La estrategia de aislar al Partido Popular y dejarlo solo en la oposición para impedirle gobernar, diseñada y ejecutada por el PSOE, está generando sorpresas. Una de ellas es que el PP se refuerza al convertirse en la única oposición, lo que le permite capitalizar todo el descontento ante la acción gubernamental. La otra es que el bipartidismo se acentúa, hasta el punto de que ya apunta un futuro en el que únicamente competirán el PSOE y el PP, mientras que los nacionalismos se debilitan e Izquierda Unida prácticamente deja de existir.
Como consecuencia de ese avance imparable hacia el bipartidismo, la extrema izquierda y la extrema derecha no encuentran condiciones para operar con identidad propia, lo que les obliga a permanecer, camufladas, dentro de los dos grandes partidos, en los que la radicalizción de la política les proporciona espacios y una aceptable capacidad de maniobra.
La "resistencia" contra un bipartidismo que empobrece todavía más la democracia española se manifiesta en la aparición de partidos nuevos que apuestan por la regeneración democrática y por el protagonismo de los ciudadanos, como UPyD y Ciutadans, partidos que reciben el apoyo de demócratas críticos asqueados del deterioro del sistema, de la radicalización y del desproporcionado poder de los grandes partidos.
El deslizamiento de la democracia española hacia una "Partitocracia", consecuencia del poder desproporcionado que han alcanzado los partidos políticos, también refuerza el bipartidismo y deja sin opciones a las alternativas políticas minoritarias, incapaces de enfrentarse a las poderosas maquinarias electorales de los grandes partidos.
También generan fuerzas centrípetas y refuerzan el bipartidismo el acelerado e intenso proceso de deterioro de la política y el desprestigio de los políticos, consecuancia de un desgaste que también afecta al sistema. Los partidos, sin el reconocimiento ni la confianza de los ciudadanos, tienden a encerrarse en sus propias estructuras de poder, reforzándolas para imponerse frente a los ciudadanos y la sociedad en una dinámica perversa en la que el ciudadano y la sociedad civil pasan a ser adversarios.
El avance hacia el bipartidismo representa un claro deterioro de la democracia española, que, después de haber acabado con el protagonismo del ciudadano y de la sociedad civil, tiende también a eliminar a los partidos minoritarios, cuya vida es fundamental en las deocracias auténticas.
Pero es el radicalismo el elemento que con mayor intensidad está impulsando el bipartidismo en España. Los seguidores de los partidos idealizan a sus líderes y los consideran poco menos que dioses infalibles, se fanatizan y aprueban las ideas, propuestas y la gestión de los "suyos" sin capacidad crítica alguna, hagan lo que hagan, transformándose más en "cómplices" y "comparsa" que en esos ciudadanos con capacidad de autogobierno y pensamiento libre que tan necesarios son para que una democracia pueda considerarse avanzada.
Como consecuencia de ese avance imparable hacia el bipartidismo, la extrema izquierda y la extrema derecha no encuentran condiciones para operar con identidad propia, lo que les obliga a permanecer, camufladas, dentro de los dos grandes partidos, en los que la radicalizción de la política les proporciona espacios y una aceptable capacidad de maniobra.
La "resistencia" contra un bipartidismo que empobrece todavía más la democracia española se manifiesta en la aparición de partidos nuevos que apuestan por la regeneración democrática y por el protagonismo de los ciudadanos, como UPyD y Ciutadans, partidos que reciben el apoyo de demócratas críticos asqueados del deterioro del sistema, de la radicalización y del desproporcionado poder de los grandes partidos.
El deslizamiento de la democracia española hacia una "Partitocracia", consecuencia del poder desproporcionado que han alcanzado los partidos políticos, también refuerza el bipartidismo y deja sin opciones a las alternativas políticas minoritarias, incapaces de enfrentarse a las poderosas maquinarias electorales de los grandes partidos.
También generan fuerzas centrípetas y refuerzan el bipartidismo el acelerado e intenso proceso de deterioro de la política y el desprestigio de los políticos, consecuancia de un desgaste que también afecta al sistema. Los partidos, sin el reconocimiento ni la confianza de los ciudadanos, tienden a encerrarse en sus propias estructuras de poder, reforzándolas para imponerse frente a los ciudadanos y la sociedad en una dinámica perversa en la que el ciudadano y la sociedad civil pasan a ser adversarios.
El avance hacia el bipartidismo representa un claro deterioro de la democracia española, que, después de haber acabado con el protagonismo del ciudadano y de la sociedad civil, tiende también a eliminar a los partidos minoritarios, cuya vida es fundamental en las deocracias auténticas.
Pero es el radicalismo el elemento que con mayor intensidad está impulsando el bipartidismo en España. Los seguidores de los partidos idealizan a sus líderes y los consideran poco menos que dioses infalibles, se fanatizan y aprueban las ideas, propuestas y la gestión de los "suyos" sin capacidad crítica alguna, hagan lo que hagan, transformándose más en "cómplices" y "comparsa" que en esos ciudadanos con capacidad de autogobierno y pensamiento libre que tan necesarios son para que una democracia pueda considerarse avanzada.
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