña afirmando que no se arrepiente de nada.

Los españoles están siendo demasiado humillados por el gobierno, no sólo porque ese equipo que preside Sánchez les arrebata, cada día un poco más, la prosperidad, los derechos, las libertades y las ilusiones, sino porque públicamente, ante las cámaras, se escenifican ceremonias llenas de bajeza y de repugnancia por su bajo nivel ético y por su desprecio a los valores y reglas de las democracias.

Llamar humilde al arrogante es otro engaño más del gobierno, que ya ni se ruboriza cuando saquea al pueblo, patea los valores o traiciona la democracia y la decencia, como tampoco tiembla o titubea cuando impone desigualdad y privilegios en las regiones, castiga a los ciudadanos que no les votan, reparte las vacunas con arbitrariedad rastrera y miente de manera obsesiva y contumaz.

Es cierto que premiar a los imbéciles y fracasados, al mismo tiempo que se castiga a los mejores, ha sido una constante en la desgraciada Historia de España, desde los Reyes Católicos, pero no es menos cierto que esas injusticias y arbitrariedades se ocultaban porque el poder sentía vergüenza de su bajeza. Sin embargo, ahora, bajo el mandato siniestro de Pedro Sánchez, esas suciedades se hacen ante las cámaras, con luz y taquígrafos, con una desvergüenza espeluznante que refleja carencia absoluta de moral y principios.

Cuando el ministro que peor ha gestionado la pandemia en todo el mundo, acumulando más errores, infecciones y muertes que ningún otro país y ocupando el número uno en la lista de países destrozados por el virus, en la primera, segunda y tercera ola, es premiado designándolo candidato socialista a presidir el gobierno de Cataluña, es que la política y el liderazgo en España están realmente podridos. Pero si además el pueblo admite esa jugada malévola y antidemocrática, dispuesto a premiar con su voto al fracasado, como predicen las encuestas, es que el pueblo ya está enfermo de inmoralidad y vicio, en cuerpo y alma.

En España el gobierno ha perdido el respeto y el miedo a los ciudadanos, como sólo ocurre en las peores tiranías, sin que se perciba un atisbo de democracia, un sistema que se caracteriza porque es el gobierno el que debe temer a un pueblo obligado a vigilarle, a controlar su poder y a exigirle eficacia.

Los acontecimientos recientes en el gobierno reflejan una decadencia moral tan profunda que causa miedo y una podredumbre en el sistema política que causa asco. Ninguna institución defensiva de la nación reacciona ante las bajezas y humillaciones que presiden la vida política española. Nadie se mueve, permitiendo los abusos, desmanes y saqueos, ni el rey, ni los jueces, ni los legisladores, ni los periodistas, ni las universidades, ni los ciudadanos, nadie, absolutamente nadie.

¿Se puede caer más bajo de lo que está cayendo España?

Al parecer sí porque todo indica que la orgía de suciedades, abusos y desatinos no ha hecho más que empezar porque los peores, dueños del Estado, se sienten no sólo impunes sino también apoyados por la chusma ciudadana.

Francisco Rubiales

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Miércoles, 27 de Enero 2021
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