La crisis económica está acelerando la corrupción y destapando muchos asuntos turbios que, de no haber sido por la enorme depresión, habrían permanecido ocultos. La sensación de corrupción, tan dañina como la corrupción misma, es ya similar a la que sentía España en los tiempos duros de Felipe González. La impresión de los expertos y observadores es casi unánime y señala que el retroceso de la limpieza en España es cada día más amplio, veloz y potente y que la corrupción se manifiesta ya con descaro en casi todos los ámbitos: en los negocios, en la política, en la Justicia, en la policía y en otros muchos.
Transparencia Internacional, la prestigiosa ONG que investiga la corrupción en el mundo, sitúa a España en el puesto 28 en su último informe (2008), en claro declive y descendiendo tres posiciones con respecto al año 2007. Pero en esas investigaciones no están recogidos acontecimientos sobrecogedores como las denuncias y condenas por abusos en el urbanismo español y los numerosos escándalos de corrupción política revelados en los últimos meses, que afectan por igual a los dos grandes partidos. Tampoco recogen esas investigaciones acontecimientos recientes como la “cacería” de venados compartida por el ministro de Justicia Bermejo, el juez Garzón y el inspector jefe de la Policía Judicial, la trama de corruptos madrileños vinculados al PP y la desaparición de cientos de kilos de cocaina de los depósitos policiales de Sevilla, imágenes elocuentes e impactantes que han ejercido efectos demoledores sobre la sociedad como reflejo de la profundidad de la corrupción en España y del hedor que despiden algunos sectores sensibles e instituciones.
Transparency International afirma sobre España que los sobornos se han extendido y convertido en práctica empresarial casi habitual. Un tercio de las empresas reconocen haber perdido negocios por haberse negado a practicar el soborno o porque las empresas competidoras pagaron más alto precio por la corrupción. Las comunidades autonómicas líderes en prácticas corruptas son Cataluña, Baleares y Andalucía.
Los expertos coinciden en que los retrocesos en corrupción convierten a los países en tercermundistas y significan pérdida de inversión extranjera, descenso del PIB y divorcio entre los ciudadanos y el sistema político, entre otros muchos males.
Esos mismos expertos opinan que las democracias reciben de Transparencia Internacional un trato privilegiado y que los fenómenos de corrupción en los regímenes democráticos tardan más en aflorar que en las dictaduras, lo que permite deducir con certeza que el nivel real de corrupción en España es hoy muy superior al que reflejan los índices publicados.
En 2006, una encuesta realizada para Transparencia Internacional en todo el mundo por Gallup International, con más de 60.000 entrevistas, reveló datos espeluznantes sobre el nivel de corrupción existente, que deslegitiman a gobiernos, partidos políticos y a la democracia misma. Allí se revelaba que los partidos políticos, columna vertebral del sistema democrático, son considerados por los ciudadanos como la institución más corrupta, mientras que deja en una posición comprometida a los gobiernos, a los parlamentos y a la policía, esta última descrita por los ciudadanos como una organización acostumbrada a recibir sobornos.
El 69 por ciento de los encuestados afirma que sus gobiernos no son eficaces ante esta lucha, que no hacen lo más mínimo por erradicarla o que, en realidad, fomentan la corrupción. Tan solo un 22 por ciento considera que las acciones de sus gobiernos son “eficaces” o “muy eficaces”.
Nada menos que los norteamericanos, cuyo país es el primer defensor mundial del sistema democrático, creen que el ámbito empresarial (85 por ciento) y la vida política (89 por ciento) se ven afectados por la corrupción. Los ciudadanos comunes de todo el mundo, sin excepción, perciben a los partidos políticos, en general, como la institución más afectada por la corrupción, seguida de los parlamentos o el poder legislativo y el sector empresarial. Pese a estar a la cabeza del cobro de sobornos, la policía es percibida por ciudadanos como la cuarta institución más corrupta.
Especialmente interesantes son las opiniones sobre corrupción expresadas por Susan Rose-Ackerman, una de las más prestigiosas expertas mundiales, profesora y codirectora del Centro de Derecho, Economía y Políticas Públicas de la Universidad de Yale, ex consultora del Banco Mundial y autora de decenas de artículos y de libros, cuya conclusión es que “De acuerdo con los estudios estadísticos, la peor combinación, la que más alienta la corrupción, es la de un sistema político basado en un presidente con amplios poderes y legisladores elegidos por un sistema de representación proporcional”. También ella señala a los partidos políticos como fuentes de corrupción.
