La arrogancia, la corrupción y la incapacidad de gestionar la crisis económica han hecho que España sea el país de Europa donde los ciudadanos están mas hartos de sus políticos, a los que ya consideran no como servidores del pueblo o del bien común, sino como a fracasados, desprestigiados, injustos y obsesionados por el poder y los privilegios.
Las encuestas señalan ya a la corrupción y a los políticos en España como dos de los cuatro mayores problemas del país. En Cataluña, el rechazo es todavía mayor porque la corrupción y los políticos son ya casi el primer problema de la ciudadanía. Pero lo mas inquietante es que el rechazo, en muchas zonas y ambientes de España, se está transformando rápidamente en odio, hasta el punto de que millones de españoles identifican ya a los políticos como su peor enemigo.
La causa del rechazo siempre es la misma: los ciudadanos, que no soportan que los políticos se hayan convertido en una "casta" privilegiada porque no lo merecen y porque el resultado de su gobierno es ruina, pobreza desempleo y fracaso, creen que los políticos no cuidan ni luchan por los intereses del pueblo sino por los suyos propios y los de sus partidos. El hecho de que la clase política haya cerrado sus ojos y oídos y no escuche el clamor de los ciudadanos, junto con la impunidad de una casta que ha cometido atrocidades contra el interés general, como saquear las cajas de ahorros, mentir hasta la saciedad, incumplir sus promesas electorales y estafar a millones de españoles con las participaciones preferentes, convierte al político en un ser apestado y merecedor del rechazo que recibe. La arrogancia, los privilegios y, sobre todo, el aislamiento elitista de la "casta" de los nuevos amos despierta rechazo y hasta odio en la ciudadanía, más que la ineficacia y la torpeza, ante las cuales el pueblo es más comprensivo.
Hay encuestas cuyos resultados son todavía peores que los que se dan a conocer. En esas encuestas sale reflejado un odio creciente al político que invalida la mal llamada democracia española, un sistema que, al ser rechazado por el pueblo, se transforma en algo ilícito y opresor.
Pero esas encuestas son cuidadosamente ocultadas por el poder porque los medios de comunicación son fácilmente manipulables en estos tiempos de crisis. Los medios necesitan tanto dinero, que quien tenga hoy cuatro euros y los invierta en publicidad, consigue blindarse. Y nadie tiene hoy más dinero que el poder político, un dinero que esquilma al ciudadano por la vía de los impuestos, y que emplea masivamente en imagen y publicidad.
Los estrategas de los partidos políticos tendrán que realizar esfuerzos inusitados para atraer a los ciudadanos y ganárselos, si quieren evitar que las próximas elecciones constituyan un escándalo mundial por el número de desertores abstencionistas, votantes en blanco y ciudadanos que votan nulo o a partidos pequeños para castigar a los grandes, a los que culpan de los grandes males del país.
La "venganza" de los ciudadanos españoles se está cociendo a fuego lento en una olla que nadie sabe si podrá resistir tanta presión sin un estallido social de protesta, algo que ha ocurrido con demasiada frecuencia en la Historia de España, jalonada de revoluciones, revueltas, motines y protestas masivas, que muchas veces se tornaron violentas y hasta sangrientas.
Las encuestas señalan ya a la corrupción y a los políticos en España como dos de los cuatro mayores problemas del país. En Cataluña, el rechazo es todavía mayor porque la corrupción y los políticos son ya casi el primer problema de la ciudadanía. Pero lo mas inquietante es que el rechazo, en muchas zonas y ambientes de España, se está transformando rápidamente en odio, hasta el punto de que millones de españoles identifican ya a los políticos como su peor enemigo.
La causa del rechazo siempre es la misma: los ciudadanos, que no soportan que los políticos se hayan convertido en una "casta" privilegiada porque no lo merecen y porque el resultado de su gobierno es ruina, pobreza desempleo y fracaso, creen que los políticos no cuidan ni luchan por los intereses del pueblo sino por los suyos propios y los de sus partidos. El hecho de que la clase política haya cerrado sus ojos y oídos y no escuche el clamor de los ciudadanos, junto con la impunidad de una casta que ha cometido atrocidades contra el interés general, como saquear las cajas de ahorros, mentir hasta la saciedad, incumplir sus promesas electorales y estafar a millones de españoles con las participaciones preferentes, convierte al político en un ser apestado y merecedor del rechazo que recibe. La arrogancia, los privilegios y, sobre todo, el aislamiento elitista de la "casta" de los nuevos amos despierta rechazo y hasta odio en la ciudadanía, más que la ineficacia y la torpeza, ante las cuales el pueblo es más comprensivo.
Hay encuestas cuyos resultados son todavía peores que los que se dan a conocer. En esas encuestas sale reflejado un odio creciente al político que invalida la mal llamada democracia española, un sistema que, al ser rechazado por el pueblo, se transforma en algo ilícito y opresor.
Pero esas encuestas son cuidadosamente ocultadas por el poder porque los medios de comunicación son fácilmente manipulables en estos tiempos de crisis. Los medios necesitan tanto dinero, que quien tenga hoy cuatro euros y los invierta en publicidad, consigue blindarse. Y nadie tiene hoy más dinero que el poder político, un dinero que esquilma al ciudadano por la vía de los impuestos, y que emplea masivamente en imagen y publicidad.
Los estrategas de los partidos políticos tendrán que realizar esfuerzos inusitados para atraer a los ciudadanos y ganárselos, si quieren evitar que las próximas elecciones constituyan un escándalo mundial por el número de desertores abstencionistas, votantes en blanco y ciudadanos que votan nulo o a partidos pequeños para castigar a los grandes, a los que culpan de los grandes males del país.
La "venganza" de los ciudadanos españoles se está cociendo a fuego lento en una olla que nadie sabe si podrá resistir tanta presión sin un estallido social de protesta, algo que ha ocurrido con demasiada frecuencia en la Historia de España, jalonada de revoluciones, revueltas, motines y protestas masivas, que muchas veces se tornaron violentas y hasta sangrientas.