Sociedad sin valores, integrada en la cúspide del poder por indecentes, corruptos y enemigos de España
La situación de la España presente es tan triste y peligrosa que la fiesta nacional de hoy, 12 de octubre, debería estar presidida por crespones negros de luto por la nación en peligro.
Acabamos de ver con estupor como millones de españoles otorgan el poder en las urnas a políticos corruptos, encuadrados en partidos cargados de delitos y, en algunos casos, marcados por ideologías totalitarias y esclavizantes, como ocurre con los millones de españoles que votan ideologías que fabrican esclavitud, pobreza y muerte, como el socialismo y el comunismo.
En el actual panorama político español sólo se aprecia bajeza y degeneración de la democracia y de los valores, lo que constituye una crisis sin precedentes del sistema, que sólo puede mantenerse si es profundamente cambiado y regenerado, lo que incluye la sustitución de los actuales partidos y políticos por otros de factura más ética y democrática.
No admitir que el sistema político español ha entrado en colapso es negar la realidad y querer mantener a toda costa los privilegios del poder y las ventajas que el sistema viciado proporciona a las clases que lo controlan.
El comportamiento de los partidos y de los políticos alimenta cada día el rechazo de la ciudadanía a sus líderes y, lo que es más grave, el desprecio del pueblo por una democracia que está tan degradada que es una verdadera basura plagada de abusos, iniquidades y desequilibrios. Cada día más gente asqueada de sus políticos acude a las urnas para vengarse o decide practicar cualquier modalidad de voto de protesta, ya sea la abstención consciente, el voto en blanco o el voto anulado con frases de rechazo a los políticos.
La lectura de lo que los votantes dicen en las papeletas con voto nulo es sobrecogedor: una lluvia de improperios, insultos y desprecios a la clase política, que crece en cada votación.
Valga un ejemplo para descubrir la situación dramática de la nación hoy: Pedro Sánchez está aterrorizado ante la probabilidad de que su presencia en el desfile oficial de Madrid sea aprovechada para un abucheo masivo que resuene en toda la nación.
No hay duda de que Sánchez es el presidente más odiado y rechazado por más españoles en las últimas décadas.
El enorme edificio de la mentira, construido desde la Transición, cuyo núcleo consistía en hacer pasar por democracia lo que era una simple oligocracia de partidos corrompida hasta la médula, se está derrumbando, algo bueno si logramos que la verdadera democracia sustituya a la basura que nos hicieron pasar por libertad y soberanía del pueblo.
La izquierda se inventa signos y rasgos que son falsos, como su pretendido amor a la igualdad y a las políticas sociales, cuando muchos de los ataques al Estado de Bienestar y recortes a políticas sociales los han protagonizado los políticos de la izquierda. A la derecha le ocurre algo parecido. Se vanaglorian de ser liberales, pero han borrado de su ADN hasta la última gota de liberalismo y han abrazado la socialdemocracia y el culto a un Estado fuerte e intervencionista, que es más propio de las viejas izquierdas que de las derechas modernas y civilizadas. Esa derecha falsa también presume de bajar impuestos, crear riqueza y respetar el dinero en los bolsillos del ciudadano, pero con Rajoy demostraron que nadie cobra más impuestos, que saben intervenir de manera atosigante y que arruinan al Estado engordándolo como las izquierdas, endeudándose y despilfarrando.
En realidad, son muchas mas las cosas que unen al PP y al PSOE que las que les separan. Les unen el afán por los privilegios, el corporativismo, el culto al Estado, la desvergüenza, el desprecio al ciudadano, su aversión a la democracia verdadera, sus tendencias a mentir y engañar, la afición por la corrupción y, sobre todo, el peor de los vicios políticos, el que consiste en de anteponer sus propios intereses al bien común.
PSOE y PP se habrían unido para gobernar juntos hace muchos años, si esa unión no arruinara su falsa interpretación de enfrentamiento y lucha entre ellos. Son casi idénticos en demasiadas cosas, entre ellas la falta de valores, el desprecio a la democracia, la adhesión a la mentira, la corrupción, la obsesión por controlar la Justicia, la escasez de ética, la ausencia de escrúpulo, al amor a los privilegios y el desprecio al ciudadano.
