Me sugiere un amigo, profesor de lenguas clásicas, que utilice la palabra "esbirrocracia" (poder de los esbirros) en lugar de "democracia degradada", sobre todo cuando en mis artículos me refiero a la situación de España y de algunos países de América Latina, en los que el rasgo dominante común es un Estado corrompido en el que existen demasiados servidores a sueldo.
Un "esbirro" es, según la Real Academia Española, un "Secuaz a sueldo o movido por interés". Los estados dominados por la partitocracia recurren al clientelismo y pueblan el Estado de amigos, familiares y enchufados de los partidos, gente que ignora el concepto de "servicio" y que cobra del erario público con alma de esbirro, únicamente movido por el interés.
El espíritu esbirro puebla hoy la mayoría de los grandes partidos políticos, cuyos militantes, para hacer carrera y alcanzar puestos relevantes y bien remunerados, tienen que renunciar a la libertad y al debate libre, además de adular siempre al lider y soportar todo tipo de imposiciones. La mayoría de esos militantes, hartos de sufrir humillaciones, cuando ganan unas elecciones y ocupan puestos de responsabilidad en el aparato del Estado, carecen de espíritu democrático y gobiernan la sociedad con alma de esbirros.
Pero los esbirros no florecen solo en el interior de las formaciones políticas sino que su espíritu se ha trasladado a la sociedad y a toda la vida política, contaminándola y convirtiendo la democracia en un estercolero.
Los esbirros profesionales de la política han logrado hacer proselitismo y han infectado la sociedad. El auge del espíritu esbirro explica por qué el rasgo más sucio y dramático de la partitocracia es que los partidos políticos cuentan con cientos de miles de votantes fanatizados que se comportan como esbirros y que están dispuestos a todo con tal de defender a su partido, sin espíritu crítico, sin libre albedrío, con alma de esclavos y con el agravante de que ni siquiera cobran un sueldo por sus servicios, aunque tienen la esperanza de ser recompensados por el poder.
El esbirro ha suplantado al ciudadano en las democracias infectadas y los sometidos por interés ocupan hoy el lugar que deberían ocupar los ciudadanos libres.
El ciudadano, cuyos principales rasgos son los de ser responsables y reflexivos, cumplidores de sus deberes y exigentes con sus derechos, gente crítica que conversa y debate con sus semejantes y que vigila y controla al Estado desde su libertad y sentido cívico, es una especie en peligro de extinción en nuestros países, todo lo contrario que el esbirro, que, amparados y subvencionados por los gobiernos y los partidos políticos, son una especie en expansión que está colonizando la sociedad y que infecta con su alma sometida las grandes instituciones: sindicatos, universidades, medios de comunicación, asociaciones, fundaciones, empresas, etc.
Un "esbirro" es, según la Real Academia Española, un "Secuaz a sueldo o movido por interés". Los estados dominados por la partitocracia recurren al clientelismo y pueblan el Estado de amigos, familiares y enchufados de los partidos, gente que ignora el concepto de "servicio" y que cobra del erario público con alma de esbirro, únicamente movido por el interés.
El espíritu esbirro puebla hoy la mayoría de los grandes partidos políticos, cuyos militantes, para hacer carrera y alcanzar puestos relevantes y bien remunerados, tienen que renunciar a la libertad y al debate libre, además de adular siempre al lider y soportar todo tipo de imposiciones. La mayoría de esos militantes, hartos de sufrir humillaciones, cuando ganan unas elecciones y ocupan puestos de responsabilidad en el aparato del Estado, carecen de espíritu democrático y gobiernan la sociedad con alma de esbirros.
Pero los esbirros no florecen solo en el interior de las formaciones políticas sino que su espíritu se ha trasladado a la sociedad y a toda la vida política, contaminándola y convirtiendo la democracia en un estercolero.
Los esbirros profesionales de la política han logrado hacer proselitismo y han infectado la sociedad. El auge del espíritu esbirro explica por qué el rasgo más sucio y dramático de la partitocracia es que los partidos políticos cuentan con cientos de miles de votantes fanatizados que se comportan como esbirros y que están dispuestos a todo con tal de defender a su partido, sin espíritu crítico, sin libre albedrío, con alma de esclavos y con el agravante de que ni siquiera cobran un sueldo por sus servicios, aunque tienen la esperanza de ser recompensados por el poder.
El esbirro ha suplantado al ciudadano en las democracias infectadas y los sometidos por interés ocupan hoy el lugar que deberían ocupar los ciudadanos libres.
El ciudadano, cuyos principales rasgos son los de ser responsables y reflexivos, cumplidores de sus deberes y exigentes con sus derechos, gente crítica que conversa y debate con sus semejantes y que vigila y controla al Estado desde su libertad y sentido cívico, es una especie en peligro de extinción en nuestros países, todo lo contrario que el esbirro, que, amparados y subvencionados por los gobiernos y los partidos políticos, son una especie en expansión que está colonizando la sociedad y que infecta con su alma sometida las grandes instituciones: sindicatos, universidades, medios de comunicación, asociaciones, fundaciones, empresas, etc.