Cuando ganó por sorpresa las elecciones aquel famoso 14 de marzo de 2004, el actual presidente Zapatero prometíó que gobernaría pendiente de la calle y que escucharía siempre sus mensajes.
Hoy, transcurrido un año y medio, tras haber padecido el embate de la que, probablemente, haya sido la mayor manifestación popular en la democracia, tiene la oportunidad de cumplir aquella promesa y retirar la denostada LOE, pero duda y parece inclinarse por un método que él sabe que funciona: narcotizar la opinión pública con la ayuda de los medios de comunicación afines y confundir a sus adversarios alterando la realidad.
Por lo pronto, su primera reacción no ha sido, precisamente, la de escuchar el mensaje de la calle. Él ha dicho que quiere dialogar con los organizadores de la masiva manifestación y los ha recibido en la Moncloa, pero muchos de sus colaboradores y agentes ya han iniciado la tarea de demoler la verdad afirmando que la manifestación se ha convocado bajo el imperio del a mentira y el engaño, que la elección de la clase de religión está asegurada para aquellos padres que lo deseen y que los verdaderos culpables son los obispos y su emisora de radio, a través de la que "propagan el odio".
La verdad es que otros paises democráticos, ante manifestaciones ciudadanas de proporciones similares, han demostrado sensibilidad y retirado sus propuestas. Así ha ocurrido, por ejemplo, en Francia y en Italia. Pero es mundialmente conocida la sorprendente resistencia de los políticos españoles a ceder ante la voluntad popular, como también es conocida la resistencia a dimitir de los políticos españoles. Por errores menos graves que los cometidos por el actual ministro de Industria José Montilla y por el anterior ministro de Defensa, Federico Trillo, se habrían producido dimisiones fulminantes en democracias de nuestro entorno occidental como Francia, Alemania, Gran Bretaña o Estados Unidos.
FR
Hoy, transcurrido un año y medio, tras haber padecido el embate de la que, probablemente, haya sido la mayor manifestación popular en la democracia, tiene la oportunidad de cumplir aquella promesa y retirar la denostada LOE, pero duda y parece inclinarse por un método que él sabe que funciona: narcotizar la opinión pública con la ayuda de los medios de comunicación afines y confundir a sus adversarios alterando la realidad.
Por lo pronto, su primera reacción no ha sido, precisamente, la de escuchar el mensaje de la calle. Él ha dicho que quiere dialogar con los organizadores de la masiva manifestación y los ha recibido en la Moncloa, pero muchos de sus colaboradores y agentes ya han iniciado la tarea de demoler la verdad afirmando que la manifestación se ha convocado bajo el imperio del a mentira y el engaño, que la elección de la clase de religión está asegurada para aquellos padres que lo deseen y que los verdaderos culpables son los obispos y su emisora de radio, a través de la que "propagan el odio".
La verdad es que otros paises democráticos, ante manifestaciones ciudadanas de proporciones similares, han demostrado sensibilidad y retirado sus propuestas. Así ha ocurrido, por ejemplo, en Francia y en Italia. Pero es mundialmente conocida la sorprendente resistencia de los políticos españoles a ceder ante la voluntad popular, como también es conocida la resistencia a dimitir de los políticos españoles. Por errores menos graves que los cometidos por el actual ministro de Industria José Montilla y por el anterior ministro de Defensa, Federico Trillo, se habrían producido dimisiones fulminantes en democracias de nuestro entorno occidental como Francia, Alemania, Gran Bretaña o Estados Unidos.
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