Con un poder político caciquil e influido por terratenientes del pasado o adoradores del Estado, ya sean de derecha o de izquierda, España, ante la triste y suicida indiferencia de sus ciudadanos, muchos de ellos con alma de esclavos y atontados por el discurso castrante de políticos y de los periodistas sometidos al poder, se encamina con paso firme hacia el Tercer Mundo, donde nos esperan la pobreza, las tensiones y todo tipo de conflictos.
Ese es el destino lógico de una sociedad que ha dilapidado sus valores, que desconoce la importancia del esfuerzo y de la limpieza, que se ha habituado a lo corrupto, que consume sus energías en luchas internas, que otorga privilegios a una casta política que merece más el banquillo de los acusados, que desprecia la verdadera democracia, prisionera de partidos políticos todopoderosos que marginan al ciudadano, nombran jueces, se recubren de obscena impunidad y que premia a nacionalistas excluyentes, a los que se les ve a leguas su odio a la patria común.
España es candidato evidente al nuevo Tercer Mundo en gestación, del que salen, por su esfuerzo y ambición joven, aquellas sociedades que aman la libertad y el esfuerzo, presentes en países como Brasil, China, México, India y otros muchos, y en el que entran los que han abrazado la mentira, la corrupción, el hedonismo sin valores y el abuso de un poder político, con sus ciudadanos marginados o aplastados, que se ha utilizado para cimentar la injusticia, engordar a las élites y machacar a los débiles y desprotegidos.
Aunque no nos guste el destino que el mundo nos depara, quizás nos merezcamos caer en el foso de la pobreza por haber permanecido en nuestros hogares, acobardados y mudos, mientras los poderosos saqueaban las cajas de ahorro o subían injustamente los impuestos, mientras despilfarraban, se negaban a adelgazar el Estado monstruoso que habían construido, bendecían la terrible estafa de las participaciones preferentes y preferían expoliar al ciudadano antes que cerrar una sola de esas costosas televisiones públicas que únicamente sirven como vehículos de propaganda y mentira.
Para evitar el casi inexorable avance de España hacia el nuevo Tercer Mundo y la pobreza sólo hay un camino: la regeneración de la sociedad, una reacción vital y digna de la ciudadanía que suplante a los actuales dirigentes políticos por dirigentes decentes y democráticos, que restablezca la vigencia de los valores y que luche a diario por construir una sociedad justa, diametralmente opuesta a la actual, podrida de corrupción, abuso de poder y distancias insufribles entre ricos y pobres, políticos y ciudadanos y privilegiados y marginados.
Solo el pago de la terrible deuda acumulada, producto del despilfarro de los políticos y de una forma canalla de gobernar, donde se ha pensado siempre en el presente y jamás en el futuro, garantiza casi la caída en la pobreza, pues los españoles tardaremos décadas en pagar las deudas contraídas por políticos tan ineficaces y lamentables como Zapatero, Rajoy y muchos reyezuelos regionales que han construido verdaderos miniestados opulentos e injustos.
Pero de todas las lacras y herencias, la que mas nos empuja hacia ese nuevo Tercer Mundo amenazador que acogerá a los nuevos pobres del planeta es la corrupción, sobre toda la institucional, la que ha infectado la vida pública, los concursos del Estado, las subvenciones, el urbanismo, las concesiones y otras muchas manifestaciones del poder. La corrupción ha hecho de España un país maloliente, líder mundial en fracaso escolar, baja calidad de la enseñanza, alcoholismo, prostitución, refugio de mafias, tráfico y consumo de drogas, blanqueo de dinero, degradación de la política, desempleo, avance de la pobreza y un largo etcétera de degradaciones, que pesan sobre la nación como una losa de plomo y que nos empujan, con fuerza, hacia el foso de la pobreza y el fracaso.
Ese es el destino lógico de una sociedad que ha dilapidado sus valores, que desconoce la importancia del esfuerzo y de la limpieza, que se ha habituado a lo corrupto, que consume sus energías en luchas internas, que otorga privilegios a una casta política que merece más el banquillo de los acusados, que desprecia la verdadera democracia, prisionera de partidos políticos todopoderosos que marginan al ciudadano, nombran jueces, se recubren de obscena impunidad y que premia a nacionalistas excluyentes, a los que se les ve a leguas su odio a la patria común.
España es candidato evidente al nuevo Tercer Mundo en gestación, del que salen, por su esfuerzo y ambición joven, aquellas sociedades que aman la libertad y el esfuerzo, presentes en países como Brasil, China, México, India y otros muchos, y en el que entran los que han abrazado la mentira, la corrupción, el hedonismo sin valores y el abuso de un poder político, con sus ciudadanos marginados o aplastados, que se ha utilizado para cimentar la injusticia, engordar a las élites y machacar a los débiles y desprotegidos.
Aunque no nos guste el destino que el mundo nos depara, quizás nos merezcamos caer en el foso de la pobreza por haber permanecido en nuestros hogares, acobardados y mudos, mientras los poderosos saqueaban las cajas de ahorro o subían injustamente los impuestos, mientras despilfarraban, se negaban a adelgazar el Estado monstruoso que habían construido, bendecían la terrible estafa de las participaciones preferentes y preferían expoliar al ciudadano antes que cerrar una sola de esas costosas televisiones públicas que únicamente sirven como vehículos de propaganda y mentira.
Para evitar el casi inexorable avance de España hacia el nuevo Tercer Mundo y la pobreza sólo hay un camino: la regeneración de la sociedad, una reacción vital y digna de la ciudadanía que suplante a los actuales dirigentes políticos por dirigentes decentes y democráticos, que restablezca la vigencia de los valores y que luche a diario por construir una sociedad justa, diametralmente opuesta a la actual, podrida de corrupción, abuso de poder y distancias insufribles entre ricos y pobres, políticos y ciudadanos y privilegiados y marginados.
Solo el pago de la terrible deuda acumulada, producto del despilfarro de los políticos y de una forma canalla de gobernar, donde se ha pensado siempre en el presente y jamás en el futuro, garantiza casi la caída en la pobreza, pues los españoles tardaremos décadas en pagar las deudas contraídas por políticos tan ineficaces y lamentables como Zapatero, Rajoy y muchos reyezuelos regionales que han construido verdaderos miniestados opulentos e injustos.
Pero de todas las lacras y herencias, la que mas nos empuja hacia ese nuevo Tercer Mundo amenazador que acogerá a los nuevos pobres del planeta es la corrupción, sobre toda la institucional, la que ha infectado la vida pública, los concursos del Estado, las subvenciones, el urbanismo, las concesiones y otras muchas manifestaciones del poder. La corrupción ha hecho de España un país maloliente, líder mundial en fracaso escolar, baja calidad de la enseñanza, alcoholismo, prostitución, refugio de mafias, tráfico y consumo de drogas, blanqueo de dinero, degradación de la política, desempleo, avance de la pobreza y un largo etcétera de degradaciones, que pesan sobre la nación como una losa de plomo y que nos empujan, con fuerza, hacia el foso de la pobreza y el fracaso.