La democracia que proclamaba Lincoln ha sido prostituida por los partidos políticos
A los españoles nos han escamoteado la democracia, que es un sistema desconocido en la España moderna, cuya esencia es la soberanía popular sobre gobiernos sometidos a estricto control por los ciudadanos, por las leyes y por el mismo sistema, que limita mucho los poderes públicos.
Nos dijeron en la Transición que entrábamos en la Democracia, pero hoy, desde la distancia, está metafísicamente demostrado que aquello fue un engaño. En lugar de democracia, la Constitución de 1978 instauró una oligocracia de partidos políticos, una pura evolución, sin ruptura, desde el Franquismo al Neofranquismo, un deslizamiento pacífico desde una dictadura personal a una dictadura de partidos políticos, que desde entonces se han apoderado del estado para su uso y disfrute.
Los partidos políticos, convertidos en dueños absolutos de España, han evolucionado mál. En todo el mundo son un problema porque su poder tiende a descontrolarse y porque su dinámica interna les lleva a anteponer sus propios intereses al bien común y a los intereses de los ciudadanos y de la nación, pero en España su evolución ha sido más perversa y su deterioro muy profundo.
Por su corrupción, por sus obras, por el número de delincuentes que cobijan, por sus militantes y cargos procesados, los partidos políticos españoles, sobre todo los grandes que han gobernado, PSOE y PP, son hoy verdaderas asociaciones delictivas, integradas por personas que en lugar de servir al pueblo se sirven a si mismo y que pretenden obtener de la militancia poder y dinero.
Los partidos políticos son un problema a nivel planetario, pero las democracias, aunque imperfectas, conservan mecanismos que controlan su poder y reprimen sus tendencias. En las democracia, las leyes se aplican a los partidos, que también son controlados por la influencia de la sociedad civil y de los ciudadanos y por la libre competencia de las ideas y los grupos en la sociedad, pero en España esos mecanismos de control no funcionan porque, desde el poder, han sido dinamitados. Los partidos políticos españoles se atreven a hacer lo que los partidos en otros países de nuestro entorno jamás harían, como es gobernar en contra de la voluntad popular, como si el voto les otorgara un cheque en blanco.
Los españoles queremos que desaparezcan las autonomías, pero los partidos las imponen, como también imponen, contra la voluntad del pueblo, la financiación de los partidos y sindicatos con dinero procedente de los impuestos, el endeudamiento público sin límites, la duración ilimitada de los cargos públicos, la práctica impunidad de los políticos, la marginación del ciudadano de la vida política y todo tipo de facilidades para la corrupción, que se ha introducidos en el sistema hasta contaminarlo en sus entrañas.
Los ciudadanos están descubriendo, poco a poco, que los partidos pol´tiicos, en lugar de ayudarles a participar en la política y elevar sus deseos y aspiraciones hasta el poder, son hoy asociaciones privadas donde abundan los psicópatas, los sociópatas y arribistas que sólo pretenden el bien propio a costa del ajeno. No existe en el mundo empresa más rentable que un partido político porque apenas necesitas capital para conseguir unos beneficios inmensos.
La realidad de un mundo en manos de políticos y de partidos que más que instrumentos de la democracia son obstáculos para el progreso y la decencia está siendo percibida, poco a poco, por la ciudadanía, a pesar de que esa verdad gigantesca y obvia está siendo ocultada por la clase política con la ayuda de la mayoría de los medios de comunicación, que dependen de la publicidad y de las subvenciones de los políticos para subsistir en un mundo cuyos ciudadanos se fían cada día menos de los medios de comunicación.
Francisco Rubiales
Nos dijeron en la Transición que entrábamos en la Democracia, pero hoy, desde la distancia, está metafísicamente demostrado que aquello fue un engaño. En lugar de democracia, la Constitución de 1978 instauró una oligocracia de partidos políticos, una pura evolución, sin ruptura, desde el Franquismo al Neofranquismo, un deslizamiento pacífico desde una dictadura personal a una dictadura de partidos políticos, que desde entonces se han apoderado del estado para su uso y disfrute.
Los partidos políticos, convertidos en dueños absolutos de España, han evolucionado mál. En todo el mundo son un problema porque su poder tiende a descontrolarse y porque su dinámica interna les lleva a anteponer sus propios intereses al bien común y a los intereses de los ciudadanos y de la nación, pero en España su evolución ha sido más perversa y su deterioro muy profundo.
Por su corrupción, por sus obras, por el número de delincuentes que cobijan, por sus militantes y cargos procesados, los partidos políticos españoles, sobre todo los grandes que han gobernado, PSOE y PP, son hoy verdaderas asociaciones delictivas, integradas por personas que en lugar de servir al pueblo se sirven a si mismo y que pretenden obtener de la militancia poder y dinero.
Los partidos políticos son un problema a nivel planetario, pero las democracias, aunque imperfectas, conservan mecanismos que controlan su poder y reprimen sus tendencias. En las democracia, las leyes se aplican a los partidos, que también son controlados por la influencia de la sociedad civil y de los ciudadanos y por la libre competencia de las ideas y los grupos en la sociedad, pero en España esos mecanismos de control no funcionan porque, desde el poder, han sido dinamitados. Los partidos políticos españoles se atreven a hacer lo que los partidos en otros países de nuestro entorno jamás harían, como es gobernar en contra de la voluntad popular, como si el voto les otorgara un cheque en blanco.
Los españoles queremos que desaparezcan las autonomías, pero los partidos las imponen, como también imponen, contra la voluntad del pueblo, la financiación de los partidos y sindicatos con dinero procedente de los impuestos, el endeudamiento público sin límites, la duración ilimitada de los cargos públicos, la práctica impunidad de los políticos, la marginación del ciudadano de la vida política y todo tipo de facilidades para la corrupción, que se ha introducidos en el sistema hasta contaminarlo en sus entrañas.
Los ciudadanos están descubriendo, poco a poco, que los partidos pol´tiicos, en lugar de ayudarles a participar en la política y elevar sus deseos y aspiraciones hasta el poder, son hoy asociaciones privadas donde abundan los psicópatas, los sociópatas y arribistas que sólo pretenden el bien propio a costa del ajeno. No existe en el mundo empresa más rentable que un partido político porque apenas necesitas capital para conseguir unos beneficios inmensos.
La realidad de un mundo en manos de políticos y de partidos que más que instrumentos de la democracia son obstáculos para el progreso y la decencia está siendo percibida, poco a poco, por la ciudadanía, a pesar de que esa verdad gigantesca y obvia está siendo ocultada por la clase política con la ayuda de la mayoría de los medios de comunicación, que dependen de la publicidad y de las subvenciones de los políticos para subsistir en un mundo cuyos ciudadanos se fían cada día menos de los medios de comunicación.
Francisco Rubiales