Francisco Rubiales
Acabamos de ver con estupor como millones de españoles otorgan el poder en las urnas a políticos corruptos, encuadrados en partidos cargados de delitos y, en algunos casos, marcados por ideologías totalitarias y esclavizantes, como ocurre con los millones de españoles que votan ideologías que fabrican esclavitud, pobreza y muerte, como el socialismo y el comunismo.
En el actual panorama político español sólo se aprecia bajeza y degeneración de la democracia y de los valores, lo que constituye una crisis sin precedentes del sistema, que sólo puede mantenerse si es profundamente cambiado y regenerado, lo que incluye la sustitución de los actuales partidos y políticos por otros de factura más ética y democrática.
No admitir que el sistema político español ha entrado en colapso es negar la realidad y querer mantener a toda costa los privilegios del poder y las ventajas que el sistema viciado proporciona a las clases que lo controlan.
El comportamiento de los partidos y de los políticos alimenta cada día el rechazo de la ciudadanía a sus líderes y, lo que es más grave, el desprecio del pueblo por una democracia que está tan degradada que es una verdadera basura plagada de abusos, iniquidades y desequilibrios. Cada día más gente asqueada de sus políticos acude a las urnas para vengarse o decide practicar cualquier modalidad de voto de protesta, ya sea la abstención consciente, el voto en blanco o el voto anulado con frases de rechazo a los políticos.
La lectura de lo que los votantes dicen en las papeletas con voto nulo es sobrecogedor: una lluvia de improperios, insultos y desprecios a la clase política, que crece en cada votación.
Valga un ejemplo para descubrir la situación dramática de la nación hoy: Pedro Sánchez está aterrorizado ante la probabilidad de que su presencia en el desfile oficial de Madrid sea aprovechada para un abucheo masivo que resuene en toda la nación.
No hay duda de que Sánchez es el presidente más odiado y rechazado por más españoles en las últimas décadas.
El enorme edificio de la mentira, construido desde la Transición, cuyo núcleo consistía en hacer pasar por democracia lo que era una simple oligocracia de partidos corrompida hasta la médula, se está derrumbando, algo bueno si logramos que la verdadera democracia sustituya a la basura que nos hicieron pasar por libertad y soberanía del pueblo.
La izquierda se inventa signos y rasgos que son falsos, como su pretendido amor a la igualdad y a las políticas sociales, cuando muchos de los ataques al Estado de Bienestar y recortes a políticas sociales los han protagonizado los políticos de la izquierda. A la derecha le ocurre algo parecido. Se vanaglorian de ser liberales, pero han borrado de su ADN hasta la última gota de liberalismo y han abrazado la socialdemocracia y el culto a un Estado fuerte e intervencionista, que es más propio de las viejas izquierdas que de las derechas modernas y civilizadas. Esa derecha falsa también presume de bajar impuestos, crear riqueza y respetar el dinero en los bolsillos del ciudadano, pero con Rajoy demostraron que nadie cobra más impuestos, que saben intervenir de manera atosigante y que arruinan al Estado engordándolo como las izquierdas, endeudándose y despilfarrando.
En realidad, son muchas mas las cosas que unen al PP y al PSOE que las que les separan. Les unen el afán por los privilegios, el corporativismo, el culto al Estado, la desvergüenza, el desprecio al ciudadano, su aversión a la democracia verdadera, sus tendencias a mentir y engañar, la afición por la corrupción y, sobre todo, el peor de los vicios políticos, el que consiste en de anteponer sus propios intereses al bien común.
PSOE y PP se habrían unido para gobernar juntos hace muchos años, si esa unión no arruinara su falsa interpretación de enfrentamiento y lucha entre ellos. Son casi idénticos en demasiadas cosas, entre ellas la falta de valores, el desprecio a la democracia, la adhesión a la mentira, la corrupción, la obsesión por controlar la Justicia, la escasez de ética, la ausencia de escrúpulo, al amor a los privilegios y el desprecio al ciudadano.
Francisco Rubiales