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España avanza hacia una república de indeseables



La escoria política que actualmente gobierna España, integrada por los socialistas degradados del "sanchismo", comunistas totalitarios, filoterroristas, nazis catalanes y nazis vascos, quiere imponernos lo que, dada la naturaleza ética de los que nos gobiernan, será una república de indeseables.

El actual rey de España les estorba y quieren sustituirlo por un miembro de la escoria gobernante.

A los españoles, que son uno de los pueblos más marginados y relegados del mundo político, nadie les pregunta si quieren un monarca, aunque sea maniatado e incapaz de defender la decencia de España, o un "presi" republicano extraído de uno de esos partidos corruptos y antidemocráticos que han gobernado España y la han convertido en una pocilga.
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La imagen refleja la indignación del rey con Sánchez. Ese freno de los indeseables es lo que el pueblo espera de su monarca.
Tarde o temprano habrá que optar por un monarca que, aunque medio castrado e impotente, sea al menos un símbolo de la unidad de España y de su decencia como Estado, y una república de indeseables que manipule al pueblo a su antojo y presidida por un politicastro surgido de la misma camada de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Ábalos o Echenique.

La figura del rey, al que por no pertenecer a la escoria de los partidos políticos, no controlan y detestan, es para ellos un obstáculo que frena sus ansias de dominio y que dificulta la transformación de España en esa nueva entidad que pretende imponernos Sánchez y su banda.

La escoria se considera con derecho a gobernar en contra de la voluntad popular, lo que les asemeja más a una tiranía que a una democracia. Jamás preguntan al pueblo lo que desea y muchas veces legislan contra el bien común, atendiendo sólo sus propios intereses. La subida masiva de impuestos que preparan es un claro ejemplo de actuación en contra de la voluntad del pueblo, como lo es también el asalto a la Justicia, los privilegios que se otorgan a los independentistas y otras suciedades y abusos cocinados en la Moncloa.

Ya se han cargado al viejo PSOE, que aunque corrupto y mendaz, conservaba algunos valores tradicionales, como el respeto a la opinión pública y a la Constitución y el amor a la nación, y se han cargado también la educación, la Justicia, la Universidad, los valores y la misma democracia, cambiando el rumbo de la nación hacia un puerto indecente y totalitario.

La presencia del rey en la élite, no elegido ni educado por ellos y que es ajeno a la mafia de los partidos políticos, les pone de los nervios porque es nada menos que Jefe del Estado y el gran símbolo de una nación que ellos odian y quieren aniquilar.

Sánchez e iglesias han descubierto que en la España corrompida actual la unión de los miserables forma una coalición invencible, sobre todo porque la oposición de derecha está dividida y enfrentada y una parte del pueblo, inexplicablemente, sostiene a los indeseables. La banda de Sánchez y sus aliados se siente lo bastante fuertes para imponer al pueblo, al que desprecian y jamás consultan, una república que los politicastros dominarán plenamente.

No tenemos en España un rey ejemplar porque está demostrando una pasividad insoportable ante la degradación de la política y el asesinato de la democracia que imponen los indeseables, pero su figura, quizás mediocre y escasamente eficaz contra el abuso y la miseria de los partidos, se agiganta y se hace imprescindible cuando se la compara con la opción republicana, llena de incógnitas, miserias y amenazas porque, manejada por la actual clase política degradada, esa república, en el mejor de los casos, será un chiste y en el peor una orgía de corrupción, desprestigio y bajeza.

El rey tiene que elegir entre la actual pasividad o utilizar en favor de España los poderes que tiene, pocos directos y muchos indirectos. La pasividad le lleva, sin duda, a la tumba, mientras que la resistencia al mal gobierno, penosa y difícil, sería al menos un gran servicio a España.

El rey no puede convocar elecciones o destituir a un indeseable instalado en la Moncloa, pero puede influir poderosamente y ser cabeza de un lobby que defienda España del asalto forajido. Su posición como jefe del Estado y mando supremo de las fuerzas armadas le otorga poder suficiente para apelar al pueblo, a los aliados internacionales, al empresariado, a los españoles que se sienten vejados ante la miseria política y ante otras fuerzas e instituciones, como parte de la Justicia y de la Universidad, para frenar la pesadilla de canallas y traidores dispuestos a dinamitar la España que nació en 1978, hoy secuestrada y cerca del cadalso.

Francisco Rubiales

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Lunes, 30 de Noviembre 2020
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