Sobre la mejor receta para acabar con la corrupción, dice: “Debe haber gente en la cúspide que quiera cambiar. Es valioso tener grupos de la sociedad empujando los cambios, pero es necesario tener líderes políticos interesados en enfrentar la corrupción”. Añade Que el papel de los medios de comunicación y de los ciudadanos honestos es importante porque deben presionar de manera constructiva y acosar a los corruptos.
Transparencia Internacional, la prestigiosa ONG que investiga la corrupción en el mundo, sitúa a España en el puesto 28 en su último informe (2008), en claro declive y descendiendo tres posiciones con respecto al año 2007. Pero en esas investigaciones no están recogidos acontecimientos sobrecogedores como las denuncias y condenas por abusos en el urbanismo español y los numerosos escándalos de corrupción política revelados en los últimos meses, que afectan por igual a los dos grandes partidos. Tampoco recogen esas investigaciones acontecimientos recientes como la “cacería” de venados compartida por el ministro de Justicia Bermejo, el juez Garzón y el inspector jefe de la Policía Judicial, la trama de corruptos madrileños vinculados al PP y la desaparición de cientos de kilos de cocaina de los depósitos policiales de Sevilla, imágenes elocuentes e impactantes que han ejercido efectos demoledores sobre la sociedad como reflejo de la profundidad de la corrupción en España y del hedor que despiden algunos sectores sensibles e instituciones.
Transparency International afirma sobre España que los sobornos se han extendido y convertido en práctica empresarial casi habitual. Un tercio de las empresas reconocen haber perdido negocios por haberse negado a practicar el soborno o porque las empresas competidoras pagaron más alto precio por la corrupción. Las comunidades autonómicas líderes en prácticas corruptas son Cataluña, Baleares y Andalucía.
Los expertos coinciden en que los retrocesos en corrupción convierten a los países en tercermundistas y significan pérdida de inversión extranjera, descenso del PIB y divorcio entre los ciudadanos y el sistema político, entre otros muchos males.
Esos mismos expertos opinan que las democracias reciben de Transparencia Internacional un trato privilegiado y que los fenómenos de corrupción en los regímenes democráticos tardan más en aflorar que en las dictaduras, lo que permite deducir con certeza que el nivel real de corrupción en España es hoy muy superior al que reflejan los índices publicados.
En 2006, una encuesta realizada para Transparencia Internacional en todo el mundo por Gallup International, con más de 60.000 entrevistas, reveló datos espeluznantes sobre el nivel de corrupción existente, que deslegitiman a gobiernos, partidos políticos y a la democracia misma. Allí se revelaba que los partidos políticos, columna vertebral del sistema democrático, son considerados por los ciudadanos como la institución más corrupta, mientras que deja en una posición comprometida a los gobiernos, a los parlamentos y a la policía, esta última descrita por los ciudadanos como una organización acostumbrada a recibir sobornos.
El 69 por ciento de los encuestados afirma que sus gobiernos no son eficaces ante esta lucha, que no hacen lo más mínimo por erradicarla o que, en realidad, fomentan la corrupción. Tan solo un 22 por ciento considera que las acciones de sus gobiernos son “eficaces” o “muy eficaces”.
Nada menos que los norteamericanos, cuyo país es el primer defensor mundial del sistema democrático, creen que el ámbito empresarial (85 por ciento) y la vida política (89 por ciento) se ven afectados por la corrupción. Los ciudadanos comunes de todo el mundo, sin excepción, perciben a los partidos políticos, en general, como la institución más afectada por la corrupción, seguida de los parlamentos o el poder legislativo y el sector empresarial. Pese a estar a la cabeza del cobro de sobornos, la policía es percibida por ciudadanos como la cuarta institución más corrupta.
Especialmente interesantes son las opiniones sobre corrupción expresadas por Susan Rose-Ackerman, una de las más prestigiosas expertas mundiales, profesora y codirectora del Centro de Derecho, Economía y Políticas Públicas de la Universidad de Yale, ex consultora del Banco Mundial y autora de decenas de artículos y de libros, cuya conclusión es que “De acuerdo con los estudios estadísticos, la peor combinación, la que más alienta la corrupción, es la de un sistema político basado en un presidente con amplios poderes y legisladores elegidos por un sistema de representación proporcional”. También ella señala a los partidos políticos como fuentes de corrupción.
Sobre la mejor receta para acabar con la corrupción, dice: “Debe haber gente en la cúspide que quiera cambiar. Es valioso tener grupos de la sociedad empujando los cambios, pero es necesario tener líderes políticos interesados en enfrentar la corrupción”. Añade Que el papel de los medios de comunicación y de los ciudadanos honestos es importante porque deben presionar de manera constructiva y acosar a los corruptos.