El sistema político español está a la defensiva y, preocupado por la indignación popular creciente, que desprecia a los políticos y quiere ver encarcelados a los muchos ladrones y sinvergüenzas incrustados en los partidos políticos y en la cúspide del poder, lanza algunos trozos de carne a las masas para calmarlas, engañarlas con la idea de que se está persiguiendo el crimen y lograr así que todo siga igual por muchos años.
Esa carnaza, debidamente adobada con frases como "La Justicia es igual para todos", pronunciada nada menos que por el rey, está compuesta por Urdangarín, utilizado como modelo ejemplarizante, pero beneficiado por un ritmo procesal lento que tal vez le salve porque algunos de sus presuntos delitos habrán prescrito cuando sea juzgado, el ridículo proceso de Francisco Camps por unos trajes insignificantes, cuando podría haber sido procesado por delitos mucho más graves, como presionar a empresas valencianas para que contrataran con Urdangarín o por haber permitido que algunos chorizos desvalijaran la Caja de Ahorros del Mediterráneo, y por el ya preparado proceso contra el ex Ministro de Fomento Pepiño Blanco, al que han abandonado todos y dejado sólo y desamparado en su papel de chivo expiatorio, para salvar así a los muchos miles de delincuentes impunes que permanecen agazapados en las filas del poder político español.
Los procesos de Camps, Urdangarín y Pepiño servirán para que los ciudadanos, mnipulados por la ausencia de verdad, idiotizados por la propaganda y ya sin capacidad de discernir, crean que el sistema se purifica y se hace decente, cuando en realidad lo único que pretende es que todo siga igual y que los de siempre sigan viviendo rodeados de privilegios e impunidad práctica.
Los grandes delincuentes de este país, los que han empobrecido, endeudado y llenado España de desempleados y pobres, los que han desvalijado las cajas de ahorro, debilitando el sistema financiero hasta límites difíciles de imaginar, los que se han atrevido, en Andalucía, a utilizar el dinero para los parados en beneficiar a sus amigos con EREs falsos, los que han converttido a Cataluña en una pocilga arruinada por la corrupción y el abuso, los que se han enriquecido de manera salvaje, gracias a las recalificaciones, al tráfico de influencias, a las comisiones secretas y al uso perverso de la información privilegiada, los que han trucado concursos públicos y concedido subvenciones a sus hijos, parientes y amigos, negándoselas a empresarios con todo el derecho a recibirlas, todos esos, miembros de una legión de sinvergüenzas donde figuran alcaldes, concejales, mimebros de gobiernos regionales, financieros, políticos destacados, muchos de ellos aforados, antiguos miembros del poder gubernamental, ya retirados, titulares de despachos de prestigio y muchos militantes destacados de los dos grandes partidos, siguen en libertad y preparados para continuar adelante con su miserable y sucia labor de expolio y saqueo, sin que la Justicia española, politizada y dependiente de los grandes partidos, se mueva como exige la ciudadanía, cada día más indignada ante el panorama desolador de la España corrupta.
La maniobra de defensa, bien diseñada y magníficamente dotada de cosmética, además de la mentirosa frase de que "La Justicia es igual para todos", incluye también la publicación de las cuentas de la Casa Real y alguna que otra medida suave, pero vistosa, de austeridad, aireada por la propaganda del sistema. Pero la verdad cruda es que nada está cambiando, que la noticia más esperada por los españoles después de las elecciones del 20 de noviembre, la de que los corruptos y ladrones van a ser perseguidos y juzgados, obligándoles a devolver el dinero robado, sigue siendo un sueño irrealizable porque los políticos no quieren que se acabe la fiesta, el aquelarre de los chorizos que, desde hace algunas décadas, ha pervertido la democracia española, llenándola de indeseables y transformandola, con nocturnidad y alevosía, en una sucia oligocracia de partidos, justo lo que los griegos clásicos consideraban como el lado opuesto a la verdadera democracia.
Esa carnaza, debidamente adobada con frases como "La Justicia es igual para todos", pronunciada nada menos que por el rey, está compuesta por Urdangarín, utilizado como modelo ejemplarizante, pero beneficiado por un ritmo procesal lento que tal vez le salve porque algunos de sus presuntos delitos habrán prescrito cuando sea juzgado, el ridículo proceso de Francisco Camps por unos trajes insignificantes, cuando podría haber sido procesado por delitos mucho más graves, como presionar a empresas valencianas para que contrataran con Urdangarín o por haber permitido que algunos chorizos desvalijaran la Caja de Ahorros del Mediterráneo, y por el ya preparado proceso contra el ex Ministro de Fomento Pepiño Blanco, al que han abandonado todos y dejado sólo y desamparado en su papel de chivo expiatorio, para salvar así a los muchos miles de delincuentes impunes que permanecen agazapados en las filas del poder político español.
Los procesos de Camps, Urdangarín y Pepiño servirán para que los ciudadanos, mnipulados por la ausencia de verdad, idiotizados por la propaganda y ya sin capacidad de discernir, crean que el sistema se purifica y se hace decente, cuando en realidad lo único que pretende es que todo siga igual y que los de siempre sigan viviendo rodeados de privilegios e impunidad práctica.
Los grandes delincuentes de este país, los que han empobrecido, endeudado y llenado España de desempleados y pobres, los que han desvalijado las cajas de ahorro, debilitando el sistema financiero hasta límites difíciles de imaginar, los que se han atrevido, en Andalucía, a utilizar el dinero para los parados en beneficiar a sus amigos con EREs falsos, los que han converttido a Cataluña en una pocilga arruinada por la corrupción y el abuso, los que se han enriquecido de manera salvaje, gracias a las recalificaciones, al tráfico de influencias, a las comisiones secretas y al uso perverso de la información privilegiada, los que han trucado concursos públicos y concedido subvenciones a sus hijos, parientes y amigos, negándoselas a empresarios con todo el derecho a recibirlas, todos esos, miembros de una legión de sinvergüenzas donde figuran alcaldes, concejales, mimebros de gobiernos regionales, financieros, políticos destacados, muchos de ellos aforados, antiguos miembros del poder gubernamental, ya retirados, titulares de despachos de prestigio y muchos militantes destacados de los dos grandes partidos, siguen en libertad y preparados para continuar adelante con su miserable y sucia labor de expolio y saqueo, sin que la Justicia española, politizada y dependiente de los grandes partidos, se mueva como exige la ciudadanía, cada día más indignada ante el panorama desolador de la España corrupta.
La maniobra de defensa, bien diseñada y magníficamente dotada de cosmética, además de la mentirosa frase de que "La Justicia es igual para todos", incluye también la publicación de las cuentas de la Casa Real y alguna que otra medida suave, pero vistosa, de austeridad, aireada por la propaganda del sistema. Pero la verdad cruda es que nada está cambiando, que la noticia más esperada por los españoles después de las elecciones del 20 de noviembre, la de que los corruptos y ladrones van a ser perseguidos y juzgados, obligándoles a devolver el dinero robado, sigue siendo un sueño irrealizable porque los políticos no quieren que se acabe la fiesta, el aquelarre de los chorizos que, desde hace algunas décadas, ha pervertido la democracia española, llenándola de indeseables y transformandola, con nocturnidad y alevosía, en una sucia oligocracia de partidos, justo lo que los griegos clásicos consideraban como el lado opuesto a la verdadera democracia.