Capataces
Como acaba de denunciar con razón Rosa Diez, las clases medias españoles están siendo esquilmadas por el gobierno Zapatero, que se dispone a sustraerle más dinero de los bolsillos por la vía de la supresión de desgravaciones y del incremento de los impuestos directos e indirectos. La presión fiscal en España no para de crecer impulsada por un gobierno socialista que cree más en las sociedades subsidiadas que en las emprendedoras. Ya trabajamos casi cinco meses del año para el Estado y el gobierno actual, maniroto y despilfarrador, nos conduce hacia más impuestos y más subsidios. Convertirnos en esclavos del Estado es cada día menos una quimera y más una amenaza real que se alza en el horizonte inmediato de los españoles.
El verdadero debate que nos interesa no es el que se vivió en las Cortes a partir del 12 de mayo de 2009, sino el que analice con seriedad los dos modelos de Estado posibles en España: el que nos propone la izquierda de Zapatero, el de una sociedad subvencionada que no crea empleo y riqueza, pero que subsidia la pobreza y el paro, o el de la España del esfuerzo y de los emprendedores, la que ha protagonizado uno de los milagros económicos más espectaculares del siglo XX.
Es evidente que Zapatero, fiel a los viejos y caducos conceptos de la izquierda que fue derrotada al caer el Muro de Berlín, prefiere una España subsidiada a una España emprendedora, al igual que es más partidario del Estado que de la sociedad, de lo público que de lo privado. Su alergia al espíritu emprendedor y a las libertades individuales es tan visceral como palpable.
Conocer las preferencias de Rajoy y del PP es más complejo. Si nos atenemos a su ideología oficial, debería preferir la España emprendedora y del esfuerzo a la España subsidiada y hedonista, como también debería anteponer lo privado a lo público y la sociedad al Estado, pero, a juzgar por sus comportamientos, la cosa no está del todo clara. De hecho, cuando el PP ha gobernado, ha fortalecido al Estado, ha maniatado a la Justicia y al Parlamento, ha constreñido las libertades y ha tenido un comportamiento arrogante, más propio de la izquierda marxista que de la derecha liberal.
Esta España que se empobrece en la crisis y que fabrica parados y pobres con más eficacia que ningún otro país desarrollado del mundo tiene que elegir con urgencia qué modelo quiere para el futuro: si una sociedad subsidiada, comandada por un gobierno representante de la izquierda más anticuada, alergica al espíritu emprendedor, o una España emprendedora donde el individuo pese más que el Estado, consciente de que el esfuerzo conduce a la prosperidad y decidida a que el poder político sea controlado por la ciudadanía.
Por ahora, la ventaja es de la España subvencionada, que, de la mano de Zapatero, proyecta su amenazante sombra hacia un futuro cargado de inquietudes y dramas.
Aquellos españoles que contemplan al Estado como un padre que lo soluciona todo ignoran la experiencia histórica de que ese tipo de sociedad tutelada e intervenida por el poder sólo genera desempleo, pobreza y, muchas veces, violencia, opresión e infelicidad. Que se lo pregunten a los cubanos, gran parte de los cuales está deseando poder abandonar el "paraiso" de la Revolución contruído por Fidel sin libertad. O que se lo pregunten a la antigua URSS, hundida porque aquel pueblo que, en teoría, tenía el poder, odiaba a sus dirigentes, transformados en opresores y, en muchas ocasiones, también en asesinos.
También ignoran una ecuación elemental e infalible: Si no hay trabajo, no hay impuestos que recaudar, ni son posibles las escuelas ni hospitales porque el Estado no puede aportar a los ciudadanos más dinero del que es capaz de sacarle mediante los impuestos.
Si además, como en el caso de España, hemos construído un Estado hipertrofiado y monstruoso, poblado por tres veces más funcionarios, asesores, enchufados y amigos del poder de lo que la administración necesita, entonces el drama de la esclavitud que revoletea por nuestros cielos se torna más grave y amenazante.
El verdadero debate que nos interesa no es el que se vivió en las Cortes a partir del 12 de mayo de 2009, sino el que analice con seriedad los dos modelos de Estado posibles en España: el que nos propone la izquierda de Zapatero, el de una sociedad subvencionada que no crea empleo y riqueza, pero que subsidia la pobreza y el paro, o el de la España del esfuerzo y de los emprendedores, la que ha protagonizado uno de los milagros económicos más espectaculares del siglo XX.
Es evidente que Zapatero, fiel a los viejos y caducos conceptos de la izquierda que fue derrotada al caer el Muro de Berlín, prefiere una España subsidiada a una España emprendedora, al igual que es más partidario del Estado que de la sociedad, de lo público que de lo privado. Su alergia al espíritu emprendedor y a las libertades individuales es tan visceral como palpable.
Conocer las preferencias de Rajoy y del PP es más complejo. Si nos atenemos a su ideología oficial, debería preferir la España emprendedora y del esfuerzo a la España subsidiada y hedonista, como también debería anteponer lo privado a lo público y la sociedad al Estado, pero, a juzgar por sus comportamientos, la cosa no está del todo clara. De hecho, cuando el PP ha gobernado, ha fortalecido al Estado, ha maniatado a la Justicia y al Parlamento, ha constreñido las libertades y ha tenido un comportamiento arrogante, más propio de la izquierda marxista que de la derecha liberal.
Esta España que se empobrece en la crisis y que fabrica parados y pobres con más eficacia que ningún otro país desarrollado del mundo tiene que elegir con urgencia qué modelo quiere para el futuro: si una sociedad subsidiada, comandada por un gobierno representante de la izquierda más anticuada, alergica al espíritu emprendedor, o una España emprendedora donde el individuo pese más que el Estado, consciente de que el esfuerzo conduce a la prosperidad y decidida a que el poder político sea controlado por la ciudadanía.
Por ahora, la ventaja es de la España subvencionada, que, de la mano de Zapatero, proyecta su amenazante sombra hacia un futuro cargado de inquietudes y dramas.
Aquellos españoles que contemplan al Estado como un padre que lo soluciona todo ignoran la experiencia histórica de que ese tipo de sociedad tutelada e intervenida por el poder sólo genera desempleo, pobreza y, muchas veces, violencia, opresión e infelicidad. Que se lo pregunten a los cubanos, gran parte de los cuales está deseando poder abandonar el "paraiso" de la Revolución contruído por Fidel sin libertad. O que se lo pregunten a la antigua URSS, hundida porque aquel pueblo que, en teoría, tenía el poder, odiaba a sus dirigentes, transformados en opresores y, en muchas ocasiones, también en asesinos.
También ignoran una ecuación elemental e infalible: Si no hay trabajo, no hay impuestos que recaudar, ni son posibles las escuelas ni hospitales porque el Estado no puede aportar a los ciudadanos más dinero del que es capaz de sacarle mediante los impuestos.
Si además, como en el caso de España, hemos construído un Estado hipertrofiado y monstruoso, poblado por tres veces más funcionarios, asesores, enchufados y amigos del poder de lo que la administración necesita, entonces el drama de la esclavitud que revoletea por nuestros cielos se torna más grave y amenazante.